«En lo esencial, siempre estuvimos de acuerdo»

Discutimos tantas veces como nos amigamos. Nos encontramos por primera vez como alumnos de la carrera de Periodismo de la UNLZ, allá por 1978, pero nos conocimos realmente en esa especie de frontón de la resistencia que fue la BAP, cuando un grupo de unos 20 estudiantes sofocados de tanta represión decidimos alquilar una casa en Adrogué para crear una biblioteca y, allí sí, desatar nuestras broncas oprimidas, soltar sin pudores nuestros miedos más profundos y sentirnos juntos, compañeros frente al temporal, tirándonos sogas cada día y volviéndonos a levantar cada vez que caíamos.

Te nombramos “tesorero” de la BAP, porque una institución sin fines de lucro debía contar con alguien que al menos diera la sensación de que sabía de números. Y vos no tuviste problemas en asumir esa tarea, quizás por tus antecedentes de empleado bancario o quizás porque ya estabas delineando tu camino de periodista especializado en economía.

Allí conocí a Flavia, una mujer con todas las letras, fuerte y sensible, las dos características en su proporción más justa, que compartió y disfrutó junto a nosotros montones de noches de peñas, empanadas y vino.

Después nos recibimos, la democracia llegó y la BAP ya no tenia razón de ser, había muchos espacios donde expresarnos y retroalimentarnos. Yo me alejé de la Universidad, pero vos quedaste enganchado en las aulas que te vieron año tras año al frente de la cátedra de Periodismo Gráfico.

Y después llegó AUNO. Y fueron los tres mosqueteros, vos, Miguez y Videla que durante más de 20 años, con idas y vueltas, pudieron sostener ese espacio de formación práctica imprescindible para todo estudiante de la carrera de Periodismo. Y fue por 2001 cuando me incorporé a la Agencia y me convocaste para el taller de Periodismo Gráfico II.

Ahí volvimos a discutir y volvimos a amigarnos. Pero siempre, siempre discutimos sobre formas, porque en lo esencial siempre estábamos de acuerdo.

Vos, sin términos medios, calificando con rigor y con crudeza, siempre con razones y siempre con la humildad latente para pedir perdón cuando te zarpabas.

Hoy que ya no estás, si pudiera volver a verte y tomar un nuevo café te diría que sos uno de los tipos más calentones que conozco y también uno de los más tiernos. Y que por las dos cosas, te quiero un montón.

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