Sin el patrón de la explotación

Nacidas de las quiebras y el abandono patronal, las empresas recuperadas son una opción para los trabajadores que se quedan sin fuente de empleo. Desafíos y aciertos de un fenómeno que tiene poco más de una década.

Facundo Rodríguez Saura

La escena es casi siempre la misma, en sus distintas variantes: los obreros están en la empresa en la que trabajan, la espalda encorvada, las manos agarrotadas por el esfuerzo. “Las cosas marchan mal”, es el rumor que se extiende como una capa gélida, por toda la fábrica. Nadie comunica nada oficialmente. Un día como cualquier otro empiezan los despidos a granel. De repente se encuentran ante un abismo. La situación económica hace casi imposible que encuentren trabajo en otro lado. La indemnización es posible que nunca la vean, porque la quiebra, muchas veces fraudulenta, se hace para evitar el pago a los obreros. Con familias que dependen de ellos… ¿Qué hacer?

De forma espontánea, una pequeña chispa salta de la cabeza de los trabajadores. Desata un incendio. Si ellos, durante tantos años, esmerilaron las herramientas de trabajo con su sudor, lijaron sus huellas digitales creando con sus nudosas manos productos para un patrón, patrón que los dejó sin laburo ni esperanzas, patrón que abandonó la fábrica… ¿Por qué no tratar de levantar aquél lugar que ya sentían suyo? Esa idea que parece demencial, esa apuesta es la que lleva el germen de la recuperación. Y luego, si tienen suerte, se pueden sentar a dialogar con los dueños y llegar a un acuerdo. En la mayoría de los casos la situación se resuelve a través de la toma, la lucha y la resistencia.

La recuperación de una empresa no es sencilla, pero para entender ese proceso hay que situarse en el momento económico que la rodea. Andrés Ruggeri, director del programa Facultad Abierta de la UBA, explica por qué los trabajadores deciden marchar por ese camino.

En una época donde el 50 por ciento de la población quedó enterrada bajo la línea de pobreza, quedarse sin fuente de trabajo no era una opción. “Hay que ponerse en el contexto de fines de los ’90, y los años posteriores a la crisis de 2001. Era muy difícil conseguir otro trabajo. Era prácticamente pasar a ser un desocupado sin mayores perspectivas. Tratar de preservar la fuente de trabajo era fundamental. Atrás de cada empresa recuperada está siempre la voluntad de tratar de seguir trabajando. Las otras opciones son, por lo menos, tan malas como la de recuperar la fábrica, que ya es un camino difícil”.

Problemas con la ley

Las problemáticas a las que se enfrenta un colectivo de trabajadores que intenta recuperar una empresa son diversas y dependen de cómo haya sido el proceso mismo. Si se llega a un acuerdo con los dueños, se superan la mayoría de los escollos legales. Pero tienen los mismos inconvenientes de base: dificultades económicas para levantar la planta; obstáculos a la hora de reconquistar a los clientes de la empresa anterior e insertarse en el mercado; y personal reducido.

Si no se llega a un acuerdo con los dueños o el síndico y se pasa a tomar la planta, se enfrentan a órdenes de desalojo. Ruggeri sostiene que también los problemas se deben a que “son empresas en quiebra donde en general los jueces lo que tratan de hacer es dar respuesta a los acreedores. Los trabajadores son siempre acreedores, pero también bancos, el mismo Estado, u otras empresas”.

El fenómeno es complejo porque “hay un proceso legal de quiebra que enfrenta el derecho a la propiedad privada con el derecho al trabajo”. En esa situación irregular se encuentra el grueso de las recuperadas, que no tienen titularidad sobre la empresa y, por lo tanto, deben afrontar reclamos judiciales como desalojos o ejecuciones. Ruggeri aclara que “por más que la cooperativa esté regularizada, constituida, pueda facturar y tenga reconocimiento legal, no puede acceder a la propiedad y ni al crédito” porque “los créditos a empresas se dan con algún tipo de garantía propietaria sobre la propia compañía”.

Por su parte, Agustín Ravadan, titular de la Dirección Provincial de Análisis Productivo Regional y Empresas Recuperadas, considera que después de la reforma de la Ley de Quiebras, en 2011, se dio una introducción “muy fuerte” al reconocimiento de la cooperativa conformada por trabajadores. Esa modificación, entre otras cosas, brinda a los obreros la posibilidad de hacerse cargo de la empresa fallida, algo que en la ley anterior era considerado una situación temporaria y excepcional.

Otro de los puntos a favor de la recuperación se da con la posibilidad de compensar los créditos laborales verificados en la quiebra para la adquisición de la planta o las maquinarias. Es decir, que con lo que se le adeuda a los trabajadores, ellos pueden optar por dar por saldada esa deuda a cambio de equipos de trabajo o, incluso, la misma fábrica.

“Desde que se inició el fenómeno de las recuperadas, en 1999 hasta hoy, ha evolucionado bastante la visión que se tiene del fenómeno desde todos los poderes del Estado. Incluso en la misma sociedad, y también desde el Poder Judicial”, concluye Ravadan.

Sin embargo, Ruggeri relativiza esa postura al considerar que las leyes están en contra del proceso de recuperación. En el caso de las novedades introducidas por la nueva Ley de Concursos y Quiebras, “es un proceso muy complicado que no está siendo demasiado beneficioso para la formación de empresas recuperadas”, analiza.

Otra de las herramientas utilizadas son las leyes de expropiación con las que la Legislatura declara de utilidad pública a una empresa determinada y la cede a la cooperativa. “Pero no hay una regularización para esos procesos, no hay una ley que valga para todas las recuperadas sino que son caso por caso, una por una. Toda la cuestión del traspaso de la propiedad privada a la propiedad colectiva o social no está regulada de forma que beneficie a los trabajadores”.

La recuperación

Sumado a todos los inconvenientes judiciales, los trabajadores se enfrentan al desafío de tener que empezar a producir para levantar la empresa. El inicio es lo más complicado porque los cooperativistas se encuentran en una situación límite: la mayoría de las veces no ven un sueldo durante meses, a lo que se suma el desgaste por el conflicto con la empresa.

En ese contexto, es el puro esfuerzo de los trabajadores el que va recuperando la fábrica. Primero, llevándose un magro retorno (así le llaman al salario que, en general, se reparte en partes iguales por todos los trabajadores de las cooperativas). Y luego, aplicando estrategias de supervivencia.

Un claro ejemplo de este proceso es el de la cooperativa Evaquil de Quilmes. En 2002, Alsicon, la empresa anterior, quebró; sus dueños despidieron a los trabajadores y se llevaron parte de la maquinaria. Para recuperar la empresa, los obreros sacaron plata de donde no tenían, explica Raúl Ledesma, socio de la cooperativa.

“En los primeros momentos de la fábrica alquilábamos uno de los galpones en negro, obviamente, y a las ferias de barrio para que guardaran los changos. Esa fue la primera entrada de dinero que tuvo la cooperativa. Después, hicimos de todo: desde vender el cartón que había acá adentro, para que sea capitalizado por la cooperativa, a vender cables que no nos servían. Agarramos un trabajo de una empresa que nos pagaba veintipico de centavos por armar una máscara de soldar. Así empezamos hasta que pudimos poner en funcionamiento la cadena de trabajo de nuestro producto”, detalló. A veces, un subsidio gubernamental ayuda a levantar la situación, algo que era más raro en los inicios del fenómeno de recuperación, pero que hoy se consigue en diversos órganos del Estado: el Ministerio de Desarrollo a través del INAES (Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social), el Ministerio de Trabajo y el de Ciencia y Tecnología.

Triunfos

Gran parte de las empresas recuperadas que nacieron en la vorágine de 2001 hoy ya cumplen más de una década. Ruggeri hace un balance de la situación económica de las recuperadas: “Hay situaciones donde cuesta, donde se cumple la mínima pretensión de seguir trabajando. Y hay otras donde las cosas van muy bien, se superan los niveles de actividad o productividad anteriores. Y en el medio están prácticamente todas las opciones. Depende de cómo quedó la maquinaria, de hasta dónde la quiebra o la estafa que pudo haber hecho el propietario anterior deterioró la relación con los proveedores, los clientes, el lugar en el mercado que tenía esa empresa. En general, en relación al objetivo de seguir trabajando, hay un éxito bastante considerable”.

Ravadan coincide con Ruggeri en que hay una disparidad en el éxito de las empresas que depende de cada recuperada y agrega que existen cooperativas que, “al no tener muchos integrantes y sumado a la particularidad del proyecto, permitió que se adapten a la realidad”; mientras que, en muchos casos, fue el éxito de “la actividad propia, que era una actividad en puja, y eso generó que pudieran tener una gran inserción en su producto”. La coyuntura económica global, tanto en una recuperada como en una empresa tradicional, tiene mucho que ver con la prosperidad de una compañía.

La escena es casi siempre la misma, en sus distintas variantes. En los primeros años, el esfuerzo titánico por levantar la empresa pudo haber parecido mucho hasta para los hombros de Atlas. La lucha y el sacrificio, poco a poco, fueron dando resultados.

“Estuvimos muy mal, no cobrábamos, lo poquito que había lo repartíamos, nos endeudamos muchísimo. Estoy hablando de 2002. Se nos cerraban todas las puertas, imaginate, quién le iba a dar trabajo a un operario”, recuerda Beatriz Espíndola, de la cooperativa Felipe Vallese de Quilmes. Evoca el pasado ensombrecida: “Estamos como está el país, no te digo que estamos súper porque es mentira, pero la vamos peleando. Esto es así, hoy tenés y mañana no tenés”, cuenta con orgullo sobre el presente.

Pero los desafíos continúan: “Estamos tratando de conseguir los papeles (de titularidad), ahora el problema lo tenemos con el síndico, porque quiere el doble de plata. Ahora no podemos afrontar esa deuda. En eso la estamos peleando”. Y remata con una frase que, quizás, resuma el sentir y pensar de todas las recuperadas: “La tormenta ha pasado y nos hemos quedado, como quién diría, a los ponchazos. Hemos salido adelante”.

FRS – EV

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