Jorge “Pollo” Bellini, tiene 74 años, vive en Turdera y se describe a sí mismo como un “militante pintor” más que un “pintor militante”. Arquitecto recibido de la Universidad de Buenos Aires, ha dejado sus pinceladas en las paredes de la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomás de Zamora, pero también en otras partes del mundo durante su exilio de Argentina como en España e Italia.
AUNO se encontró con él tras los retoques finales al último mural que dejó en la Facultad: un homenaje a los triunfos de la Selección Argentina en los mundiales de 1986 y de Qatar 2022, que incluso cuenta con su autorretrato.
Con un pelo que le da sentido a su apodo, un bolso lleno de acrílicos y una historia más asombrosa de lo que él admitiría, Bellini hace política con arte pero, además, acerca la historia popular a las nuevas generaciones de estudiantes universitarios que caminan por los pasillos de Sociales.
–¿Por qué te dicen Pollo?
Desde siempre me dicen así. Cuando estaba en la primaria me decían ‘El pollo’, pelo parado, medio rubiete… entonces pasó, pero después en la facultad los compañeros o amigos sin tener ninguna relación, ni haberlo dicho jamás, me empezaron a llamar Pollo, así que volvió. Se ve que algo debo tener.
-¿Cómo comenzaste a pintar?
Arranqué a pintar con mi segunda pareja en el ‘92 cuando estábamos de vuelta en Europa. Cuando llegó Carlitos (por el expresidente Carlos Saúl Menem) decidimos con mi nueva pareja irnos, insistí mucho pues ya tenía la experiencia previa de Europa y tenía la fantasía de que me podía alejar un poquitito de esta circunstancias dado que no había que pelear demasiado, sino en todo caso poner en claro lo que significaba el peronismo con Carlitos que era una variante liberal con la excusa del PJ. Primero nos fuimos a Italia porque la hermana de mi actual pareja, Nerina Canzi, vive allá y teníamos el pasaporte italiano.
En Italia como una forma de supervivencia, además de las cosas que hacíamos como artesanías y artículos de regalo, empecé a pintar murales tipo trompe-l’oeil, en España se llaman trampantojos y en el resto de Europa trompe-l’oeil, que quiere decir trampa visual. Son murales decorativos puede ser un paisaje, una habitación, una ventana generando una especie de perspectiva nueva, un aire que a lo mejor la habitación no tiene. En Italia, en ese momento, estaba bastante de moda, yo antes de eso no había hecho nada de pintura mural, salvo escribir “Perón vuelve” y esas cosas, eso es también es mural. ¿Por qué no?.
Empezó a funcionar, gustó, a nosotros nos iba relativamente bien, yo manejo bien la perspectiva, los personajes. Mi mujer, que es profesora de Bellas Artes, es buena pintora e ilustradora. Esto fue trabajo, nos pagaban por lo tanto no solo era placentero. Después vendí las herramientas y nos fuimos a Barcelona haciendo estas cosas y otras ligadas a la artesanía, siempre en el plano de la pintura, pintábamos cacharros y cosas que nos encargaban. Habían dos o tres empresas de decoración de casas que tenían sus clientes y le ofrecían, pasábamos por las casas y hacíamos el trabajo, continuamos hasta que volvimos cuando estaba el kirchnerismo.
–¿Qué técnicas utilizas para pintar murales?
Uso pintura acrílica es fácil de manejar, se seca rápido a diferencia del óleo y tiene colores más vivos, es más barato y más fácil de trabajar sobre cualquier superficie. En general, dibujo bocetos en carbonilla, a veces lo hago de manera espontánea, improvisada. Las proporciones las improviso en general. Si me tomará un poquito más de tiempo por ahí saldrían mejor, pero claro es una cuestión de personalidad. Yo trabajo rápido y una vez que está ya está, está terminado.
¿Cuál es tu proceso para crear los murales?
En la elaboración diría que la mayor parte es improvisación, si sale mal es muy difícil corregir algo que ya está, cuando sale mal es mejor empezar de cero. La clave del arte es saber en qué momento decir ‘esto ya está’, es importante decir ‘esto se termina acá, éste es el último trazo que hago’ porque a partir de ahí será otra cosa. Vos mismo evolucionás, si lo cambias es otra cosa que antes no veías.
¿Considerás que pintar es una forma de hacer política ?
Yo creo que sí. Una vez me habían hecho la pregunta de si yo era un pintor militante y yo dije que era un militante pintor. Tal vez no sea mucha diferencia es una cuestión semántica, pero bueno, yo entendía que era prioridad mi papel como militante en la historia que como pintor por decirlo así, porque yo en la calle también he pintado muchas cosas incluso de (Padre) Mugica, de (Leonardo) Favio, de compañeros que cayeron, por ejemplo de Walsh, tratando de reflejar las imágenes que tienen que ver con la política, por supuesto. Intentando no ser solamente un decorador, sino que las piezas tengan un contenido.
¿Sentís que una vez que terminas una pintura ya no te pertenece?
-Nunca siento que me pertenece, porque una vez que empiezo una obra nunca tengo la sensación que esto es mío, tiene que ver con la idea de grupo a lo mejor y también con la visión cristiana. Yo fui educado colegio católico, no soy católico, pero esa cosa de que siempre hay algo, hagas lo que hagas, que no te pertenece: es producto de lo que fuiste, lo que sos y de lo que los otros hicieron, porque si el mural lo hago en Japón las emociones, la descripción de lo que haga va a ser totalmente diferente. No es mío, es algo que pasó, una cosa que quería mostrar, pero nunca lo siento como propio.
Una historia de militancia y exilio
-¿En qué agrupación militabas de joven?
Hasta el ‘78 milité acá, coincidiendo con haber recibido el diploma de arquitecto, en una situación entre complicada y afortunada, porque habiendo militado desde el ‘68 en la política y desde la perspectiva de la izquierda revolucionaria, estar todavía aquí en esos años era peligroso. De hecho, tengo compañeros y amigos que han desaparecido. Pertenecía a la Juventud Peronista y JTP por parte de mi esposa de aquel momento, participaba de los dos lados, también de la Juventud Peronista del Barrio.
-¿Tuviste que exiliarte a Europa?
Después del ‘74 que hubo una gran represión de parte de la Triple A era complicado incluso en esos años que todavía estaba el peronismo, siguió mi vida militante hasta el ‘78 que me fui a Europa, específicamente a Barcelona. Tenía un primo allí que estaba exiliado y conseguí sobrevivir lejos de Argentina, extrañando, tratando de ver cómo retornábamos en qué circunstancias haciendo una militancia relativa porque los grupos de exiliados en aquellos años, si bien participamos de los trabajos de las movilizaciones ligadas a los derechos humanos, estábamos muy separados no solo por las cuestiones políticas sino por el temor de estar infiltrados por agentes que era bastante común en el exterior.
–¿Y cuándo regresaste a la Argentina?
Volví durante unos meses a la Argentina en el ‘79 y después volvimos con mi mujer de ese momento a fines del ‘81 prácticamente para la Guerra de Malvinas, siempre corriendo los riesgos que implicaba ir y venir, y no tener digamos una mala situación que era posible. Éramos bastante temerarios todos, no teníamos en cuenta el riesgo de vida, era una característica no sólo era Juventud Peronista, sino de la juventud de esos años, todos aspiramos un listón que había puesto el Che Guevara para nosotros eran modelos inalcanzables, pero sí imitables en algunos aspectos.
A fines del ‘81, principios del ‘82 estuvimos acá. Pasó la Guerra de Malvinas, todas esas circunstancias previas a las elecciones forzadas, de alguna forma, por la movilización y por los errores mismos de la dictadura. Creció la movilización popular que sirvió como una herramienta para concientizar a la mayor parte de las clases, media sobre todo, que no eran conscientes de lo que realmente había pasado aquí, esa sería toda la etapa siniestra y oscura previa a la democracia que todos recibimos con alegría más allá de que yo voté a Luder-Bittel por una cuestión de militancia y cercanía al peronismo, a pesar de que eso sí que era hacerlo con la nariz tapada.
–¿Y volviste a regresar a Europa?
Con mi siguiente pareja en el ‘92 estábamos de vuelta en Europa, cuando llegó Carlitos. Allá nuestra participación era a través de un grupo que se llama Retruco. Hacíamos discusiones y debates, ya en el menemismo éramos oposición a Menem. Y teníamos un grupo también ligado a los derechos humanos, no al juez (Baltazar) Garzón directamente, pero sí al de Carlos Slepoy, abogado.
Estábamos en los juicios de lesa humanidad desde España intentando porque cuando cae (el ex marino y represor de la Esma Adolfo) Silingo cae en Madrid, genera mucha movilización en Argentina y a partir de allí empezamos a trabajar en el tema este de los juicios fuera del país porque, no nos olvidemos que en aquella época 1995 los milicos todavía estaban libres, la intención era y luego se confirma llevarlos para juzgarlos. Después volvimos en 2006 con el kirchnerismo, que fue definitivo para nosotros allá y para el pueblo acá.
Acercar la historia popular a los estudiantes universitarios
–¿Cómo empezaste a trabajar en la Facultad de Ciencias Sociales de la UNLZ?
Cuando volví en 2006 a la Argentina, a través de contactos, me acerqué al espacio político de Gabriel Mariotto y empecé a militar en ese espacio. Mariotto, en ese momento, era decano de la Facultad de Ciencias Sociales y me propone hacer una pintura mural, una propuesta de personajes populares que están distribuidos por la Facultad en diferentes paredes, que después fueron ampliándose a medida que iba gustando e incorporándose más.
Pinté algunos compañeros particularmente queridos también por la facultad que formaban parte del staff como Tato Contissa, el Negro González y Alfredo Carlino que aparece también, todavía vivo cuando lo pinto, y bueno personajes que forman parte de la cultura popular, el Eternauta, hay músicos: Tita Merello, Gardel, Goyeneche, Pichuco en un cuadro que recuerda la parte del tango.
Traté de mezclarlos a pesar del antagonismo que habían entre sus personalidades, por ejemplo, meter a Leopoldo Marechal, Borges y Cortázar en la misma imagen, buscando la contradicción en ese café con Homero Manzi o Roberto Arlt representando la ciudad y Hernández el campo. Personas que son importantes en la historia.
–Tu último mural fue el de los Mundiales, que tiene una frase del Eternauta, ¿Por qué la elegiste?
Tiene una frase Héctor Germán Oesterheld de que “no existe el héroe aislado, el único héroe posible es el héroe en grupo” haciendo una referencia también a la historieta creada por él, El Eternauta, que siempre es una especie de metáfora a la dictadura, la resistencia, los personajes de los invasores hacen referencia precisamente a los militares de una dictadura hipotética extraterrestre. Y esa frase se adapta bien porque sino hubiese sido un festejo más.
–¿Y por qué decidiste resaltar o valorizar la idea de grupo?
Creo que la idea de grupo, la gente festejando, jugando a la pelota y que la Argentina surja entre esa serie de participantes… ese rasgo nacionalista, casi te diría familiar, que nosotros tenemos con el fútbol y con cualquier otro deporte, pero en este caso, siendo el fútbol un deporte muy popular que, además, es colectivo: el entrenador, los jugadores, el equipo que acompaña, la mascota, son todos.
Esa idea de grupo que se vea como tal, que sea un triunfo de todos en una medida pequeña. La frase no es nada en especial podría ser de cualquiera, Oesterheld tiene algo más, es un compañero desaparecido, no sólo él, toda su familia, merece una reivindicación en cualquier plan. Y ésta es una manera de homenajearlo también a través del triunfo futbolístico a él.
–¿Tenés algún mural favorito?
Desde el punto de vista espiritual el que más me gusta es el que está Walsh, Discépolo y Evita en la fuente de la Plaza de Mayo. A lo mejor históricamente no lo es, pero la posibilidad de poner a estos tres compañeros tan distantes, a pesar de que pertenecía al mismo espacio, en la fuente como una referencia a la invasión del pueblo en los espacios públicos del poder, me pareció lindo y me quedó en la cabeza.
-¿Tenés algún proyecto para adelantarnos?
Un proyecto personal que propuse es ponerle nombre a los personajes, porque la mayor parte de los jóvenes no saben quiénes son. La gente los ve como personajes cualquiera y si está allí hay que darle el valor que tiene. Antes de que se desdibuje la historia y empiece a convertirse en parte de la imaginación convendría, por lo menos, rescatar que se sepa el nombre y apellido después se sabrá la historia. Si tenés ganas te fijás en Google, pero saber quiénes son.
Por fuera, con mi mujer Nerina estamos trabajando para un museo de María Elena Walsh en Morón, estamos trabajando en los objetos, las esculturas y las cosas que recrean la historia de María Elena.
AUNO-25-6-23
PF-SAM