Sarlo y una crítica neocolonial sobre Borges

Sarlo publicó un libro sobre Borges en 1993. Allí se halla contenida la ideología política neocolonial de la escritora, que en estas semanas se vio envuelta en una polémica a raíz
del plan de vacunación contra el COVID-19. La reseña del libro fue publicada en 2011 en la revista El Cruce, editada por la Facultad de Ciencias Sociales (UNLZ).*

Beatriz Sarlo escribió el libro Borges, un escritor en las orillas*, que es el resultado de cuatro conferencias que dio en 1992, en la Universidad de Cambridge. El eje básico que plantea la autora es que Borges “no se instala del todo en ninguna parte: ni en el criollismo vanguardista de sus primeros libros, ni en la erudición universalista de sus cuentos, falsos cuentos, a partir de los años cuarenta”.

Se justifica así el título: Borges está “colocado en los límites, es el escritor en las orillas [destacado nuestro], que al mismo tiempo es cosmopolita y profundamente nacional”, oposición que ve como una “tensión”. Como Sarlo es de un país que era y es semicolonia de los británicos y de otras potencias violentas, las conferencias las dio en inglés, que no es una tontería, sino señal inequívoca de que se siente súbdita. Lo dice ella.

A un profesor británico jamás se le habría ocurrido cambiar su lengua en una situación inversa o quizás sí lo hubiera hecho porque en definitiva pertenece a una nación y no a una semicolonia. En definitiva, lo central no es la lengua usada en la conferencia, sino lo que se siente, piensa, la ideología desde donde se ubica.

Inicia el ensayo con una zoncera: En el capítulo Cosmopolita y nacional dice que Borges “ha perdido su nacionalidad” y que navega “en la corriente universalista de la ‘literatura occidental’”. Se confiesa “una provinciana ingenua” por no haber sabido que los libros de Borges se hallan en los anaqueles de todas las librerías inglesas que recorrió. Zonceras puras. Provinciana ingenua, en Sarlo equivale a tilinga, besamanos, súbdita, cipaya.

Comprobó en el corazón de la piratería mundial que “algo de Borges se diluía en este proceso de triunfal universalización”. Profundiza esa desatinada línea al afirmar que “leer a Borges como un escritor sin nacionalidad es un impecable acto de justicia estética”. Otra zoncera. Borges visto así es un impecable acto de mala fe. La frase «un impecable…» suele ser un lugar común de la crítica, como escribir «siguiendo a…» o «remite a…».

Sarlo rechaza con llamativo énfasis la posibilidad de restituir a Borges “a un escenario pintorequista y folclórico”, es decir “argentinizarlo”. Sin embargo, para un escritor inglés o francés no existe algo más apasionado que leer y escribir libros sobre su país y sus pueblitos. Sí se puede rechazar un nativismo xenófobo como se dio y se da en toda la historia de la Argentina realizado por escritores que piensan como Sarlo.

Lo paradojal del planteo reside en que este esquema mental es sostenido por alguien que se presenta a sí mismo como “intelectual latinoamericana de izquierda”. Talvez no sea nada paradojal. En realidad, la «izquierda» por estas tierras suele ser apenas pequeña burguesía académica sarmientina, mitrista y, por supuesto, gorila antiperonista.

Pero, en dos líneas tira abajo todo lo escrito antes: “No existe un escritor más argentino que Borges: él se interrogó, como nadie, sobre la forma de la literatura en una de las orillas de occidente”. Ubicarse en las orillas es reconocer un centro. En ese caso es Europa, roída por sobredosis de neoliberalismo y en absoluta decadencia.

La inestabilidad que rige al ensayo está también: “Leer a Borges como un escritor sin nacionalidad es un impecable acto de justicia estética” y se contradice: “No existe un escritor más argentino que Borges”.

Borges no siente nostalgia por la ciudad criolla, como dice Sarlo, sino por la ciudad puerto de espaldas al país, por el patriciado que vivía en el sur de Buenos Aires, en el siglo XIX; y por la orilla sur del Salado bonaerense, donde nació el mundo estancieril. Por eso Borges poetizó tanto el Sur.

Sin embargo, me gusta más el Borges de los veinte, el yrigoyenista, el que escribió El tamaño de mi esperanza, Evaristo Carriego, el le prologa el libro El Paso de los Libres, de Arturo Jauretche. En fin, el que trabajó en la campaña electoral de las elecciones de 1929 a favor de Yrigoyen. En El tamaño de mi esperanza se pregunta: «¿Qué hemos los argentinos? El arrojamiento de los ingleses de Buenos Aires fue la primer hazaña criolla, tal vez (…). La Santa Federación fue el dejarse vivir porteño hecho norma, fue un genuino organismo criollo que el criollo Urquiza, sin darse cuenta de lo que hacía, mató en Monte Caseros» (p.11). [Las negritas en el original].

La política

En el capítulo La fantasía y el orden, escribe: “En la medida en que Borges es un extranjero a la literatura universal (…)”. En otra parte del libro Sarlo se desdice porque Borges navega “en la corriente universalista de la literatura occidental”. La tradición en la que escribe Borges es la Occidental, como somos el occidente del Occidente, entonces es también nuestra tradición. La tradición occidental no tiene nada que ver con aquello de «mundo libre» u «occidente libre» propalado por las potencias imperialistas.

Sarlos recurre luego a la deshonestidad cuando escribe que Borges “siempre trató de preservar su literatura como espacio libre de pasiones inmediatamente políticas”. En mucha escritura Borge canta a sus antepasados devenidos milicos unitarios, habla del corralón yrigoyenista y narra la historia argentina en pocas líneas; ataca a la historia, a las Montoneras proteccionistas y al peronismo; se mete de lleno con civilización y barbarie, entre otros temas políticos y poetiza a favor de Inglaterra.

En el capítulo La cuestión política, el tema vuelve con el fin de modelar un Borges químicamente puro, cuando la riqueza reside en lo contrario. Sarlo fija su postura política cuando agrede al escribir “violencia montonera” y a los unitarios los llama “fracción modernizante”. Su cerraron le impide ver, o juega a no ver, que en Europa la relación entre las letras y la política es una práctica que se ejercita sin disimulo.

El orden y el realismo

Sarlo atribuye a la presunta “fracción modernizante” haber impulsado el “orden y hegemonía sobre los poderes hasta entonces autónomos; orden y liquidación de las insubordinaciones regionales y del indio”. Se entiende por qué Sarlo tributa a los medios paquidermos angloporteños. Cuando la guerra era y es entre unitarios (librecambistas, probritánicos, masones) y federales (proteccionistas, católicos, hispánicos).

El ensayo de Sarlos pretende dar una versión de Borges donde pide no verlo asociado a la estética del realismo. Borges desmiente a Sarlo porque en el prólogo a El Informe de Brodie el autor escribe: “Fuera del texto que da nombre a este libro (…) mis cuentos son realistas (…). Observan todas las convenciones del género”(1).

Se trata de una vieja lectura de Borges informada por la vieja y falsa dicotomía de civilización y barbarie y por la vetusta historiografía oficial mitrista.  El libro no está a la altura de exámenes profundos de Borges como los hechos por Raúl Scalabrini Ortiz, Ángel Rama, Enrique Anderson Imbert, Ramón Doll, Adolfo Prieto, David Viñas, Jorge Abelardo Ramos, Juan Gelman, José Hernández Arregui, Arturo Jauretche, Blas Matamoro, Pedro Orgambide y Juan José Sebreli, entre otros, reunidos en el libro Antiborges (Martín Lafforgue comp., 1999).

1 Jorge Luis Borges, ‘El informe de Brodie’, en El Informe de Brodie, Buenos Aires, Planeta, 2001, pp. 6-7.

*Fragmento de la reseña del libro de Beatriz Sarlo, Borges, un escritor en las orillas, Buenos Aires, Seix Barral, 2003. Escrita en 2004 para el Seminario Investigación en Literatura, a cargo de la doctora en letras María Mercedes Rodríguez Temperley, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Lomas de Zamora.

Publicado por la Revista El Cruce (editada por la FCS, UNLZ), agosto de 2011, año 3, nº 15, p. 40.

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