Daniel se fue de golpe, pero dejó una herencia increíble. Decenas de “chicos” que ya son grandes, que fueron sus alumnos, hoy se desempeñan con gran solvencia en medios de comunicación nacionales, locales o en prensa institucional. Son sus discípulos.
Dedicó gran parte de su vida a la formación de periodistas. Desde que se recibió en la Universidad de Lomas y mientras buscaba su lugar como profesional en los medios. Desde entonces fue un militante del periodismo con compromiso social y político, crítico del poder. O, para decir mejor, de los poderes. Un defensor del lugar del periodista que lucha por sus principios y sus derechos como trabajador.
Compartimos un camino largo, desde aquellos días en la facultad, primero como estudiantes; luego al frente del aula, como docentes; y en la creación de AUNO, junto con Daniel Míguez. Estuvimos juntos en los momentos duros: cuando parecía que todo se caía, nos levantábamos el uno al otro, y hasta nos metimos en terrenos que desconocíamos para crear Comunicar, una especie de salvavidas en la crisis del 2002.
También, hay que decirlo, hubo en tantos años cruces de los que no faltan en gente con carácter tan diferente. Pero por sobre todo, estuvo el respeto y la admiración. Como pasa en estos casos, han quedado cabos sueltos, palabras que merecíamos decir y nunca se dijeron, charlas sin terminar, preguntas que faltaron hacer y ya no haremos.
Daniel, el vacío que nos queda es muy grande. La huella que dejaste no se va a borrar.