Lomas de Zamora, noviembre 28 (AUNO).- El revisionismo histórico tiene un nuevo capítulo, esta vez a nivel local. “Masacre de Pasco” se llama el libro que la escritora y docente Patricia Rodríguez realizó sobre el asesinato de ocho militantes y vecinos llevado a cabo por un comando de la Triple A en marzo de 1975.
La versión conocida hasta el momento no era tan exacta como lo revela en el trabajo de la autora. Imprecisiones en lo que respecta a la cronología del raid criminal del comando parapolicial y errores en la cantidad de víctimas son algunas de las correcciones que realizó Rodríguez en lo que es “el fruto de diez años de trabajo”, tal como afirmó a AUNO.
“Fue un laburo duro, de muchos años de recorrer la zona, charlar con los vecinos, investigar lo que había publicado la prensa escrita, consultar el archivo de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPBA), entrevistar a los familiares de las víctimas, así como también a los militantes compañeros.”
“Masacre de Pasco” expone a través de sus páginas que los asesinados durante el raid parapolicial no fueron nueve como siempre se aseguró, sino ocho. “Siempre se lo mencionó a Omar Caferatta como uno de ellos, pero él estaba exiliado en Australia al momento del hecho, y falleció ahí en la década de 1980. Tengo cartas que confirman este hecho”, sostuvo Rodríguez.
“Fue un plan sistemático, que partió de la central de Capital de la Triple A comandada por (el secretario privado de María Estela Martínez de Perón) José López Rega. El objetivo era desbaratar un proceso revolucionario, paralizar a las fuerzas progresistas de Lomas de Zamora”, consideró la escritora.
El trabajo también refiere al papel que cumplió el por entonces intendente lomense, Eduardo Alberto Duhalde, que según versiones nunca confirmadas fue uno de los que complotó contra los militantes de la JP. Rodríguez explicó que “a los pocos días de la masacre, un grupo arrojó volantes en la calle en los que acusaban a Duhalde como el responsable político, por acción u omisión”. Algo que no pudo confirmarse.
No obstante, afirmó que este aspecto es uno de los que “debe ser profundizado” y lamentó no poder contar con “una estructura como para investigar más a fondo el episodio”. A pesar de esa autocrítica, Rodríguez calificó a su trabajo como “la primera bibliografía profunda y seria sobre el tema en Lomas de Zamora”.
A lo largo del libro, la autora explica con detalles los movimientos del comando y la sucesión de secuestros iniciados en la avenida Pasco, en la localidad de Temperley. Este es otro de los aspectos que fueron rectificados.
El primer destino fue la casa del concejal y militante de Montoneros Héctor Lencina, quien se encontraba con el cafetero del Concejo Deliberante local Aníbal Benítez. Ambos fueron trasladados en alguno de los autos, que según las versiones van desde tres hasta siete y hay relatos que incluyen a un micro.
Luego del secuestro de Lencina, ocurrido a eso de las 20, el comando parapolicial vio correr a dos jóvenes de entre 16 y 18 años, los hermanos Alfredo y Eduardo Díaz, que habían visto el accionar y decidió agarrarlos para evitar que avisaran al resto de los buscados.
Tras la primera parada, los secuestradores fueron en busca de la concejala Irma Santa Cruz, cercana a Osvaldo Mércuri, quien no se encontraba en su domicilio. Sin embargo, allí estaba otro de los señalados por la Triple A: el ex secretario de Santa Cruz, Héctor Flores. “Era muy contestarlo, uno de los referentes del barrio Los Pinos y días antes había encabezado una marcha para reclamar por las escrituras de un predio”, describió Rodríguez.
Luego, se dirigieron a la casa de Germán Gómez, un referente barrial de la JP. El comando, se cree que por error, ingresó en la vivienda contigua y se encontró con Rubén Maguna, un hombre sin militancia política, pero que ante la irrupción salió a defender a su mujer embarazada. Los hombres de la Triple A “se encontraron con un hombre que reaccionó inmediatamente” y decidieron llevárselo.
La última parada prevista por el comando fue la casa del militante de la JP Omar Caferatta, pero no se encontraba en allí ya que se había exiliado en Australia. Al arribar al domicilio, encontraron a la segunda mujer del militante, Gladys Martínez, a quien acribillaron en el acto. Según algunos relatos recogidos por Rodríguez, dentro de la casa habría habido otra persona, de la cual no se tiene información.
Una vez concluida la etapa de secuestros, el comando procedió al traslado de los hombres a un baldío ubicado entre las calles Santiago del Estero y Sánchez. “Les ordenaron que se pongan de rodillas, para ejecutarlos. Algunos vecinos relataron que los militantes se rehusaron y que algunos gritaron consignas como ‘Viva la Patria’ o ‘Si me tienen que matar, que me maten de pie’”, cuenta “Masacre de Pasco”.
Tras la ráfaga que asesinó a los secuestrados, los cadáveres fueron apilados y dinamitados. “Quedaron restos humanos colgando de los cables, sobre las terrazas de las casas de la zona”, explicó Rodríguez y aseguró que “los vecinos quedaron traumatizados. Aún hoy les cuesta afrontar esta situación”.
Pasados más de 36 años de esa masacre, el libro intenta rever detalles imprecisos y ahondar en lo que fue uno de los episodios más trágicos de la militancia en el país.
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AUNO-28-11-11