“Comprender la función legitimadora del terrorismo de Estado que tuvo la Iglesia argentina y particularmente el vicariato castrense, es central para explicar sus sostenimiento en el tiempo”, escriben Lucas Bilbao y Ariel Lede, en su libro Profeta del genocidio. El Vicariato castrense y los diarios del obispo Bonamín en la última dictadura (Sudamericana, 2016).
La obra está compuesta de dos partes. La primera contiene la investigación específica sobre el tema y la segunda la transcripción de los diarios personales de ese obispo salesiano, que fuera pro vicario castrense entre 1960 y 1982.
Los autores del libro aseguran que esos diarios, escritos entre 1975 y 1976 por Bonamín, “reflejan una parte del circuito de información sobre la metodología del terrorismo de Estado: secuestros, asesinatos, desapariciones, torturas y centros clandestinos. Y más importante aún, el esfuerzo del Vicariato por legitimarla”.
¿Cómo surgió la idea de la investigación?
LB: Se trató de una iniciativa del sacerdote jesuita José María Pichi Meisegeier, uno de los curas históricos del tercer mundo, quien conservaba los diarios originales de Bonamín. En 2010 nos sugirió que comenzáramos a estudiar ese archivo. Tomamos conciencia en seguida de que se trataba de un material de enorme valor, porque se trataba de diarios personales, pero en el que se narraba la cotidianeidad militar eclesiástica de los años 1975/1976 y en ella la actualidad política de esos años, además del funcionamiento del Vicariato Castrense o la sociabilidad de un funcionario de primera línea en el universo castrense.
¿Cómo siguió la investigación?
AL: Si algo ha enseñado la Iglesia en dos mil años de historia es el ejercicio de la conservación y guarda de documentos. Lo que no es sencillo es el acceso a esos documentos. Al primer lugar que fuimos, al momento de iniciar la investigación, fue al Obispado Castrense, donde amablemente nos dijeron que no existía documentación y que sólo había la vinculada a lo administrativo. De allí que, para poner en valor y contextualizar ese documento, recurriésemos a la mayor cantidad de archivos y fuentes. Quisimos dar cuenta de que la mayoría de las anotaciones que registró Bonamín en su intimidad era posible verificarla, añadirle datos, testimonios, etc. Además, estaban los testimonios en medios escritos
LB: Recurrimos, en primer lugar, a la prensa. Bonamín fue el provicario, es decir obispo auxiliar de las Fuerzas Armadas entre 1960 y 1982, por lo que a lo largo de esos años recorrió las unidades y dependencias militares de las tres fuerzas en todo el país. Las anotaciones que hacía de sus viajes nos permitieron en primer lugar corroborar los pasos de Bonamín por esos lugares, los encuentros con las jerarquías militares, con otros obispos, sacerdotes, grupos de laicos y demás. Los diarios de ciudades de provincias también fueron útiles.
AL: La prensa local fue clave para ello. Los diarios de Salta, Mendoza, Formosa, La Rioja, Córdoba, Olavarría o Mar del Plata, además de los diarios de la Capital Federal, que nos ayudaron a reconstruir. La investigación se nutrió también de fuentes oficiales, como los Boletines trimestrales del Vicariato Castrense. Ellos nos permitieron estudiar la evolución del mismo, sus movimientos, su doctrina, sus tensiones. En esas páginas queda en claro qué es el Vicariato, y fundamentalmente, qué no es esa institución.
¿Qué otras fuentes consultaron?
LB: Una tercera fuente importante fueron los testimonios orales. Pudimos entrevistar y conversar con personas que conocieron a Bonamín, pero también aquellas que tuvieron una relación por una causa dolorosa. Varias personas que aparecen mencionadas en sus diarios fueron familiares que recurrieron a él para solicitarle mediación o alguna gestión para tener algún dato o lograr la liberación de algún hijo/a o familiar detenido/a o desaparecido/a. Y también bibliografía y otras fuentes que también fueron importantes.
¿Es un personaje sobre el que no se había escrito nada?
AL: Esto está vinculado a lo que decíamos anteriormente. Se trata de una institución, el Vicariato Castrense, que fue partícipe del genocidio, que sustentó el terrorismo de Estado. Y que una vez que retornó la democracia debió guardar silencio para sobrevivir. Ese silencio implicó el mismo silencio de los genocidas. Fueron y son parte del mismo pacto de silencio. Ese pacto implica borrar toda huella de su participación en el terrorismo de Estado. Esa puede ser una de las causas por las cuáles no existen casi biografías o estudios sobre esa institución y sus funcionarios. Sacando lo que hicimos, no hay otros que den cuenta de la trayectoria de otros obispos del Vicariato como Adolfo Tortolo o José Medina. Sobre el cardenal (Antonio) Caggiano hay algunos estudios en curso. Ojalá haya más investigaciones.
¿Quedó opacada la actuación de las segundas filas?
LB: Es necesario avanzar sobre aquellas segundas filas del vicariato que fueron eslabones importantísimos como los capellanes que configuraron la burocracia y la gestión del Vicariato: los secretarios como (Emilio) Grasselli. El libro de Horacio Verbitsky, El Silencio [2005], retrata parte de la trayectoria del mismo. Pero son necesarios nuevos estudios, que nos permitan conocer esas sociabilidades, sus estrategias, sus silencios y cómo continúan en el mismo posicionamiento. Incluso es necesario avanzar en el estudio del actual Obispado Castrense, institución caduca en gobiernos democráticos.
¿Qué hay de la participación de curas?
AL: Desde los últimos años de la dictadura hubo denuncias que señalaron la participación de capellanes y sacerdotes en distintas instancias del terrorismo de Estado, que ejercieron la delación de jóvenes, vecinos o incluso de otros curas. Capellanes y sacerdotes que estuvieron en sesiones de tortura o se pasearon por centros clandestinos de detención (el capellán policial Christian Von Wernich fue condenado por ello). Capellanes que nunca denunciaron las torturas y vejaciones que ocurrían en las cárceles con las/os detenidas/os por razones políticas. Hay muchos testimonios publicados sobre ello, incluso los juicios de lesa humanidad han aportado muchísimo material al respecto. Lo que nosotros pudimos ver con relación al Vicariato es que no se trató de sacerdotes aislados quienes prestaron con mayor o menor intensidad su colaboración al régimen.
¿Eran parte de un plan de la institución?
LB: Se trató de una institución entera que colaboró primero en la preparación ideológica del régimen. La formación en clave nacional católica a los militares puede rastrearse desde inicios del siglo XX. Una vez consumados los hechos sostuvo su participación sacralizando y convenciendo de que lo realizado por los militares era necesario. Hay una convicción ideológica que en esos años se encargan de confirmar a cada paso. Basta con mirar sus declaraciones públicas, lo que publican en su boletín o los esquemas de las conferencias que Bonamín le daba a los cuadros militares, para saber que no se trató de curas y capellanes aislados que sostuvieron a los militares en la tarea represiva, sino que fue una institución completa que formó parte del mismo régimen militar. A la vez se asesinaba a miembros opositores de la misma Iglesia
AL: Cuando se lee los diarios de Bonamín se puede confirmar que la jerarquía católica sabía todo. Los capellanes militares fueron delatores de muchos de los sacerdotes con posturas progresistas o que formaron parte del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer mundo o las Ligas Agrarias. En nuestro libro soslayamos las tensiones que Bonamín tuvo con tres de los obispos progresistas y que quedaron registradas en sus diarios. Ellos fueron Horacio Ponce de León (San Nicolás), Enrique Angelelli (La Rioja) y Jaime De Nevares (Neuquén). Angelleli fue asesinado por los militares riojanos, luego de un enorme trabajo de aislamiento y deslegitimación a su figura, en el que el Vicariato (y Bonamín a la cabeza) participó de forma activa, como quedó demostrado en la sentencia del juicio. En el caso de Ponce de León, la causa judicial sigue avanzando. Hay testimonios y material probatorio que van en la línea de pensar algo similar como lo de Angelelli. El libro de Soledad Catoggio, Los desaparecidos de la Iglesia, nos ayudó a comprender este tipo de cuestiones.
¿El libro de ustedes sirve también como aporte a los juicios por crímenes de lesa humanidad?
LB: En su momento la investigación que íbamos llevando a cabo, y luego el libro, siempre sustentado en los diarios originales de Bonamín, que se conservan resguardados en el Archivo de la Comisión Provincial por la Memoria, han servido como material probatorio en distintas causas como el juicio por el asesinato de Angellelli, las vinculadas con la represión en el área de San Nicolás y en Rosario, que son las causas (Agustín) Feced II y III, que también tuvieron a un capellán policial imputado o la causa Operativo Independencia de Tucumán. (1) El libro está a disposición para actuales investigaciones y otras que se pudieren abrir.
AL: El material siempre está a disposición y como decíamos al principio, es necesario avanzar en la comprensión de aquellos eslabones civiles que colaboraron en la sustentación y perpetración del régimen. En este caso y por la historia que nuestro país tiene con el catolicismo y la Iglesia es urgente ampliar la base de conocimiento que tenemos sobre el tema. Es uno de los tantos capítulos que aún no está cerrado, sino que recién empieza, pese a las décadas transcurridas y el enorme caudal de evidencia que existe.
Bibliografía y notas
Lucas Bilbao y Ariel Lede, Profeta del genocidio. El Vicariato castrense y los diarios del obispo Bonamín en la última dictadura, Buenos Aires, Sudamericana, 2016. Con prólogo de Horacio Verbitsky.
(1) Feced fue comandante de Gendarmería y tuvo a su cargo la conducción de la policía de Rosario, Santa Fe, durante la dictadura.
* Bilbao nació en San Cayetano, Buenos Aires, en 1985. Es historiador por la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (Tandil) y becario del Conicet.
*Lede nació en Bolívar, Buenos Aires, en 1987. Es sociólogo por la Universidad Nacional de La Plata y miembro de la Asamblea de Socios del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS).
AUNO-6-1-20
HRC-SAM