Miguel Mirra y su búsqueda de una estética para la militancia

En una entrevista con *AUNO*, el director de “Darío Santillán. La dignidad rebelde” explica los aspectos que se combinaron en la realización del documental, que cuenta la vida del militante del MTD asesinado en 2002. La consigna resonante fue «ni biografía, ni panfleto, sino la síntesis de una historia que se convirtió en mito de la militancia juvenil».

Daniela Rovina y Emmanuel Videla

Lomas de Zamora, julio 22 (AUNO).-EL desafío del equilibrista es arriesgado: caminar sobre un escuálido límite para no caer en extremos, sostenerse en el término medio. Un desafío que pocos logran. Algo como lo que el documentalista Miguel Mirra apostó a hacer en su último trabajo “Darío Santillán. La dignidad rebelde”, 90 minutos de la vida del militante asesinado en 2002 durante una protesta social en Puente Pueyrredón, en los que se entrelazan aspectos biográficos matizados con proyectos de transformación social.

Imposible desvincular las facetas de una vida marcada por la constante interpelación de un escenario hostil. Sin abusar de secuencias cronológicas ni caer en las consignas panfletarias, el también coordinador del Movimiento de Documentalistas puso en imágenes el crecimiento y consolidación de Santillán como referente y organizador de emprendimientos sociales y barriales desde la óptica de un chico de veinte años. En diálogo con AUNO, este director oriundo de Lanús esquematizó esa tarea de contar con imágenes lo que ese “hombre nuevo” se animó a contar con hechos.

-¿Cómo fue el primer acercamiento a la historia de Darío?
-Cuando empecé tenía la misma idea que, creo, tiene casi todo el mundo: que era un pibe que lo mataron en la estación de Avellaneda. Una víctima. No mucho más que eso. Entonces Miguel Mazzeo, un teórico e intelectual orgánico de los movimientos sociales, me propuso hacer un documental sobre la vida de Darío, a quien conoció de adolescente. La gente del Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) de Lanús ya tenía idea de hacerlo.
-¿Ellos aportaron material para el documental?
-Si, tenían material de archivo. Fuimos a hablar con ellos a Roca Negra. Acordamos qué se iba a hacer porque antes de colaborar querían saber de qué se trataba. Los compañeros estaban muy contentos porque podían decir lo que querían. Hablaban entre ellos pero nunca tenían la posibilidad de salir (de ese círculo). Decidimos que no fuera una biografía despojada de sus aspectos sociales y políticos, pero tampoco un panfleto.
-¿Cómo encaraste esa disociación?
-Era una cosa delicada. Fue lo primero que hablamos con la gente del MTD. Tratar de caminar por ese andarivel. Darío era un hombre en su tiempo y en su lugar. Sería como una biografía situada. Pudimos bien recorrer ese camino.
-A la vez te acercás a la historia de un chico que adquirió masividad después de la Masacre de Avellaneda…
-Esa “fama” es hacia otros sectores de la sociedad. Entre los desocupados y marginados del Conurbano, Darío ya era conocido. Era un referente a pesar de su corta edad, sobre todo en su barrio. Cumplió un rol de organizador importantísimo. Eso lo fui descubriendo a medida que fui haciendo el documental. Cuando lo terminé llegué a la conclusión de que no fue una casualidad que lo hayan matado a él, lo tenían en la mira.
-¿Cómo entendés el rol las organizaciones sociales dentro de la historia de Darío?
-Son movimientos sociales, pero con objetivos políticos. Esos objetivos son la transformación de la sociedad. Una sociedad con más dignidad. Darío lo decía: “Si, luchamos por los 150 pesos, pero esa no es la solución. La solución es construir una nueva sociedad”. Se daban cuenta que la cuestión no era estar mejor con parches y subsidios. Eran necesarios, pero había que construir otra cosa. Con la bandera de Darío, hoy todos los movimientos no cooptados por el Gobierno se están planteando armar una alternativa política no necesariamente electoral.
-El documental muestra como Darío sintetiza mucho de los objetivos de estos movimientos…
-Darío vive en un conjunto de organizaciones y de militancia social y política muy activa. Representa el “hombre nuevo” del que hablaba el Che Guevara. Parece exagerado. Él fue solidario hasta lo último con su compañero. Era un militante de 24 horas. Así como los movimientos en su forma de organización dicen prefigurar nuevas relaciones sociales, Darío en su vida prefiguró ese hombre nuevo. Con contradicciones, pero con sus contradicciones prefiguraba ese nombre nuevo.
-¿Ese “hombre nuevo” representaba otro matiz de la palabra militancia?
-Lo de Darío nunca fue una militancia fría, dispuesta a cumular por acumular. No utilizaba las consignas para crecer. La suya fue una militancia encarnada porque se movían en el territorio. No era un paracaidista de la política.
-¿Qué te dejó la realización del documental?
-Que se puede. Hay un montón de pibas y pibes que son capaces de pensar más allá de lo mediático, de esta falsa antinomia entre oposición y gobierno. Pensar más allá de los parches y las mentiras permanentes. El legado de Darío es una juventud dispuesta a pelear por otra cosa. Me dejó una esperanza grande. Desde hace un tiempo empezó a subir otra vez la apuesta. En los barrios, la gente empieza a plantearse que esto no es como dicen, empiezan a organizarse otra vez. Vuelven a remontar la cuesta.

EV-DR-AFD
AUNO-22-07-12

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