Lomas de Zamora, octubre 16 (AUNO).- Llamar actor, director, dramaturgo o fundador del reconocido Teatro de los Andes, en Bolivia, es correcto cuando se habla del artista César Brie. Aunque es más que eso. Brie se define como un hombre de teatro y como una persona que no puede dejar de tener conexión con el espectador. Antes de partir a Italia y luego de la última función de “Karamazov”, versión libre de la novela “Los Hermanos Karamasov” del escritor ruso Fyodor Dostoievski, Brie dialoga con AUNO sobre la función del teatro en la sociedad, su percepción del público argentino, la relación con sus actores y el significado del Teatro de los Andes en su vida, entre otros temas.
Como cabeza de la compañía italiana Fundación Emilia Romagna, grupo actoral con el que trabaja desde hace un año y medio, Brie apuesta: “El teatro debe inquietar a todos. Es un juego donde surge todo aquello que llamamos la vida”.
-En “Karamasov” se fusiona un relato múltiple con una puesta en escena escasa en elementos. ¿Por qué eligió ese montaje?
-Creo en un teatro pobre en recursos y rico en imaginación, en un teatro hecho por los actores que resuelva con la imaginación lo que otros resuelven con mucho dinero. Pobre en cuanto a los pocos recursos llevados a sus extremos. Siempre trabajo con pocas cosas y cuando empezamos esta obra ya sabía qué elementos iba a usar. Sabía que iba a usar muñecos, un tapiz para representar el jardín abandonado, que iba a usar cuerdas y bancos… Que use poco recursos, no significa que no me guste el teatro tecnológico. Lo importante es ser coherente consigo mismo. No soy de los que creen que el teatro es sólo el que yo hago y nada más. Primero está el que hacen los demás y después está el mío.
-¿Cómo piensa su dinámica de trabajo cuando está dirigiendo o actuando?
-No sé trabajar compitiendo con los demás. Hay un poco de competencia, de esas cosas sanas como cuando jugás al truco, que querés ganar. Pero no hay competencia con el otro. Lo importante es la solidaridad en el trabajo. A mi gente trato de enseñarles a pensar, a usar su cabeza y a expresarse y a decir lo que quieren decir. Esto es más importante incluso que el argumento que estás tratando. Es decir, en la vida oculta de una vida de teatro tiene que estar el goce de las personas que lo hacen. El disfrutar de lo que hacen, el revelarse, el abrirse, el comprender, el ir más allá, crecer. Todo eso tiene que estar. Si no está, ¡para qué es el teatro!
-En la experiencia concreta, ¿cómo es la relación con sus actores?
-Trato muy bien a mis actores, pero a la vez soy exigente. No les doy tregua. Hoy me decían: “Dejanos disfrutar”, pero les decía: “Miren chicos que cuando volvamos a Italia, no se tiene que parar”.
-La compañía es italiana, ¿cómo superaron el obstáculo idiomático?
-Hablar en español los obliga a ser más sintéticos y le dieron más ritmo a la obra. En italiano la llenaban de pausas. Muchos vienen de academias y usan mucho las pausas dramáticas. Acá la relación de cuerpo-acción es mucho más seca. El tiempo de la obra no es el tiempo de cada uno, sino que es la suma de todos esos tiempos más el tiempo dramático. Fue muy bueno hacer esta experiencia en español para ellos. De hecho, la función dura seis o siete minutos menos que en Italia.
-Entonces, ¿cómo concibe el teatro?
-El teatro es la forma en la que juegan los adultos y juegan en serio, como los niños en realidad. Es un juego que debe revelar, atravesar umbrales, ir más allá, buscar la metafísica, de cambiarte y cambiar al espectador. El teatro debe inquietar a todos. Es un juego donde surge todo aquello que llamamos la vida, pero en pos del arte. Esa luz que a través de la belleza te permite ver lo esencial.
Con cigarrillo en mano desde el comienzo de la charla con esta agencia y siempre en tono pausado, Brie continua con un discurso breve, pero conciso. Cada palabra expresada está cargada de un sentido que embellecen sus dichos. En contraste, a la ligereza discursiva que se expresa en los medios televisivos, el artista piensa, reflexiona y luego, contesta.
-Se lo conoce como director, actor y dramaturgo. ¿Usted, cómo se define?
-Creo que soy un artista, un hombre de teatro. Soy también un técnico, que es parte del trabajo teatral y no es poco importante. Hombre de teatro, tal vez, porque en el teatro podés hacer todo. El teatro, sobre todo, debería enseñar a ser personas. El artista no debe dejar nunca de ser persona. Si deja de serlo, se aísla, se vuelve vanidoso.
-Ya no hay conexión con el espectador…
-Claro. Ya deja de tener conexión con el espectador, pero sobre todo deja de tener contacto con el mundo. Si te colocás en el centro, todo gira alrededor de tu ego. Si te colocás en un lugar que te corresponde, el mundo va transcurriendo de otra forma y podés ver las cosas.
-¿Qué significó el Teatro de los Andes?
-Fue mi vida. Fue la cosa más grande. Una experiencia de crear un teatro en un país donde casi no había teatro en realidad. Crear un teatro que tuviera un sentido y que así dijese cosas a la gente. Que los interrogue. Crear grupos, estímulos al teatro. Crear un público para ese teatro. Fue crear un oasis adonde otros artistas pudiésen alojarse, intercambiar, vivir de nuestro trabajo de un modo muy pobre, pero muy coherente.
-Antes de formar el Teatro de los Antes, ¿cuál era su concepción del teatro?
-El Teatro de los Andes me enseñó una cosa que había desaprendido: a no tener miedo de los demás. A no tener miedo al hablar a personas que no pertenecen a tu entorno, a tu pequeño círculo. Mirás más a los demás. Hemos trabajado para gente que casi no hablaba en español. Para culturas diferentes. Lograr un teatro universal, que a la vez fuese profundo. Lo universal que proviene de lo particular y no lo universal que es general, que es superficial o clichés.
-¿Cree que el artista tiene una función social y política?
-Un artista no se puede separar de la sociedad en la que vive. Es diferente, porque como artista tiene un rol que le da su sensibilidad. Y eso lo devuelve a una comunidad. Es decir, le devuelvo a la sociedad una imagen de sí misma. Una imagen privilegiada porque es a través del arte, una realidad. La belleza en el arte tiene esa cualidad: te permite ver el dolor, el horror, las angustias, el presente, con la luz de la belleza. El arte ayuda a vivir.
-Teniendo en cuenta su experiencia europea, ¿cómo identifica al espectador argentino?
-La reacción del público en Argentina es como mucho más cercana. Es mucho más gratificante hacer teatro aquí por los espectadores. Es más pobre todo, más duro, más difícil, pero es mucho más rico en lo esencial. Eso es maravilloso.
EV-AFD
AUNO-16-10-12
EVA MARTA HARBAR dice:
La verdad ver la obra…fue magnífica y a la vez…fuerte,inmensa,dolorosa,angustiante y poderosaaaaaaa.
Sin saber exactamente quién era este hombrecito, antes de leer éste reportaje y ver la obra…se mostró en su esencia. No puede ocultarlo.