Afuera ruido. Adentro silencio. Afuera bocinazos, autos frenando, sirenas sonando, albañiles trabajando. Adentro silencio total. Afuera gente gritando, peleándose. Adentro resuena a lo lejos, no tan lejos, la risa de dos nenes y el afuera ya no importa.
Los nenes suben las escaleras jugando. Cesar —su papá— va atrás. Llegan a la puerta, Sebastián los ve y se aleja. Les abre y pasan. Los nenes con sus pelos largos y sus sonrisas pintan pedacitos de una caja. Cesar le compra unas revistas a Sebastián y se sienta con sus hijos a dibujar un rato. Pasa al baño y anuncia que se van. Sebastián les abre la puerta y las risas de los nenes se pierden en la inmensidad del edificio casi vacío, casi porque solo cuatro personas quedan en él.
César es uno de los 3.700 vendedores registrados de Hecho en Buenos Aires, la revista que venden personas en situación de calle o vulnerabilidad. De los 50 pesos que cuesta, 15 pesos son para la empresa social y 35 pesos para Cesar, el vendedor.
La base de operaciones ocupa el segundo piso de un gran edificio abandonado. Lo único que tiene vida, y mucha en unos cuantos cientos de metros, es un oasis en un pequeño desierto. Los distintos sectores de la empresa social están distribuidos de manera que se aproveche cada centímetro del lugar convirtiéndose así en un gran laberinto dividido con durlock blanco y grandes ventanales.
Sebastián Barrionuevo es el coordinador del área de distribución y ventas y también es alto, flaco e hiperactivo. No se queda quieto ni un solo momento durante la recorrida por el lugar: si sus pies no se movían lo hacían sus ojos o sus manos. “Cualquier persona que tenga una necesidad laboral, esté en situación de calle o no, puede acceder a este trabajo o cualquier otro servicio que la revista ofrece”, asegura. E*s que desde 2008, Hecho en Buenos Aires brinda asesoramiento legal, talleres de arte, de formación y de salud.* También tienen servicio de duchas y hasta pequeñas cajas de ahorro donde los vendedores pueden dejar algo de dinero.
La tirada mensual de la revista que, según Sebastián, “tiene una postura política que trabaja con la solidaridad, la autogestión y el cuidado de los recursos naturales”, suele ser entre 10 mil y 13 mil. Hecho en Buenos Aires tiene empresas que les donan algunas cosas que funcionan como incentivo para los vendedores que más venden. Este mes-octubre 2018- Arredo les dio mantas y Marolio comida.
Mientras César guarda las revistas en su mochila verde y desgastada, Sebastián se fija que su credencial no esté vencida y que coincida su punto de venta establecido con el que figura en ella. “La zona de venta es fija, tienen que estar en ese lugar porque la idea esque la gente que le compra cotidianamente la revista los reconozca, que en el barrio sepan que la vende en ese punto”, explica después Sebastián.
“Es un proyecto social no partidario que tiene como fin buscar que la gente que está en situación de calle o que tiene problemas graves económicos, de salud, legales o habitacionales pueda salir o mejorar esa situación”, asegura el guía, mientras limpia la mesa que hasta recién ocupaba un vendedor para comer. “La familia de Hecho” en Buenos Aires “brinda una contención general”, concluye orgulloso Sebastián.
De hecho, el 80 por ciento de los vendedores sobrevive con los ingresos que tienen gracias a la revista. La empresa social comenzó a funcionar a mediados de 2000 en el barrio porteño de San Telmo y desde entonces nunca más paró. Gracias a los 15 colaboradores que trabajan ad honorem, entre los que se encuentra Sebastián, Hecho en Buenos Aires se ha convertido en uno de los referentes de la economía popular en el país.
AUNO 21-11-2018
GM-AFG
(*) Nota realizada para Taller de Periodismo Gráfico