(AUNO-TERCER SECTOR*) El humor, la sonrisa, el baile y los malabares no vienen en tabletas. Tampoco se venden en las farmacias, aunque no desaconsejan su uso excesivo. Por eso, el curso de capacitación en recursos recreativos, lúdicos y expresivos a cargo de un equipo de la Dirección de la Niñez del gobierno porteño se propone enseñar las técnicas teatrales del clown como complemento a la terapia médica en los hospitales de niños de la Ciudad.
“Nuestra tarea parte del principio de defender el derecho básico de los niños a la recreación”, sostiene con convicción uno de los directores del proyecto, Alejo Montoya desde la casa “#732;Puerto Pibes”#8482;, donde desarrollan su tarea al lado del complejo de Parque Norte. Según el técnico en recreación, clown, mago y murguero, el objetivo del curso introductorio es enseñar a que se conozca el trabajo en los hospitales, aunque no tenga salida laboral. “Se trata de saber cuánto tiempo pueden soportar estar en un hospital, saber cuánto ruido se puede hacer, las normas de higiene y ese tipo de cosas”, enumera. Los que asistan a estas ocho clases de tres horas también podrán aprender diferentes técnicas teatrales que ayuden “a sacar el personaje que llevamos adentro”.
De las 25 personas inscriptas a las clases, dentro de un cupo de 30, un 80 por ciento ha tenido alguna experiencia en trabajo social. Sin embargo, el trabajo en hospitales puede no ser para cualquiera. “No se trata de tener fortaleza frente a situaciones duras, sino de tener sensibilidad”, aclara Montoya. La idea sería incorporar emociones al trabajo para poder encarar el tratamiento “desde otro lado”. Para lograr este objetivo cuentan con la experiencia de la clown, cantante y capacitadora Ligia Liberatori, quien realiza desde 2000 estas mismas actividades en hospitales pediátricos de Alemania. Ella y Pablo Ursul serán los profesores del curso y con Montoya dirigen esta iniciativa bajo la dirección teatral del actor Walter Velázquez.
El ciclo, cuya inscripción cierra el 1º de abril, es gratuito e incluye visitas y observaciones a los distintos hospitales de niños de la ciudad de Buenos Aires, en las que, no obstante, no actuarán los asistentes al curso. “Es más para que vean las actuaciones de Ligia y las nuestras”, explica Montoya, y agrega que “en ocho clases no tenemos la capacidad para conocer en profundidad a la gente”. Estas clases tendrán lugar de 10 a 13 en la misma sede de Puerto Pibes los lunes y miércoles durante todo abril.
Más allá de las limitaciones en el alcance de este trabajo, Ursul y Montoya presentaron hace un año un proyecto de ley en la legislatura porteña que busca valorizar el rol del payaso en los hospitales públicos. “La idea es armar un grupo de cinco payasos y un coordinador, más un terapeuta que haga contención”, explica. Con esto buscan que el mismo Gobierno porteño contrate a los clowns para que “vayamos dos veces por semana a los hospitales”. Así las cosas, ya lograron que el proyecto tenga media sanción. “Ojalá podamos contar con algunas de las personas que terminarán este curso que vamos a empezar”, se ilusiona. A largo plazo buscan lo que consideran un hermoso sueño: “Que podamos formar payasos adolescentes que ayuden en barrios de bajos recursos”.
Con respecto a las características de los inscriptos, Montoya explica que “no hay ningún profesional de la salud, de hecho nadie en el curso lo es”. Es que es inevitable relacionar estas actividades con la de los Payamédicos, aquella agrupación conformada por profesionales de la salud que con una dosis de vocación y otra de formación artística recorren las salas del Hospital de Clínicas, el Rivadavia y el Udaondo robando sonrisas a los niños internados. Se inspiran en el famoso doctor norteamericano Hunter “Patch” Adams, que el actor Robin Williams hiciera conocido con la película basada en su vida. Este grupo prueba distintas herramientas y estrategias para estrechar la relación entre el médico y el paciente. En esta propuesta, los médicos convertidos en payasos serán de la partida. “Los invitamos para que compartan con nosotros sus experiencias”, cuenta. Así, con esta iniciativa, tal vez sea cierto aquello de que “una pena compartida es media pena”.
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Puerto Pibes
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Dirección: Avenida Intendente Cantilo y Pampa, junto a Parque Norte.
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*Agencia Universitaria de Noticias y Opinión
Revista Tercer Sector