Descartes apagó el ‘televisor’ de la escolástica medieval

Se cumplen 380 años de la publicación de _El discurso del método_. El filósofo francés pone en el centro al hombre. Lo pone en el lugar que ocupaba Dios. Para José Pablo Feinmann «fue un gesto revolucionario».

Horacio Raúl Campos

Lomas de Zamora, junio 24 (AUNO) – René Descartes publicó el Discurso del método en junio de 1637, en francés, y desechó así el latín, que era la lengua del sistema que se proponía destruir.

Se cumplen 380 años de es escrito, en que pone a la razón como centro de la explicación de la historia. (La frase es de José Pablo Feinmann).

El filósofo francés empieza así su texto: “El buen sentido [sentido común] es la cosa mejor distribuida en el mundo, pues cada cual piensa estar tan bien provisto de él, que aun aquellos que son más difíciles de contentar en cualquier otra cosa, no suelen desear más del que tienen”. (28)

Se entiende que “el buen sentido” que regía en su tiempo (o sentido común para nosotros) y que Descartes ataca es la escolástica medieval, el aristotelismo, Dios, los reyes y demás. Es decir, el poder real. Dice que sentía un vivo deseo de aprender a distinguir “lo verdadero de lo falso”. (37).

Asegura en el Discurso: “(…) Pero inmediatamente después me fijé en que, mientras quería pensar así, que todo era falso, era preciso que yo, que lo pensaba, fuera algo”. (66)

Escribe después: “Y advirtiendo que esta verdad: yo pienso, luego soy, era tan firme y segura, que no podían conmoverla todas las más extravagantes suposiciones de los escépticos, juzgué que podía admitirla sin escrúpulos como primer principio de la filosofía que buscaba”.(66).

Es decir, se proponía ir contra el sentido común, que suele ser un trabajo peligroso en cualquier época de la historia. Lo era también para Descartes. Allí funcionaba la inquisición.

Ir contra el sentido común hoy es ir, por ejemplo, contra todo lo que publica el sistema mediático oligopólico. No pocas veces hemos escuchado decir: “El sentido común es el peor de los sentidos”. O a la inversa. Se pide tener “sentido común” o se apela a eso para reafirmar argumentos.

“(…) Es triste que tantos ciudadanos capaces de apropiarse de su conciencia crítica se vean condenados a repetir las boberías de ese ‘sentido común’ que impone el poder mediático”, escribe Feinmann, en Página 12.

Contradicciones y límites

“Es bueno saber algo de las costumbres de los diversos pueblos, a fin de juzgar de las nuestras más cuerdamente, y que no pensemos que todo lo que está contra nuestros modos sea ridículo y contra razón como suelen hacer quienes nada vieron”. (33) Está bien eso. Allí no hay eurocentrismo.

Lo siguiente parece estar también despojado de eurocentrismo: “(…) Y después, viajando, al reconocer que todos los que tienen sentimientos muy contrarios a los nuestros, no por eso son bárbaros ni salvajes, antes bien, muchos hacen uso de razón tanto o más que nosotros [destacado nuestro] (…)”. (45)

Descartes, sin embargo, en El discurso incurre después en el más crudo eurocentrismo:

“(…) habiendo considerado que un mismo hombre, con su mismo espíritu, de haber sido criado desde su infancia entre franceses o alemanes, resulta diferente de lo que sería si hubiese vivido entre chinos o caníbales (…)”. (45) Feinmann asegura también que eso último es “eurocentrismo”.

Decir ‘no’ en francés

“Me interesa señalar que tengamos muy en cuenta el gesto cartesiano porque fue un gesto revolucionario, y los gestos revolucionarios por nuestros tiempos no abundan, porque son muy pocos los que dicen no (destacado del autor), que fue lo dijo Descartes (…)”, escribe Feinmann.(19)

Todos los críticos coinciden en que Descartes suavizó el texto por miedo a la inquisición. Es razonable.

Descartes escribe en francés y deja de lado el latín. Es coherente, porque ésta es la lengua del sistema al que le dice “no”. Se opone al le bon sens (el buen sentido o sentido común).

El autor de Filosofía y Nación asegura después: “Son muy pocos los que apagan el televisor, la CNN o América on Line. Descartes, por el contrario, apaga el televisor de la escolástica medieval, dice no (…) Como ven, una bandera de lucha. Seamos cartesianos: creamos sólo en lo que nosotros creemos y no en lo que nos hacen creer sofocantemente todo el tiempo por medio de los dogmas establecidos por la revolución comunicacional”. (19)

El filósofo francés temía a la Inquisición y con mucha razón. Por eso se cuidó y salió de la zona de actuación de esa tenebrosa institución. No era para menos: “Pone al hombre en lugar de Dios”, explica Feinmann.

“(…) Descartes no estaba dispuesto a morir por sus ideas como Sócrates, y por eso cuidó mucho de elegir adecuadamente el lugar donde vivir. Abandonó su Francia natal y fijó su residencia en Holanda, un país libre en la época revuelta de las ‘guerras de religión’, que es la época en la que discurre su vida el fundador de la razón moderna”, explica Cirilo Flores Miguel.(11)

Ocurre que Descartes se entera de que a mitad de 1633 Galileo Galilei es arrestado por la inquisición. El pisano había descentrado a la tierra del mundo celeste. Y eso era una herejía.

Descartes nació el 31 de marzo de 1596 en el pequeño pueblo de La Haye, Francia, como parte de una familia de la baja nobleza. Murió el 11 de febrero de 1650, en Estocolmo, Suecia.

Bibliografía

René Descartes, Discurso del método, Buenos Aires, Losada, 1974 (trad. de J. Rovira Armengol).
José Pablo Feinmann, ‘Filosofìa y poder mediático’, Página 12. 10/5/2015.
Cirilo Flórez Miguel, ‘Estudio introductorio’, a René Descartes, El discurso del método, Madrid, Gredos, 2011.
José Pablo Feinmann, La filosofía y el barro de la historia, Buenos Aires, Planeta, 2010. Prólogo del filósofo italiano Franco Volpi.

AUNO 24-6-17
HRC

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