«Ya los garajes volverán a sacar buenas bandas»

Daiana Sallal Así lo asegura la periodista de rock Gloria Guerrero esperanzada con la idea de poder ver nacer un nuevo e impactante movimiento que la sacuda como aquel primer rock nacional que nacía en la década del ´70 cuando comenzaba su inesperada carrera.Gloria Guerrero es periodista y la primera en Argentina que se dedicó […]

Daiana Sallal

Así lo asegura la periodista de rock Gloria Guerrero esperanzada con la idea de poder ver nacer un nuevo e impactante movimiento que la sacuda como aquel primer rock nacional que nacía en la década del ´70 cuando comenzaba su inesperada carrera.
Gloria Guerrero es periodista y la primera en Argentina que se dedicó al rock.

En más de treinta años dedicados a la profesión, escribió tres libros: “Historias del Palo” (1994), “Indio Solari, El hombre ilustrado” (2005) y “Estadio Obras: El templo del rock (Elogio de la sed)(2010), todos relacionados con la cultura del rock nacional. Además escribió en revistas como “El expreso imaginario” y “Humor”.

Actualmente escribe en el suplemento de espectáculos de Página 12 pero Gloria es una parte viva de la historia del rock nacional y tuvo un papel sumamente importante en el nacimiento de esa cultura ayudando a la difusión de bandas como Sui Generis, Sumo y Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota entre otros.

Ella, cálida y entusiasta, a sus cincuenta y seis años analiza el rock nacional en este momento, donde a pesar de la inmensa cantidad de fuentes de difusión no se asoman bandas que dejen ver algo que la sorprenda.

¿Qué tipo de evolución ves en la cultura del rock?
Evolución yo no estoy viendo ahora. Quiero pensar que lo visto son ciclos que van y vienen, prefiero pensar eso. Ahora estamos en un biorritmo, estamos en el rock barrial. Pero en cada garaje hay un pibe ensayando, eso lo sabemos todos. Sobre todo los pibes de los garaje y de ahí van a salir maravillas, pero mientras tanto, no es que me parezca mal o bien, yo me aburro. Y el rock es cualquier cosa menos aburrirse, es un estímulo para crecer. Hoy no me divierten tanto algunas cosas, todo va y todo viene, ya los garaje volverán a sacar buenas bandas.

¿Crees que hay muchas complicaciones hoy para las bandas?
Antes no había una radio, un suplemento de diario, no existía el Sí, ni el No, ni la Rock and Pop, ni ninguna radio en toda la ciudad de Buenos Aires que pasara música de rock, eso eran complicaciones de difusión. Y seguís igual. Ahora todas las radios te pasan rock, todos los diarios tienen suplementos de rock. Ahora cualquiera puede grabar en Internet, antes tenias que tener una fortuna para meterte en un estudio de grabación, ahora con una maquina cualquiera se hace el disco en el baño de su casa, mal o bien. Es biorrítmico, ya subirá, pero no creo que haga falta un cataclismo para que se despierten, creo que es inconscientemente y además como todo va en gustos, o sea lo que yo digo no es palabra santa.

¿Por qué no escribís más libros?
Los libros son de muchísima investigación. El del Indio fueron dos años, el de Obras, dos años y medio. Pero no terminás más, hay otros problemas cuando hacés periodismo de investigación. Para el Indio yo viajaba a La Plata porque toda la gente que lo conoce está allá, no tenés tiempo de vivir, son montones de documentos y cosas que se te acumulan y que después cuando lo terminás, volvés para atrás y decís: “¡está!”, entonces seguís hasta que lo puliste y lo dejaste hecho una pinturita. Es una cosa que está todo el tiempo en tu cabeza, yo soy periodista de investigación. Todos son archivos, cosas, no hay nada más, yo dije: “nunca más”.

De los tres libros ¿cuál fue el que más disfrutaste?

El último (Estadio Obras: El templo del rock) lo disfruté mucho porque Obras era nuestra casa. Vivíamos ahí, los viernes, los sábados, comíamos en el bar de enfrente, nos juntábamos con las personas que nos importaba juntarnos pero ahí. Entonces, yo no lo conté desde afuera, lo conté recontra desde adentro, pero yo no quería hacer una cronología de los shows porque eso me aburre. En el libro están las notas con los personajes de hoy, en lenguaje coloquial, lo que corta todo lo que es el relato y aparece, por ejemplo Juanse contando cuando casi se le incendia el boliche y te lo cuenta.

Después están las crónicas de la época, es decir un pedacito cada tanto, cuando hace falta, de lo que en ese momento se dijo en ese recital de Obras, porque el lenguaje es diferente y el tipo que lo lee hoy se nota que no es la “notita” de hoy de Clarín, es otra cosa lo que se vivía en ese momento y lo disfruté enormemente porque veía toda esa intensidad y cuanto más iba escribiendo sobre música, más me daba cuenta de que no era sólo música, esto era toda la vida política de una sociedad argentina durante treinta y pico de años. Han pasado de dictadura a Alfonsín y a Menem y todo eso se iba reflejando en cada cosa que estaba poniendo sin darme cuenta, hasta que vi que realmente era algo que excedía a la música: Por Obras pasó la sociedad, pasó la política, pasaron los militares, pasó la policía, pasó la historia de un país o por lo menos de una ciudad, la de Buenos Aires. Por eso es el libro que me parece más completo.

¿Con el libro del Indio tuviste muchos contratiempos?
Con el Indio todo bien, hice una investigación de dos años, no hubo problemas porque, de hecho varias veces yo lo llamé por teléfono para hacerle preguntas puntuales. Ahora los contratiempos que sí tuve fue que hay mucha gente que lo detesta. ¡Yo tengo grabadas cosas que me han contado tremendas! y no las puse. El Indio, que después se enoja porque no le parece perfecto el libro, me tendría que decir: “¡Gracias negra!”. La intención de mi libro era averiguar qué había en esa cabeza que a mí me cambió la vida, ¡y a mí me la cambió!, porque para mí “Los Redondos” es lo más grande del mundo y el Indio Solari es lo más grande del mundo. Ahora ya no somos amigos, el habló muy mal de mí y no me lo merezco.

Cuando empezaste a escribir periodísticamente ¿Por qué elegiste el rock y no otra rama de la prensa?
Fue al revés, la cultura del rock fue la que a mí me hizo escribir, yo escribía igual pero no encontré un motivo para escribir hasta que encontré la cultura del rock. Alguien lo tenía que hacer, era una… misión.

¿Qué fue lo que te sedujo del periodismo para dejar de lado la geología y dedicarte por completo a esta carrera?
No es tan lineal, lo que pasa es que yo escribí siempre pero nunca pensé que esto fuera una profesión, porque no había una motivación. Yo escribía poesía, textos, escribía bien, punto. Nadie sabrá por qué, podía expresar bien las ideas, leí mucho. Nunca lo pensé como un trabajo, para mí era escribir. Hubo una época, a principio de los ´70, yo tendría 15 años y empezó a gestarse en Buenos Aires un movimiento que venía de afuera que era, un movimiento de conciencia ideológica que se puede llamar contracultura en su momento. Ahí encontraba gente que escribía otros poemas y los intercambiábamos, todos leíamos mucho. Leíamos a los poetas malditos, leíamos un montón.

¿Cómo se organizaban en ese movimiento?
En ese momento había una conjunción muy interesante porque los de Buenos Aires estábamos conectados con otros pequeños núcleos que había en el resto del país y no hablo de internet, porque eso era realmente impensable en ese momento. Entonces escribía gente del interior, iban y venían poemas por cartas y las revistas se hacían con esténciles. Después empezaron a hacerse juntadas en Parque Rivadavia y en Parque Centenario.

¿Cómo se convocaban?
Oralmente, de boca en boca, además eran los domingos por la mañana, a las diez, once. A nosotros nos marcó mucho, se llamó “La época dorada de la prensa alternativa”, estas revistas se repartían gratuitamente y se hacían con pulmón de todos nosotros. Yo había decidido que me gustaba la geología pero al mismo tiempo… Cuando hubo una razón muy poderosa para dedicarme a la escritura, no al periodismo; cómo lo fue el movimiento de rock que a mí me sacudió y al mismo tiempo, la universidad se complicó porque eso fue en el ´73 que históricamente fue un momento muy complicado y no había cátedras. Finalmente entré en el expreso imaginario y ahí me di cuenta que no sólo me gustaba escribir, necesitaba un objetivo para escribir y lo había encontrado, no había mujeres haciéndolo hasta ese momento, éramos nosotros, entonces no es que dejé la geología por esto, una cosa fue gradualmente diluyéndose. Ahí el escribir ya tuvo un porqué, entonces fui por ahí y salió bien, podría haber salido mal, pero salió bien.

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