Te nombramos “tesorero” de la BAP, porque una institución sin fines de lucro debía contar con alguien que al menos diera la sensación de que sabía de números. Y vos no tuviste problemas en asumir esa tarea, quizás por tus antecedentes de empleado bancario o quizás porque ya estabas delineando tu camino de periodista especializado en economía.
Allí conocí a Flavia, una mujer con todas las letras, fuerte y sensible, las dos características en su proporción más justa, que compartió y disfrutó junto a nosotros montones de noches de peñas, empanadas y vino.
Después nos recibimos, la democracia llegó y la BAP ya no tenia razón de ser, había muchos espacios donde expresarnos y retroalimentarnos. Yo me alejé de la Universidad, pero vos quedaste enganchado en las aulas que te vieron año tras año al frente de la cátedra de Periodismo Gráfico.
Y después llegó AUNO. Y fueron los tres mosqueteros, vos, Miguez y Videla que durante más de 20 años, con idas y vueltas, pudieron sostener ese espacio de formación práctica imprescindible para todo estudiante de la carrera de Periodismo. Y fue por 2001 cuando me incorporé a la Agencia y me convocaste para el taller de Periodismo Gráfico II.
Ahí volvimos a discutir y volvimos a amigarnos. Pero siempre, siempre discutimos sobre formas, porque en lo esencial siempre estábamos de acuerdo.
Vos, sin términos medios, calificando con rigor y con crudeza, siempre con razones y siempre con la humildad latente para pedir perdón cuando te zarpabas.
Hoy que ya no estás, si pudiera volver a verte y tomar un nuevo café te diría que sos uno de los tipos más calentones que conozco y también uno de los más tiernos. Y que por las dos cosas, te quiero un montón.