Por Analía Cáceres
Cerca de las vallas se podían ver manos desenfrenadas al ritmo de la música, apuntando al cielo, y sobre ellas, una espesa nube de tierra que se formó de tanto saltar sobre el pasto. Unas horas antes, el ambiente era muy diferente en la primera noche de la Fiesta Familiar Carnaval 2023, organizada por el Municipio de Lomas de Zamora.
A las 5 de la tarde, el sol se sentía en la nuca. Sin embargo, el Parque Municipal Eva Perón estaba atestado de visitantes: mujeres con niños, grupos de adolescentes, algunas parejas y muchas familias, que coincidieron en que esta Fiesta sería la salida ideal para el fin de semana largo.
Para ser carnaval había poca agua y, sobre todo, poca espuma. El ambiente estaba tranquilo, muy familiar. El césped se observaba intacto en ese entonces. Los corsos con música fuerte y alboroto quedaron en el tiempo.
Había dos entradas a la Fiesta: una por General Frías y la otra por Molina Arrotea. Por Frías salías justo al escenario y te salvabas de estar empujando para conseguir un lugar. Al costado de las tablas estaban las gradas, lugar preferencial para quienes eligen ver la comparsas y además había un lugar pensado para personas con movilidad reducida, que estaba siendo muy utilizado.
Lejos del escenario se encontraban los puestos de la tradicional Feria de Colectividades y, por supuesto, lo que más salían eran los licuados. El alcohol estaba prohibido dentro del Parque Eva Perón, y como si fuera tiempo de la Ley Seca, los más jóvenes se enloquecían por conseguir al menos una cerveza helada para aplacar el calor. Algunos muchachos se animaban a probar suerte y pedirles a los haitianos algo de vodka o de ron.
Casi llegando al final de los puestos había un stand que te dejaba elegir algo con alcohol. La transacción debía ser muy prudente y, a la hora de preparar la bebida, el barman cuidaba que nadie vea la botella de alcohol. La botella no tiene etiqueta, podría simplemente ser agua en un recipiente de vidrio, pero no lo era y, en un fluido y veloz movimiento, como si estuviera sacando alguna especie de arma le tiraba un chorro de vodka al vaso que rebalsaba de coco y leche condensada.
Se escuchaba a los pibes hablar:
—Para mañana traemos vodka nosotros en una botella de agua.
***
Empezó a cantar El Polaco y las personas todavía estaban bastantes dispersas, sentadas en reposeras o tomando mates debajo de algún árbol. Todavía era muy temprano, el único que parecía vivir el show era un hombre que estaba parado en las gradas. Todos alrededor de él estaban sentados, pero eso no pareció importarle. Él estaba agitando los brazos y cantaba tanto que se le marcaban las venas del cuello.
El público estaba esperando a que sonara «Deja de llorar». Cuando llegó el momento del hit, algunos grababan con el celular y otros coreaban pero no estaba la emoción esperada … ¿Qué iban a ver la lomenses?
Ya son las siete de la tarde pasadas y el sol se esconde.
De repente, se escucha una trompeta y los que estaban haciendo las filas para el baño salen corriendo. Son Los Auténticos Decadentes. Abrieron con «Somos» y siguieron con «Los piratas», clásicos del carnaval carioca, infaltables en los cumpleaños de 15 años y casamientos.
La luna fue testigo de cómo las manos comenzaron a levantarse y apuntar al cielo. Los brazos se agitaban y el polvo no dejaba respirar bien. Las zapatillas ya estaban pintadas de marrón, sin importar de qué color eran. La gente empujaba, saltaba, cantaba. Los rostros estaba rojos, repletos de transpiración. En ese momento, sí, había espuma.
La tierra del piso se levantaba furiosa por los aires, parecía un verdadero rodeo norteamericano. Había banderas flameando y, a lo lejos, se veía un casco de moto siendo agitado. Los padres cargaban a sus hijos en los hombros, y si querías empujar, lo ideal era ir adelante y al medio.
Cucho, perro viejo y la banda, lo estaban dejando todo y se notaba.
Suenan todos los clásicos uno atrás del otro, pero el punto cúlmine del recital apareció cuando sonó «El murguero». La euforia fue total, niños y adultos, todos a un mismo ritmo. Se cantaba al unísono «es tradición de mi pueblo herencia del negro que aquí llegó», se dejaban los pulmones, como si fuera el último carnaval.
Los chorros de espuma caían en el pelo, en los ojos, como si fuera nieve. Los más grandes sabían toda la letra y los que no se la sabían la sentían de alguna manera. Sonrisas, gritos y diversión. Vale la pena esperar todo un año para un momento así.
El clima baja con «Un osito de peluche de Taiwan» y termina con «Y la banda sigue».
El campo se empieza a vaciar. Algunos vinieron para ver a Los Auténticos Decadentes y otros llegaban recién para escuchar a Mario Luis, pero sin duda, el momento de la noche se lo llevó el «tu-ta tu-ta».
AUNO-22-2-23
AC-SAM