Messi jugaba en el ‘Taladro’ y le decían ‘Garrafa’

Martín Voogd En 2001 casi nadie sabía que existía Lionel Messi. Su fama se limitaría, se estima, al entorno familiar, Rosario, y La Masía, el lugar donde trabajó con las inferiores de Barcelona y terminó de pulirse como diamante, tratamiento hormonal de por medio… Messi, sin embargo, jugaba en Banfield. No era veloz como lo […]

Martín Voogd

En 2001 casi nadie sabía que existía Lionel Messi. Su fama se limitaría, se estima, al entorno familiar, Rosario, y La Masía, el lugar donde trabajó con las inferiores de Barcelona y terminó de pulirse como diamante, tratamiento hormonal de por medio… Messi, sin embargo, jugaba en Banfield. No era veloz como lo es la Pulga, pero manejaba su zurda con similar talento. Y lo hacía en las canchas del ascenso, no en los billares europeos… No era el mejor del mundo, estaba claro, pero le bastaba y le sobraba para hacer felices a sus feligreses. Se habla de José Luis Sánchez, el cerebro del Taladro que volvió a Primera luego de cuatro años de padecimientos en la B Nacional. El Gordo (el mismo que en una pierna y con la casaca de El Porvenir había amargado a Banfield en un torneo reducido) sacó a relucir su repertorio de magia para que la tortuosa estadía en el fútbol de los sábados llegara a su final. Porque desde entonces nunca más se volvió a perder la categoría. Y mucho tuvo que ver ‘Garrafa’…

No se trata de ser injustos con Lucchetti, que luego fue partícipe de la alegría mayor con la vuelta olímpica en el Clausura 2009. Tampoco con ‘Archu’ Sanguinetti, el gladiador de las mil batallas, que puso el alma y todas sus agallas al servicio de la verde y blanca. Ni con el Gato Leeb, cuyos goles generaron disfonías crónicas en Peña y Arenales y sus alrededores, ni con los otros héroes de aquella campaña con ‘Mané’ Ponce como DT… Garrafa, en cambio, entró en la dimensión de las leyendas.

Porque el crack de Laferrere, el que heredó el apodo por el oficio de su padre, agarraba la pelota, se plantaba, y nadie se la podía sacar. En el Florencio Sola y en cualquiera de los otros estadios de la categoría. Porque él la llevaba atada en la zurda, sin necesidad de mirarla. Nunca hacía una de más. Porque la jugada, sin exagerar, siempre terminaba con una ovación. Tenía todo para ser amado por los propios. Tenía todo para ser odiado (y admirado, por supuesto) por la contra. Gracias a él, Banfield volvió a Primera. Un año más tarde, también gracias a él, ya secundado por Josemir Lujambio, le hizo una gambeta (obvio) al fantasma del descenso. Esa ya es otra historia. Ahora, como siempre, es tiempo de rendirle tributo al equipo que corrió desde atrás y terminó dejando de rodillas al resto, incluido el temido Quilmes, en el Centenario. Como Maradona en la Selección de México ’86… Como Messi en el Barcelona. Ese Banfield inolvidable de 2001 tuvo un prócer: Garrafa Sánchez.

AUNO 19-05-11
MFV

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