Murió Umberto Eco

El semiólogo, docente y escritor falleció a los 84 años en Milán, Italia. Autor de decenas de libros, entre ensayos y novelas, Eco estuvo en Buenos Aires. Tiene varios estudios sobre la Edad Media. Criticó a Borges por haber hecho reseñas de «libros inexistentes».

Lomas de Zamora, febrero 20 (AUNO) – Autor de decenas de textos entre novelas y ensayos, el escritor italiano Umberto Eco falleció ayer en Milán a los 84 años a raíz de cáncer.

Docente y miembro de la banda de los estructuralista, había nacido el 5 de enero de 1932, en Alessandria, Piamonte Italia; y falleció en Milán, donde residía.

Escribió más ensayos, que novelas. Entre las de este último género figuran
El nombre de la rosa (1980), El péndulo de Foucault (1988), La isla del día de antes (1994),_ Baudolino_ (2000), La misteriosa llama de la Reina Loana (2004), El cementerio de Praga ( 2010) y Número cero (2015). Esta última obra es aconsejable que la leyeran especialmente los periodistas.

Además de la familiaridad del medievalista italiano entre el mundo académico de las universidades nacionales de la Argentina (especialmente en las carreras de periodismo y de letras), Eco estuvo en Buenos Aires.

El semiólogo, visitó la Argentina hacia fines de la década del sesenta para dictar cursos en el Centro de Altos Estudios Musicales del Instituto Di Tella de la Capital Federal, que dirigía Alberto Ginastera.

Corrientes y las tropas soviéticas

En el famoso prólogo a El nombre de la rosa, que es una historia del libro, escrito por Eco y que acompaña a todas las ediciones, cuenta que estuvo recorriendo las librerías de la porteña Avenida Corrientes, en 1970, cuando andaba en plena etapa de juntar información para esa obra.

Para no deslucir su texto, citaré los párrafos completos que interesan a la anécdota como las líneas en francés:

EI 16 de agosto de 1968 fue a parar a mis manos un libro escrito por un tal abate Vallet (Le manuscript de Dom Adson de Melk, traduit en français d'après 1'édition de Dom J. Mabillon (Aux Presses de I'Abbaye de la Source, Paris, 1842). El libro, que incluía una serie de indicaciones históricas, en realidad bastante pobres, afirmaba ser copia fiel de un manuscrito del siglo XIV, encontrado a su vez en el monasterio de Melk por aquel gran estudioso del XVII al que tanto deben los historiadores de la orden benedictina. La erudita trouvaille (para mí, tercera, pues, en el tiempo) me deparó muchos momentos de placer mientras me encontraba en Praga esperando a una persona querida. Seis días después las tropas soviéticas invadían la infortunada ciudad. Azarosamente logré cruzar la frontera austriaca en Linz; de allí me dirigí a Viena donde me reuní con la persona esperada, y juntos remontamos el curso del Danubio (…)

Si nada nuevo hubiese sucedido, todavía seguiría preguntándome por el origen de la historia de Adso de Melk; pero en 1970, en Buenos Aires, curioseando en las mesas de una pequeña librería de viejo de Corrientes, cerca del más famoso Patio del Tango de esa gran arteria, tropecé con la versión castellana de un librito de Milo Temesvar, Del uso de los espejos en el juego del ajedrez, que ya había tenido ocasión de citar (de segunda mano) en mi Apocalípticos e integrados, al referirme a otra obra suya posterior, Los vendedores de Apocalipsis. Se trataba de la traducción del original, hoy perdido, en lengua georgiana (Tiflis 1934): allí encontré con gran sorpresa, abundantes citas del manuscrito de Adso: sin embargo, la fuente no era Vallet ni Mabillon, sino el padre Athanasíus Kircher (…).

El medievalista

Entre la aquilatada escritura, se hallan los famosos textos referidos al estudio de la Edad Media: Arte y belleza en la estética medieval (1959) y también ‘Diez modos de soñar la Edad Media’, incluida en De los espejos y otros ensayo (1985), aunque antes había incursionado en El problema estético en Tomás de Aquino (1956).

De ese mundo medieval toma parte en El nombre de la rosa. Texto policial, metáfora, complejo. Una lectura política y cultural se encuentra en la profundidad mientras la novel se desplaza por las pesquisas de un detective que investiga una serie de asesinatos en una abadía.

Está ambientada en el siglo XIV, una época de grandes cambios, y enfrentamientos políticos; es la etapa en que Don Juan Manuel defiende en sus obras de un orden medieval que se derrumba. Por ejemplo, en El Conde Lucanor.

Por otra parte, en ‘La abducción en Uqbar’, critica textos de Borges. El escrito está contenido en De los espejos y otros ensayos.

AUNO 20-02-16
HRC

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