Argentina Arde y el Grupo Alavío, dos precursores de la comunicación alternativa que registró la crisis por dentro

Reivindicación social, proceso de recuperación de fábricas, visibilización de los centros clandestinos de detención, casos de gatillo fácil, marchas y movilizaciones fueron las palabras que más sonaron en los colectivos de contrainformación, que fueron tildados como «una forma de intervención nueva» que estuvieron fuera de la lógica vertical de los medios y donde cada uno era dueño de sus medios de producción para generar información.

Lomas de Zamora, diciembre 19 (AUNO).- Una crisis de la envergadura de la de 2001 quiebra cualquier manera establecida de pensar, ser y sentir una realidad. Las bases teóricas que sostienen a toda práctica (política, social, cultural, psicológica y/o artística, entre otras) se ponen inmediatamente en tela de juicio y el statu quo de la época no resiste a la incipiente catarsis social. Por eso, a diez años del estallido, el arte y la comunicación se conjugaron, se mostraron y retrataron las miserias vividas en el día a día del ciudadano argentino que desesperadamente buscaba una solución, un recurso con el cual sobreponerse a la crisis, una salida. Una demostración artística fue la del colectivo Argentina Arde que seleccionó experiencias, praxis humanas, callejeras en el difícil 2001 a través de sus cámaras para demostrar una vez más que el arte no solamente se aprecia desde la estética misma, sino que también responde y cuestiona tanto a las actividades humanas que le parecen deficitarias como a los medios tradicionales de información. Luego, fueron sumándose otros grupos, que a pesar de los matices que lo diferenciaban, mantuvieron la impronta de militancia, de compromiso social, de producción de información con una estética propia.

Una de las tantas testigo y protagonista de esa experiencia fue la socióloga Silvia Pérez Fernández, que además de registrar el 19 y 20 de 2001, estudió el surgimiento de los colectivos de contrainformación que, según sus estudios, data de 1996, plena época neoliberal, bajo el gobierno del por entonces presidente Carlos Saúl Menem.

“Saqué fotos el 19 por la tarde y la noche, y el 20 por la tarde –-detalló—. Sentí que estaba ante un acontecimiento histórico frente al cual sentía tanto necesidad de sacar fotografías para guardar testimonio, cuanto mirar, observar y ser partícipe de la marcha desde mi barrio (Villa Urquiza) hasta Plaza de Mayo”, explicó Pérez Fernández, acompañada en esos días por compañeros de la Asociación Gremial Docente (AGD) de la UBA.

Por su parte, con el impulso de uno de los postulados fundamentales de la teoría marxista sobre la apropiación de los medios de producción, el Grupo Alavío fundamentó su acción bajo la apropiación de las herramientas técnicas y tecnológicas, como la videocámara y la cámara fotográfica, para luchar por la construcción subjetiva desde los intereses e identidades de la clase trabajadora y de los sectores oprimidos.

Así, uno de los participantes de Argentina Arde y luego de Alavío, Martín Sabio, comenzó a involucrarse en las manifestaciones sociales y populares a partir de la experiencia del colectivo que reunió a fotógrafos, periodistas y profesionales de otras disciplinas.

“Hoy en día es común encontrar espacios de intervención de estas características”, comparó Sabio, en contraste a 2001-2002. “Empecé a participar de otra manera, desde otro lugar. Yo estaba seguro de que tenía que tener la cámara prendida. Todo el que tenía una cámara, registró”, sumó.

“Por ahí uno se vio inserto en una etapa que no alcanza con ir un poquito, había que tomar partido por un montón de cosas que habían quedado abierta a la participación”, detalló.

La forma de transmitir la información a través de las pantallas de los noticieros, muchas veces, no mostraban los reclamos sociales, sino que estaba enfocado desde otro ángulo. Lo demuestra un video de contrainformación que “hicieron los chicos (de un grupo que se unió a Argentina Arde) y que mostraban las imágenes (por un lado) que habían tomado los grupos independientes, que estaban todos del lado de la represión, mientras que (por el otro lado de la imagen) la televisión estaba del lado de la Policía”.

Al reflexionar sobre el rol que tenían los periodistas, fotoperiodistas o todos aquellos que pudiesen registrar la violencia ejercida por parte del Estado, el participante del Grupo Alavío afirmó: “Tenían que haber muchas cámaras por si reprimen”.

FOTOGRAFÍA Y DENUNCIA
A simple vista, las fotografías de Argentina Arde muestran manifestantes con pancartas que llevan leyendas como “Juicio y Castigo” y “Policía Asesina”, entre otras. Denuncias a través de las palabras insertas en la expresión fotográfica. Nada más que las fotos de Argentina Arde no registraron solamente pancartas e insignias de críticas escritas, sino que registran escenas callejeras con gran habilidad. Así, se puede apreciar el perfil de un agente de la Policía que lleva un casco que lo tapa por completo y un machete en sus manos listo para ejercer la violencia que le concede el Estado.

Otras fotografías ilustran las horas de tensión en el Puente Pueyrredón, cuando manifestantes protestaban por justicia para los militantes del partido obrero Darío Santillán y Maximiliano Kosteki –la conocida masacre de Avellaneda— en 2002 cuando por entonces Eduardo Duhalde presidía el Gobierno nacional.

Los cacerolazos a lo largo y a lo ancho de Argentina también tuvieron su proyección en el trabajo fotográfico y videotécnico. Las imágenes demuestran la mezcla de enojo, desconcierto, desilusión de miles de adultos, mayores y jóvenes. Rostros y ojos que miran hacia un horizonte incierto. Escenas petrificadas en fotografías de una época, de la que nadie quiere volver a presenciar, sentir.

EV-AFD
AUNO-19-12-11

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