Fremdina Bianco o cómo filmar un nuevo feminismo

Con _Viento del norte_, la directora misionera profundiza su interés por generar nuevos relatos con perspectiva de género, un eje que comenzó a trazar en _No hay tierra sin mal_.

Dolores Emilia San Pelegrini

En el mundo del cine la conocen como Belén Bianco. Ella, en realidad, se llama Fremdina, el nombre que le quisieron poner sus padres y que, debido a trabas burocráticas y económicas, nunca pudo exhibir en su documento de identidad. Sus bisabuelos eran alemanes y, al emigrar a la Argentina, nació Fremdina. Frem significa “extranjero” en alemán. Fremdina, entonces, es una creación de ellos. Y aunque la llamen Belén, ella quiere levantar la bandera de que el verdadero nombre es aquel con el que uno se siente identificado y no otro.

Sin embargo, su identidad está clara. Directora y productora de cine, nacida en Misiones, Fremdina –y no Belén–, milita desde su trabajo una postura convincente: “El mundo del cine estuvo históricamente ocupado por varones y esto lo convierte automáticamente en una industria que, sin lugar a dudas, es excluyente”. Si bien admite la gran brecha laboral entre los géneros en el ámbito de la producción audiovisual, retruca ese vago esquema.

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Admite la importancia de “empezar a ganar roles de liderazgo y espacios de toma de decisiones” por parte de las mujeres, pero no cree que esto termine ahí. Ni siquiera empieza. Fremdina cree más fructífero no sólo “visibilizar la problemática dentro de la industria”, sino empezar a “disputar discursividad”, además de poner en discusión los espacios de poder.

“Disputar espacios de poder obviamente que es difícil, porque para que uno tenga poder tiene que haber un otro dispuesto a compartirlo”, explica. Y Belén-Fremdina considera necesario este cambio de perspectiva para aportar a la pluralidad de voces. Son necesarias “nuevas miradas”, ya que “hay que romper con los dispositivos de reproducción patriarcal que son muy perversos”.

Participó de varios festivales internacionales y recibió reconocimientos y premios. No hay tierra sin mal, que comenzó a filmar a los 19 años, es una película que sirve de disparador para debatir ciertas temáticas: el despertar sexual de la mujer, su respectiva banalización y la cosificación de su cuerpo. Recorrió San Francisco, Los Ángeles, Indonesia, México y Venezuela, y el año pasado se estrenó en el Gaumont.

Junto con Luciano Pensa, Fremdina ganó el concurso “Raymundo Gleyzer” por su largometraje Viento del norte, en el marco del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici).

Con la idea de concientizar sobre varios aspectos de género, que se reflejan además en sus cinco cortometrajes, Fremdina Bianco intenta divulgar esos nuevos relatos tan necesarios y distintos para hacerle frente a la industria excluyente del cine. Porque considera que las mujeres tienen que poder narrarse a sí mismas y de múltiples maneras que rompan con lo convencional.

La nueva discursividad viene a abrazar al feminismo y a invitarlo a empoderarse. Es un rayo de luz que busca penetrar las estructuras sólidas y machistas –que lideran el cine hace ya tiempo–. ¡Y retrucarlas!

“Las industrias culturales vienen construyendo ideológicamente al feminismo como algo monstruoso”, define. Así, edifican pautas sociales, modelos de vida y estereotipos. El cine –al igual que la televisión– legitima discursos, por eso es tan importante. Fremdina insiste en que “deben aparecer nuevos relatos con perspectiva de género”.

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Y la lucha es como un rayo que la parte al medio y desnuda su lado más sensible: “Tenemos que empezar a construir nuevos modelos de vida posibles y nuevos modelos de sociedad. Nuevos modelos de mujer. De varones. Nuevos modelos posibles de felicidad”. Desde su profesión, cree que puede aportar a establecer nuevos dispositivos para legitimar esos discursos.

Fremdina es sinónimo de politizar. Asume la responsabilidad política que el cine debería afrontar también.

-¿Cuál es la importancia de construir nuevos relatos?
-Tiene que ver con construir personajes femeninos que sean modelos a seguir y que no estén siempre en la subalternidad o en el discurso de la excepción. Porque, entonces, al final estamos todo el tiempo siendo narradas por otros. El problema es ese. Los derechos de la mujer no son ni más ni menos que los derechos humanos. Hay que empezar a desmitificar esta cuestión de que cuando se habla de género se trata de un par de mujeres locas que se juntan y que es un grupo de autoayuda. Hay un emergente que exige realmente replantearnos los modos en los cuales estamos construyendo la sociedad.

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-Los modelos patriarcales, ¿afectan sólo a las mujeres?
-El patriarcado no favorece a nadie al final. En ese sentido yo sigo un poco la línea del feminismo que promulga la idea de que el varón también es víctima del patriarcado, ¡por supuesto que nosotras lo pagamos con nuestro cuerpo! Pero también hay un montón de cosas que no se le permiten al varón dentro de un mundo completamente machista. El varón tiene siempre que responder a ese mandato del “gran hombre”: tiene que ser canchero, tiene que levantarse “minitas”. Debe debutar a temprana edad y le tiene que encantar el fútbol. También la pelea. El hombre no puede llorar. Él es bien macho… ¡El varón puede sufrir! ¡Claro que sufre!

DESP-GDF

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