Marihuana medicinal: el día que Emiliano se rió con la Pantera Rosa

Valeria estaba desesperada porque no conseguía los medicamentos para sus hijo epiléptico. Probó con aceite de cannabis. Fue un vuelco en la vida de Emiliano. Desde la organización Mamá Cultiva, su mamá pelea por la legalización.

Pilar Safatle

Lomas de Zamora, noviembre 18 (AUNO).- Emiliano nació a las 12.55 del sábado 11 de marzo. Pasadas las dos de la tarde ya había tenido tres convulsiones. Más tarde tuvo más. Y después más. Sabril es el nombre del primer anticonvulsivante que le dieron, al que no respondió. Luminal el que le dieron después. Tampoco respondió. Que le tenían que inducir un coma, le dijeron a Valeria. Que si no sedaban a su hijo en ese mismo momento –-el primer día de su vida-– podía terminar con muerte cerebral. Que un hijo dopado era todo lo que podía tener por ahora.

Pasaron más diez años y Emiliano tiene epilepsia, además de un retraso madurativo. Su condición médica lo obliga a tomar alrededor de cinco anticonvulsivantes diarios, acompañados de fármacos psiquiátricos; si no lo hace, indefectiblemente tiene convulsiones e inevitablemente corre peligro su vida.

Un día, Valeria se quedó sin la medicación de Emiliano (no es sencilla la rutina burocrática que requieren tantos medicamentos). Era un fin de semana largo y por eso lloraba en la puerta de la farmacia.

En la cabeza de Valeria había quedado retumbando un artículo de 2014 de la revista THC, que explicaba la estrecha relación entre la epilepsia y el aceite que se extrae de la planta de cannabis. De hecho, un amigo de su familia convive con HIV y utiliza el aceite para paliar las contraindicaciones que trae consigo la batería de medicamentos que tiene que tomar. Por eso, ante la desesperación, Valeria le pidió a su marido que lo contactara.

-Llamalo y preguntale si no tiene aceite de más.
-¿Aceite de faso?
-Si, llamalo y explicale que me quedé sin la medicación de Emiliano.

Los medicamentos de Emiliano tienen fuertes efectos adversos. “Si yo te leo el prospecto, vos a tu hijo no se lo das”. Los anticonvulsivantes afectan a la visión y la motricidad, aislan a la persona de su entorno y le generan cambios de conducta, en especial mucha agresividad. En algunos casos se golpean la cabeza contra el piso o rechazan con violencia a quienes intentan socorrerlos.

“*Pero ponele que estás desesperada. Y que creés en los médicos.* Entonces te entregás a lo que ellos te dicen y le das la medicación”, dice Valeria. La medicación que ahora no tenía.

Pero ahora tenían aceite y entonces probaron. Emiliano no tuvo convulsiones en todo el fin de semana largo que siguió a su primera toma. Pero eso no fue lo mejor.

El día que ‘Emi’ tomó el aceite, el televisor de la casa donde vive con sus padres y su hermana mayor había quedado prendida en el canal TCM, donde, justo en ese momento, la Pantera Rosa agarraba con sus manos la escenografía de la escena, la doblaba, le ponía sal y se la comía. Valeria defintivamente escuchó una risa que llegaba desde esa habitación. Raro.

Emiliano, por primera vez en tanto tiempo, observaba al artefacto con atención, por primera vez en su vida lo registraba. Pero además, se reía, se reía a carcajadas de lo que el personaje acababa de hacer. En ese mismo momento su mamá lo descubría, fascinada; y pensaba que esa risa no tenía que irse nunca más.

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Valeria es una mujer joven, simpática y frontal, que sabe con certeza la complejidad de la misión que le tocó: intentar modificar el sistema que tilda de ilegal a la planta que la puso cara a cara con su hijo Emiliano; el sistema que, además, tiene las herramientas para criminalizarla.

“*Diez años tiene mi hijo. Diez años esperé para escucharle la risa, su voz*. A mí no me pueden venir a decir que está prohibido, que se lo digan a otro”.

***

Valeria Salech es una de las fundadoras de Mamá Cultiva, una organización sin fines de lucro que agrupa a madres [y padres] de niños con epilepsia refractaria, cáncer y otras patologías que no encuentran mejoría con la medicina tradicional. Buscan impulsar el uso medicinal de la resina de cannabis, que tuvo resultados notorios en muy poco tiempo en un gran número de pacientes.

Valeria no tiene tabúes ni prejuicios. Alguna vez se habrá algún fumado un porro. Al cannabis siempre lo vio como una planta mas que como una droga. Hoy también, pero como una planta de esas mágicas, como el jengibre, que te cura del resfrío, o como el aloe vera, que te hace bien a la piel. Ella no tuvo que esforzarse demasiado para abrir su cabeza, pero a muchos otros como ella, la vida los trajo hasta acá y los obligó a repensar todo lo que creían o les hicieron creer sobre la marihuana. Muchos probaron primero el aceite antes de dárselo a sus hijos. En todos los casos, la confianza llegó para quedarse cuando vieron el efecto en sus hijos enfermos.

Todas estas madres y estos padres ahora ya están ahí. Ya entendieron lo que antes no entendían. Ya pudieron ver cómo por años creyeron algo que estaba equivocado y se dieron cuenta que les habían ocultado algunas cosas. ¿Y ahora? Agobiados, emocionados y solos como están ¿Cómo le piden al mundo que pueda ver más allá de lo que ven?

No es fácil su lucha. La ley 23.737 —la ley de drogas vigente— criminaliza duramente el cultivo, tenencia y consumo de cannabis, como resultado de la “guerra contra las drogas” proclamada por Richard Nixon, cinco décadas atrás. Un guerra que cuenta como su más grande y globalizado resultado las fortunas de dinero que invirtieron los gobiernos para perseguir a los consumidores.

Mamá Cultiva surgió originalmente en Chile, con la iniciativa de un grupo de madres que se sumergieron en el mundo del cultivo de la sustancia que les hacia bien a sus hijos, exponiéndose al más duro de los tratos que los carabineros pudieron darles. En la lucha por la salud de sus hijos fueron maltratadas, insultadas, allanadas, y hasta fueron presas.

En Argentina se apoyan y se inspiran en el ejemplo de las hermanas chilenas, que hoy tienen la suerte de vivir en un país donde el cannabis medicinal es legal y el cultivo es colectivo y comunitario. Son guerreras solitarias, porque los médicos —personajes no secundarios de esta historia— no las acompañan.

Por eso es que tuvieron que experimentar solas con el aceite, con el conocimiento y cultivo de la planta, la producción casera y hasta la decisión intuitiva de qué pastilla reducir hasta dejar de dársela definitivamente. A veces sus hijos vuelven a convulsionar y ellas se asustan porque no saben qué hacer. No saben si se apresuraron, si hicieron algo mal. A veces el aceite no es el correcto.

¿Hay aceites incorrectos? Sí, porque existen diferentes cepas y tipos de cannabis, con diferentes cantidades de sus principios activos (el CBD y el THC), lo que determina a su vez efectos diferentes para cada persona. La elaboración casera del aceite a veces puede complicarse, porque en pacientes inmunodeprimidos la aparición de un hongo puede ser fatal.

La complejidad de esta planta y la escasa investigación oficial obliga a los usuarios medicinales a experimentar como alquimistas con los aceites caseros que preparan a partir del propio cultivo. Los que lograron con la ayuda de cultivadores independientes, sus sensei, los gurúes originales, verdaderos adoradores y conocedores de la planta.

Teniendo en cuenta que 10 gramos de cannabis dan como resultado sólo un mililitro de aceite y que un mejor cultivo significa probablemente más y mejores flores, todo se torna más dificultoso. Al fin y al cabo, la planta de cannabis es eso: una planta. Una planta con sus ciclos y complejidades.

El objetivo que persiguen en este marco es el cultivo colectivo y comunitario. Pero además, persiguen una zanahoria un tanto mayor: la libre información. Es decir que la salida deesta planta de la ilegalidad permita que médicos y científicos investiguen a fondo sus propiedades y efectos con el fin de erradicar todo tipo de prejuicios infundados y establecer una base científica respetable sobre la que se pueda construir. Que el debate se afiance en el Congreso y de esa forma se extienda a la sociedad.

Exigen una respuesta efectiva. No quieren que los laboratorios o las obras sociales intervengan entre la planta y sus hijos. “No queremos un producto. Defendemos la planta completa, queremos cultivarla. Tiene que ser gratis y accesible”, explica Valeria, con los ojos bien abiertos mientras se inclina para adelante y apreta sus puños, desesperada para que el mensaje se comprenda.

“Nuestros hijos son de una forma que nosotros no sabemos cuál es. Tienen una personalidad que desconocemos absolutamente”. Hijos. Hijos que hoy tienen muchas menos convulsiones o dejan de tenerlas. Que empiezan a disfrutar de las comidas y a dormir mejor. Hijos que se ríen, se conectan, que les va mejor en el colegio. Que toman de una taza y no la golpean, sino que la apoyan suave sobre la mesa. Que no quieren lastimarse, ni lastimar a nadie. Que son felices. Que dan y reciben amor. Algunos cambios son enormes y otros parecen detalles, pero para estos padres son la vida.

***

A principios de 2016 se presentó un proyecto de legalización del cannabis con usos medicinales, al que le siguieron varios proyectos similares, dando lugar a que la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados de la Nación reciba por fin a sus protagonistas. Médicos, investigadores, familiares de pacientes y legisladores, ya en junio, se reunieron para escucharlos a los padres de esos niños que padecen epilepsia refractaria, síndrome de West, encefalopatías, autismo y trastorno generalizado del desarrollo (TGD), entre otras dolencias.

“Vimos a nuestros hijos convulsivando, golpeándose a sí mismos, golpeando a los demás. Los vimos usar babero hasta los 14 años, los vimos arrancarse las uñas de los dedos, los vimos querer arrancarse los dientes. Nos arrancaron los pelos a nosotras, nos pegaron, nos golpearon”, relató Valeria ante la Comisión. Parece un cuento de terror pero es la vida real. “Nosotras no venimos acá cantando canciones, no venimos a convencerlos de nada. Venimos a contarles cómo es nuestra vida”.

“Cuando yo nací el sistema ya estaba funcionando, como dice La Renga. Ser usuario era [es] un pecado y ese camino que han hecho los laboratorios y las empresas hay que revertirlo para sacar a la marihuana de la lista de las drogas y ponerla en el grupo de las plantas. Cuando empezás a ver los efectos maravillosos que tiene empezás a entender porque está prohibida. Porque no conviene”, explica un tanto resignada Valeria, y se le humedecen los ojos.

Las lágrimas no son por lo que dijo sino por lo que está por decir: que sinceramente no puede creer por todo lo que tuvo que pasar durante diez años. Que fue demasiado dolor inútil, innecesario.

“El tema acá es que nadie tenga que sufrir tanto, que nadie se entregue a la cuadradez médica o al médico que te convece de que esa es la mejor vida que vos podés tener. No es cierto. Lo lamento.Los estamos obligando a los médicos a hacer el esfuerzo de sobreponerse, de darse cuenta que no tienen razón”, dice y hace una pausa, como dudando si lo que va a decir a continuación está bien: “Los estamos obligando a convertirse en mejores personas”.

***

En línea con estos acontecimientos, a mediados de 2016 se presentó un documento de la Asociación Pensamiento Penal donde más de 250 jueces, fiscales y defensores reclamaron una nueva política de drogas que “no criminalice” y “respete los derechos humanos”. Todo en el marco del aniversario número 30 del fallo Bazterrica, donde, al igual que ratificó en 2009 el fallo Arriola, la Corte Suprema de Justicia de la Nación declaró inconstitucional (de acuerdo al artículo 19) la penalización por tenencia personal de cannabis para consumo personal, regulada por el artículo 14 de la ley 23.737. El articulo en cuestión establece que:

“Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe”

De esta manera, queda claro que tener unos cogollos en la mochila de ninguna manera ofende al querido orden y a la querida moral pública y que en tanto el faso que fumás en esa plaza no perjudique a un tercero, tus acciones queda “exentas de la autoridad de los magistrados”. Constitución dixit. Sin embargo, la jurisprudencia existente no alcanzó para plantear la reforma de la ley y, por lo tanto, si no sos el guitarrista de Los Abuelos de la Nada, tenés grandes probabilidades de que tener un faso en el bolsillo, plantas, platines o semillas en tu casa alcance para meterte en una celda, someterte y estigmatizarte.

Lo peor de esta cacería es que naturalmente requiere de mucha energía y sobre todo mucha plata. Según datos de la Procuraduría de Narcocriminalidad (Procunar), en 2015, dentro de los delitos comprendidos en la ley de drogas vigente, el de tenencia para consumo personal fue el más común, un 36 por ciento. Si a esto se le suman las causas por tenencia simple (donde por la escasa cantidad de sustancia no se puede determinar la intención de esa tenencia), la cifra llega al 50 por ciento del total de expedientes tramitados. En otras palabras, mientras el Estado pierde tiempo y dinero encarcelando a los perejiles —dentro del grupo donde también están las madres que cultivan— el narcotráfico sigue creciendo.

Llegado septiembre, el presidente Mauricio Macri presentó el programa “Argentina Sin Narcotráfico”, donde se resume en unos pares de ítems las medidas a tomar en materia de drogas. Ninguno de estos puntos propone una medida concreta en pos de los consumidores y de los usuarios medicinales. Se habla de seguridad, de “combatir el narcotráfico”, se habla de usuarios pero es todo muy vago. Así y todo, las madres siguen.

“No me digan que es un problema de seguridad”, dijo Valeria en la reunión conjunta de las comisiones de Acción Social y Salud Pública, Seguridad Interior y Legislación Penal para avanzar con la reforma de la ley de drogas. “Chicos, hoy a mi me violan en mi casa y yo no puedo llamar a la policía porque tengo 30 plantas en el patio”, planteó, para que se entienda bien.

Durante cinco horas, pacientes, médicos, miembros de organizaciones sociales, cultivadores y funcionarios públicos expusieron en esa reunión sus opiniones respecto de la criminalización de usuarios medicinales y pidieron por seis puntos fundamentales: la investigación científica de las propiedades terapéuticas, la incorporación de productos comerciales a base de cannabis, la producción nacional de medicamentos a base de cannabis y la no criminalización del autocultivo, cultivo solidario y colectivo con fines medicinales.

Mientras tanto, el diputado del PRO Eduardo Amadeo, olvidaba que todo el mundo tiene teléfono con cámara y fue detectado en plena reunión jugando al Solitariocon su tablet. Con las manos debajo de la mesa como un adolescente que aprovecha una clase aburrida en el colegio para mandar mensajes decidía si usaba esa carta de picas o esa de tréboles mientras, en la realidad, se decidia por el futuro de niños enfermos.

Finalizado entonces el plenario de las Comisiones de Salud, Seguridad y Legislación Penal de la Cámara de Diputados y contadas las firmas en cada uno de los proyectos, se concluyó que el proyecto del frente Cambiemos (PRO-Unión Cívica Radical), que sólo incluye la realización de investigaciones sobre los usos medicinales de cannabis en el país, la importación de productos a base de cannabis con regulación de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT)y una eventual producción de cannabis en manos del Estado, será el que apuntará a ser ley. Si eso sucediera, una vez más el Estado ratificaría que todos los cultivadores, que compiten con el narcotráfico, e incluso los cultivadores con fines medicinales, serán criminalizados con hasta 15 años de prisión.

Las Valerias se fortalecen para ir a la guerra. No van a bajar los brazos hasta que no quede una sola persona en el país que, por lo menos por un rato, no se haya puesto en sus zapatos.

AUNO 18-11-16
PS-LOT

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