Pablo habla, los alumnos escuchan: “Si quieren poner un auto arriba del escenario lo ponemos. Me chupa un huevo, lo pago yo”. Algunos ríen, otros miran perplejos. Si de hacer teatro se trata, Pablo va al frente con todo lo que tiene. “Mi premisa máxima es la pasión que uno puede llegar a poner en lo que hace. Más allá de lo que te pueda pasar, funciona”, asegura.
Los alumnos sueñan su muestra a lo grande. Lo importante, dicen, es disfrutar. “Se trabaja el teatro por el placer de hacer teatro”, destaca Pablo como una de las consignas del teatro independiente.
Hace 14 años que trabaja en la compañía Banfield Teatro Ensamble (BTE). Allí da clases de teatro; produce, interpreta y dirige obras. Desde el año pasado realiza “Nada más”, un espectáculo de stand up. Como músico integra el grupo Raskoski Hot Club, un sexteto que interpreta swing y jazz de los años ´30, inspirándose en el guitarrista gitano Django Reinhardt y su contemporáneo argentino, Oscar Alemán. Cada fin de semana prepara junto a sus colegas un número de café concert.
Entre 2011 y 2012 protagonizó “El fantasma de Canterville”, dirigida por Ignacio Gómez Bustamante. Antes, en 2009, dirigió “La inundación”. Participó en el ciclo de teatro por TV “Sueño de una noche de verano”, en TV Pública. Además, fue docente en la Municipalidad de Lomas de Zamora, en la Federación de Centros de Jubilados y el Centro Modelo de Rehabilitación de las Adicciones, entre otros lugares.
—¿Con qué vertientes del teatro te formaste?
—Empecé con una premisa muy de teatro físico, con una idea de expresión corporal que tenía que ver con el teatro experimental de Grotowski. Cuando empezamos la escuela de arte trabajamos mucho con el teatro de laboratorio y el antropológico. Con Nelson Valente trabajamos mucho lo que es danza-teatro y teatro experimental, la composición de la escena a partir de una premisa física, de movimiento, abstracta. Mi formación arranca ahí. Después uno va enriqueciendo la paleta de colores. En mi caso fue con el “ir haciendo”. Fui incorporando elementos hasta hacer lo que hago hoy.
—¿Lo que hacés en el concert tiene que ver con esos estilos de teatro?
—Tiene que ver con una premisa de juego, de comedia, de divertir. Desde ahí uno refleja –yo por lo menos— lo que le pasa. Lo que me divierte lo proyecto, valiéndome de todas las herramientas que tengo. Desde ahí se genera un discurso propio del cual luego se puede partir desde la comedia, desde el drama o hacia donde sea. El café concert es un compendio de voluntades y de miradas a partir de las cuales se van formando los diferentes conceptos.
—En las improvisaciones que hacés en el café concert uno observa una impronta muy “del Conurbano”. ¿Por qué esa elección?
—Nos da la posibilidad de hablar de lo que conocemos. Y sobre lo que no conocemos hablamos desde el lugar del desconocimiento. Siempre la mirada desde un punto específico nos da la posibilidad de hablar con conocimiento de eso, si no es parecido a pedalear en el aire. Nos gusta mucho hablar porque toda la vida vivimos aquí en el sur y nos gusta hablar de lo que pasa acá. La gente se siente identificada y eso está bueno: generás empatía con el público.
—¿Es importante para un actor saber varias disciplinas? Te lo pregunto, entre otras cosas, por tu amplio repertorio musical.
—Exacto. Canto, toco el piano, la guitarra, el contrabajo, la batería, el bajo… Saber de todo es fundamental. Son herramientas que enriquecen muchísimo. La musicalidad está en todo. Conocer el lenguaje musical, leer partituras, ayuda. El de la música es un lenguaje muy sintético y muy ordenado. El actor es una esponja: cuantas más herramientas tenga acerca del arte mejor actor va a ser. El que sabe de pintura, de música, de escultura, tiene más. La música me sirve muchísimo para el escenario: es una cuestión básica para entender el ritmo de la escena. Lo ordenás de manera musical, los tonos… Está todo inmerso. Para mí es fundamental. No importante: fundamental. El actor que no sabe música está limitado. Es como el que no sabe danza. Está a la mitad.
—Recién decías que la premisa del concert es “divertir”. Quiero preguntarte por otro aspecto del teatro. Bertolt Brecht dice que “el teatro es un gran arte político”. ¿A qué creés que se refiere?
—El teatro de Brecht es un teatro que encara al público desde una premisa política en cuanto a la contradicción entre la libertad y los elementos que se autoimpone el humano para limitarla. Brecht es uno de los grandes “protestatarios” del régimen nazi en ese momento. Uno siempre está haciendo política. Los que no entienden que la política es el arte de discernir entre una cuestión u otra cometen grandes errores. Siempre estás hablando de cómo te gustaría vivir y qué es lo que podés hacer para vivir de esa manera. Eso es la política. Exponer dentro de una premisa socialmente correcta o socialmente adecuada cuáles son los intereses que defendemos y cómo podemos hacer para que esos intereses sean comunes, aptos para todos y disfrutados por todos. El teatro, en ese sentido, es un gran arte político.
—¿Cómo definirías al teatro independiente?
—Está directamente vinculado con la autogestión. Siempre lo viví desde ese lugar. No se atiene a ningún tipo de parámetro comercial ni político. Trabajamos el teatro por el placer de hacerlo y con los medios que producimos desde nuestras propias posibilidades. Con este teatro empezamos con una premisa absolutamente independiente: no teníamos subsidios. Todo lo que generábamos lo poníamos acá. Desde ahí se produjo este hecho teatral de generar una cosa muy propia, que no tenía que rendirle cuentas a nadie. Lo bonito y lo placentero del teatro independiente es que vive por sí mismo. No hace falta que nadie te esté encima. En cuanto uno lo abandona se muere, como una planta a la que uno no riega. Siempre y cuando vos estés ahí, existe, y eso es lo que nos pasó a nosotros.
—Roland Barthes definía las reglas de lo que él llamaba “teatro burgués”. Decía que primaba lo psicológico, que el mundo era reducido a los problemas de adulterio o de conciencia individual y que, entonces, el público era convertido en espectador pasivo… ¿Cuáles son tus reglas?
—Cada vez tengo menos reglas: es un problema ése. Soy un tipo que se enamora mucho de las cosas. Me parece que el amor es la base de todo. Por ahí suena muy poético, muy pelotudo, pero creo que cuando no amás algo no tenés el corazón metido en eso. Mis reglas son como la lealtad al hecho desde un lugar muy personal. Cuando yo me comprometo con algún proyecto o material lo hago desde un lugar de autoconvencimiento total . Hay una regla que me sirve, la básica: ser sincero desde el lugar donde uno está trabajando. Asumir que yo tengo que decir “esto” acerca de “esto”. Sin condicionamientos externos. Obviamente los condicionamientos externos vienen solos. Hablábamos antes del teatro independiente: el teatro independiente es un compendio de voluntades. En cuanto uno flaquea hay que cubrirlo y cuesta el doble todo. Mi premisa máxima y mi regla sine qua non es la pasión que uno puede llegar a poner en lo que hace. La pasión desde un lugar real, no como término filosófico.
—¿La pasión alcanza para franquear los condicionamientos externos?
—Si sentís que tenés todo tu cuerpo metido ahí adentro, tu cabeza, más allá de lo que pueda pasar, funciona. Siempre me funcionó. No sé, por ahí tengo mucha suerte. Hicimos este lugar de la nada, laburando en lugares de mierda y ganando nada. Y poniendo todo. Seguimos viviendo y se hizo. Hoy esto es un monstruo. Pero no era un monstruo, era una idea que estaba buenísima, pero que todos decían “naa…” en el 2000 viste, estábamos todos con el culo roto y sin embargo salimos adelante, poniéndole onda, poniéndole plata. Es como tener una novia que vive en Pilar y vos estás en Banfield. Si a vos te encanta, te vas a ir a Pilar. Y si quedaste a las siete vas a estar siete menos diez. Te vas caminando. ¿Por qué? Porque vos querés eso. Y te importa tres carajos el 51, el tren, si el auto tiene la VTV o no, vas porque querés es estar ahí. Esto es igual.
—¿En qué consiste tu actualidad artística?
—Estoy trabajando en un proyecto de una película, para el año que viene, con Ana Katz. Iría como actor. Nunca hice cine, así que me encantaría. Ahora estrenamos la obra “El burgués gentilhombre” (de Molière) en el Ensamble. Tengo una familia con un hijo. Estoy alquilando y me aumentaron el alquiler. El teatro me consume mucho tiempo y bien consumido está. Aquí tengo la posibilidad de hacer concerts, obras de teatro, música, trabajo en escenografía también, soy el que hace los diseños y la organización. Y obviamente estoy abierto a propuestas externas, es bárbaro eso.
*Cordonet se presenta viernes a las 21 y sábados a las 23.30 en el BTE, Larrea 350, Banfield.
AUNO 23-05-14
JL-MDY