Megafón como premonición sombría

_Megafón, o la guerra_ es la novela póstuma del «poeta depuesto». Fecunda, la obra ofrece una multitud de temas. En esencia, es la metáfora de los triunfos y derrotas de los proyectos populares. Allí están también los fusilamientos de junio de 1956, y el destino del personaje.

Horacio Raúl Campos

Lomas de Zamora, junio 9 (AUNO) – “La noche había descendido a la casa de Megafón, al barrio, a la ciudad y al mundo”, escribe Leopoldo Marechal, en Megafón, o la Guerra.

Dice también al iniciar esa novela: “Entendí que la sombra de Juan José Valle acababa de nublar la frente de Megafón y humedecer los ojos verdelagos de Patricia”.

La luminosa escritura pone en el centro de los condenados a la penumbrosa contrarrevolución fusiladora del 55, y a la ejecución del general Juan José Valle (1956).

Este junio recuerda otra vez a las víctimas de esas indignas jornadas de sangre propinadas por el golpe civil, militar y clerical encabezado por Pedro Eugenio Aramburu e Isaac Rojas.

Narra hechos políticos acaecidos poco tiempo después de los fusilamientos de junio de 1956. Fue escrita en la segunda mitad de los 60 y corregida por el autor meses antes de su muerte, ocurrida el 26 de junio de 1970.

La novela tiene un Introito a Megafón y diez Rapsodias. Ese prólogo, que según las ediciones tiene de 18 a 19 páginas, encierra una multitud de temas: historia de la materialidad de la escritura, las razones de su redacción, las luchas y los asesinatos cometidos por “los asaltantes históricos del poder y el dinero”.

Está el gran tema de la nacionalidad. Dice el escritor que lo fantástico no existe, porque “la realidad es una y única”, hace mención de fuentes literarias de afuera y de adentro, y se aleja por completo del nativismo borgeano de los veinte, del que Marechal participó.

El personaje, cuenta en el Introito, es un trabajador golondrina, anduvo por varios lugares del país en “peregrinación”, conoció “ritos diabólicos” como la Salamanca, cerca de Atamisqui, y después hace un viaje en un barco carguero porque “necesitaba universalizar ahora lo que ya sabía de su tierra y su pueblo”. (11) “Y así llegamos al mes de julio de 1956”.

Asaltantes del poder

“¿Oyó hablar del ectoplasma en que vuelven a materializarse algunas formas ya perimidas? La contrarrevolución de 1955 tuvo su ectoplasma, y en él se materializaron por modo fantasmal hombres y cosas que habían muerto en el país: figurones de cartón o de lata, políticos ya desintegrados en sus tumbas, asaltantes ya históricos del poder y el dinero”. (15)

La novela póstuma del poeta depuesto es también algo más, mucho más. Es también el carácter épico de lo nacional, otorgado a la resistencia peronista surgida apenas unos meses después de setiembre de ese año.

La parodia, el humor, las alusiones, los milicos gorilas, la oligarquía, la caricatura, la Nación, y la deflagración de las fronteras de la ficción y las realidades político, social y económica están también contenidas (no quise poner estructuran) en Megafón.

Los límites entre la gesta peronista, la conciencia política de ‘Megafón’, de ‘Patricia Bell’ y las del narrador testigo se borronean: En movimiento, adoptan otra vez centralidad en la historia popular contemporánea. Se lee en el inicio:

Los depuestos y los ametrallados

“Desde fines de 1955, les dije, con un pueblo en derrota y su líder ausente, soy un desterrado corporal e intelectual. Y añadí: En nuestra fauna sumergida existen hoy el Gobernante Depuesto, el Militar Depuesto, el Cura Depuesto, el Juez Depuesto, (…) y el Cirujano Depuesto. (…) ¿Y usted qué lugar ocupa en esa fauna?, me preguntó Megafón chisporroteante de malicia. Soy el Poeta Depuesto, le confesé modestamente” (destacado nuestro). (13)

En la casa de Megafón dialogan: “¿Los ametrallados de José León Suárez? Y el fusilamiento del General. Entendí que la sombra de Juan José Valle acababa de nublar la frente de Megafón y humedecer los ojos verdelago de Patricia”. (13)

El escritor, contemporáneo de racistas y xenófobos contumaces, no incurrió en esas violencias contra sujetos sociales débiles, como tantos otros. Tampoco cayó en misoginias.

Está claro que ‘Patricia Bell’ de Megafón es la contracara perfecta (por más de un motivo) de ‘La Maga’ de Rayuela, a quien el narrador (autor, etc.) califica como “caballo de ajedrez”, entre otros insultos.

Premonición

El final de la novela es ya anunciado en el Introito. La vicisitudes de “Megafón” son una premonición sobre lo que habrá de sobrevenir en la historia reciente de la Argentina. Una lectura reclama también que la novela puede ser leída como derrota en una de las batallas. Marechal nació el 11 de junio de 1900, y murió el 26 de ese mes, 1970.

Novela: Leopoldo Marechal, Megafón, o la guerra, Buenos Aires, Seix Barral, 2007.

AUNO 09-06-17
HRC

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