Lomas de Zamora, octubre 14 (AUNO).- El sonido de una bala suena en seco, sorpresivo. La cortina blanquecina de puntitas desflecadas se salpica de sangre, no mucha, la suficiente para que la tensión se apodere de la sala. Vuelan dólares teñidos de rojo y la pregunta que Parrandera’s, epifanía de un rapto plantea es: ¿cuál es el precio de un deseo?
En poco más de 50 minutos, la obra dirigida por Laura Correa y presentada en el Teatro de las Nobles Bestias —ayer por última vez en el año— relata la historia de Helena, una chica de familia de clase media que queda fascinada con una noche de cumbia y parranda. Tanta es su fascinación que decide no volver a su casa y quedarse con los rancheros, unos tipos que conoció esa noche: Omar, Chucho y Coco.
El deseo de ser un mito en el mundo de la cumbia por sobre el mandato familiar de ser una chica “bien” es el conflicto que se desata en Helena, y los rancheros serán los encargados de cumplir el anhelo popular de la joven, organizando giras barriales en las que se transformará en Santa Helena, the Rachel of the people.
La familia de Helena se encuentra preocupada por su ausencia y Astor, su hermano, es el encargado de buscarla. Cuando finalmente la encuentra, en Cañuelas, es atrapado por los rancheros. Lleva consigo una bolsa con dólares para pagar un posible rescate, pero allí se entera que Helena no está secuestrada y Coco le relata la devoción que tiene por ella, santa guardiana de la cumbia. Su sentimiento reside en que habla y canta en inglés.
El humo que sale de la máquina pareciera estar delimitado por las luces que suben y bajan. El público de la obra y de la presentación de Raquel se funden en uno solo. Coco deja de ser un campesino para transformarse en un animador que pide palmas antes de anunciar al orador previo a la diosa: Omar, pastor multitasking que se desvive por la plata que hacen con las presentaciones barriales. Una pollera brillante, un top, un chalequito y un sombrero texano conforman el vestuario de la divinidad tropical: una cumbia en inglés explota en la sala y ella disfruta vivir su deseo de ser un mito y relacionarse desde ese lugar con el pueblo.
El espectáculo conecta con precisión todos los elementos —la escenografía, el sonido, la utilería— y provoca el sumergimiento del espectador en una metáfora acerca del mundo de la cumbia y el Conurbano como territorio fértil de la expresión tropical y las mitificaciones populares.
El ambiente de la sala está impregnado de misterio desde el minuto cero: la música da la sensación de estar dentro de una nebulosa. Cuando se apagan las luces, la oscuridad tiene más profundidad. Incluso es la encargada de ensombrecer algunas charlas turbias que tendrán los personajes de la obra.
La escenografía es un condimento cuidado lleno de elementos que contribuyen a la construcción del mito de Helena en su vertiente nacional y conurbana. Aunque recientemente la directora relacionó a su Helena con la de Homero, es muy probable que la que provocó la guerra de Troya sea menos interesante, ya que la complejidad inocente que tiene la piba del Conurbano es más que atractiva. Su deseo de dejar de ser una isla en el entramado social y ser parte del pueblo provoca que se desviva ingenuamente por satisfacer a sus fanatiques y también a los rancheros.
“Decile a papá que no voy a volver”, dice varias veces Helena a su hermano, mientras se sirve un Fernet sin saber prepararlo. Astor pretende convencerla de que regrese a su casa a ser la de antes, con su vida de antes. Pero la negativa es determinante. El joven hará lo imposible para recuperar a su hermana.
“La querés sacar del calor de los desconocidos para llevarla al frío de la familia”, le replica Coco a Astor con su tonada provinciana en una de las tantas conversaciones que mantienen. ¿Le será más fuerte su deseo de hacer cumplir el mandato familiar o respetar lo que quiere su hermana?
El elenco está integrado por Ariel Mele, Lydia Stevens, Hernán Roitman, Ariel Chamorro y Omar Possenato. En el diseño de luces trabaja Lucía Feijoó. El diseño de escenografía y vestuario están a cargo de Sol Soto; la realización escenográfica, de Alfredo Cavilla. La composición musical es de Juan Zuberman. El diseño gráfico de Facundo López Fraga. La producción ejecutiva es de Juan Mako y la asistencia de dirección, de Facundo López Fraga.
AUNO-14-10-2018
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