Ana María Giunta, la integración y el trabajo solidario

La actriz, también asistente social, lidera desde hace 20 años un taller de arte para personas con discapacidad y en riesgo. Y apunta a la integración: «Todo igualito te tranquiliza, lo diferente no: lo tengo en experiencia propia», expresó a AUNO-Tercer Sector.

Sabrina Améndola

La reconocida actriz argentina Ana María Giunta dirige desde hace 19 años los “Talleres de arte para la vida: `Todos en Yunta`”, un espacio donde cerca de 50 chicos, jóvenes y adultos con discapacidades mentales, psiquiátricas y motoras, así como personas con problemáticas sociales y convencionales se integran utilizando el arte.

En una casona ubicada en Saavedra al 100, en el corazón porteño, Giunta recibió a AUNO-Tercer Sector y, aunque su estado de salud no le permite estar al ciento por ciento, expresó en una charla amena: “Los talleres son mi vida”. También son un disparador de potencialidades en la formación de las personas en sus tres facetas: “cuerpo, mente y mapeo emocional”

Hace casi dos décadas, en medio de una difícil situación económica, Giunta –que es también asistente social- descubrió que la ayuda que se da, de algún modo, retorna. El contacto con una madre que buscaba clases de teatro para su hijo derivó en la formación de un grupo con otras siete. Y en la improvisación de un seminario de teatro que iba a durar tres meses y ya va por los 19 años.

¿En qué momento comenzaste a trabajar en actividades apuntadas a chicos o adultos especiales, o que eran parte de algún tipo de problemática?

Tendría que remontarme a la adolescencia, porque cuando apenas tenía 12 años realicé mi primer voluntariado en un hogar de niñas huérfanas que era dirigido por monjas, cercano al Parque General San Martín, en la provincia de Mendoza. Fui también a varios talleres de actividad diferenciada para personas con discapacidad. Es decir que, nací con esa vocación de servicio para dedicarme a trabajar con los grupos más vulnerables, mientras estudiaba arte escénico, declamación, música y pintura. Empecé y terminé la carrera de asistente social porque fue lo que siempre quise hacer. Hace más de 20 años, recuerdo que vino una chica a hacerme una entrevista para el diario Tiempo de Integración –dedicado a la discapacidad- y me hizo preguntas sólo como una actriz conocida sobre la discapacidad y la discriminación, y cuando el director de esa publicación leyó la nota quedó sorprendido sobre mis conocimientos en el tema y quiso conocerme. Además, la nota llegó a manos de Guillermo Frugoni Rey, el entonces subsecretario de Derechos Humanos, me convocó a charlar con él y me dijo que “en el área de discapacidad no tenía ningún asesor”, lo que me dejó sorprendida. Y fue así como empecé a trabajar allí ad honoren, lo que me permitió conocer muchas madres, y a sus pequeños. Eran tiempos difíciles, realizábamos charlas y hasta hacíamos bailes para juntar fondos y que los chicos pudieran hacer lo que más les gustaba, actuar.

¿Por qué el taller lleva ese nombre?

Es un taller pero en vez de autos, de personas. Integrados porque trabajamos con personas de 2 a 100 años que presentan todo tipo de problemáticas: personas solas de la tercera edad, enfermos terminales, con VIH/Sida, adictos, chicos en situación de calle, quienes tienen alguna discapacidad –mental, motora, psiquiátrica, psicológica o neurológica-, junto a convencionales, porque creo profundamente en la integración. Aquí hacemos arte para la vida, porque sirve para el día a día.

¿Con qué talleres cuentan?

Tenemos varias disciplinas: teatro, expresión corporal, plástica, diferentes tipos de danza, clown, terapia corporal, destreza y lo que llamaría musicoterapia. Por ejemplo, en las clases de música contamos con distintos instrumentos hechos por los chicos como pezuñeros, maracas, bombos, bombines, panderetas, castañuelas y toc tocs. Ellos van eligiendo los que les gustan y les enseñamos también a hacer pequeños golpecitos en algunas partes de su cuerpo para mostrarles como suena.

¿Cada una de las clases sigue una línea de trabajo estipulada?

No, a mí me hace muy feliz improvisar las clases, lo que llamo en mi método “repentismo”. Es decir, no le digo al profesor el día que va a dar la clase, ellos tienen que venir siempre y no les digo qué temas van a dar. Además, todos hacemos todas las actividades del taller, más allá de que a algunos chicos o adultos les interese alguna más que otra. Todos tenemos que bailar, manejar nuestro cuerpo, nuestra mente, aprender a pensar y mover nuestros sentimientos. Los sábados por la mañana damos talleres de arte para niños y adolescentes especiales y por la tarde para jóvenes y adultos especiales, y en la semana otros tantos.

¿Profesionales de qué áreas de trabajo asisten a la entidad?

Tenemos profesores de música, de plástica, de teatro, psicólogos y psicólogos sociales, profes de lúdica, de danza, de gym bailando, psicomotricistas, de educación especial y un profesor de clown. Todos ellos son voluntarios de la institución.

¿Qué finalidad cree que tiene el arte en cada uno de los chicos, adolescentes o adultos que llegan a formar parte de los talleres?

Es estimulador, un disparador de potencialidades. Soy una enamorada del arte. Me gusta inventar, crear, y auque mi dificultad motora no me permita estar parada o bailar, les monto las coreografías. Trabajo mucho en la actitud en el escenario, cómo mover el cuerpo, la cabeza. Salen espectáculos muy lindos. Trabajo con un método personal, que divido por tríadas, es decir, tomo a la persona en sus tres partes: mente, cuerpo y mapeo emocional, y trabajo en esos tres puntos. Después otra tríada se divide en la persona, el taller con todos sus profesores y la familia. Y la última tríada es amor, disciplina y trabajo. Sin amor no podés hacer esta tarea; sin disciplina, ninguna. Les enseño sus derechos, les enseño a ser personas, les enseño el derecho inalienable que tienen ellos a la cultura y al arte. Frente a muchas cuestiones personales que me plantean los chicos, también les enseño sexualidad. Aquí el error de los padres es creer que tienen ángeles alados y no los tienen, son personas que sienten como cualquiera.

¿Las clases se dividen de acuerdo a la dificultad que pueda presentar cada persona en particular o se trata de realizar un trabajo unificado?

Trabajan todos en conjunto y cada uno da lo que puede dar. Y aquí hay una parte del método que se llama “Arte y parte”. Por ejemplo, si yo soy la profesor de teatro y vos la profesora de educación física, vos hacés también teatro y viceversa. Todos los voluntarios intervienen en las actividades del otro voluntario. Después se hacen crónicas donde mediante la observación se hacen críticas, donde decís lo que ves en el compañero que tuvo un error, para poder mejorarlo. No trato patologías, trato personas. A los convencionales los integro con los chicos discapacitados. En el teatro del Globo desfilan juntos, lo que hay que tratar es de lograr que convivan porque el mundo está hecho para todos.

¿Qué tan importante es el trabajo mancomunado entre profesionales y las familias de los chicos que presentan alguna discapacidad o problemática en particular?

Es muy importante. Con las familias trabajo solamente yo. Porque a mi criterio, muchos padres son muy manipuladores, entonces yo tengo una personalidad muy fuerte para decir lo que considero que le hará mejor al chico. Muchos padres no están de acuerdo con mi método porque los dejo ser libres a los chicos. Recuerdo que con un padre me peleé y hasta le dije: “Dejá de joder a tu hijo, dejalo ser libre porque vos te vas a morir y ¿qué va a ser de tu hijo?”. Hay que darle la mayor libertad posible para que pueda sobrevivir en esta jungla. Hablo sencillo para que me entienda, sin papeles ni enciclopedias en el medio. Muchas veces las personas discapacitadas son el emergente del grupo familiar. Y hay padres que reaccionan muy mal cuando los ven caminar a sus hijos, otros padres que entran en celos conmigo. Porque si al chico antes lo vestías, le dabas de comer y lo tenías como una marmota sentada en la mesa y de pronto el muchacho empieza a decir “háblenme a mí, háblenme a mí”, los padres creen que está peor.

¿Como definirías la discapacidad?

Es una perogrullada, porque todos somos diferentes. Decir que alguien tiene capacidades diferentes no me parece lo más adecuado, ya que todos las tenemos. Entonces te diría, en todo caso, que lo que hay en ese individuo es una parte de su capacidad disminuida que no le permite un handicap como el otro. Es decir, si tomamos a quien presenta alguna discapacidad mental, concluimos que no tiene el mismo nivel mental que cualquier otra persona, sino disminuido. Pero no podemos decir capacidades diferentes, sí capacidades que no pueden rendir un handicap para estar dentro de lo que sería lo normal. Tengo una idea muy de vanguardia sobre la discapacidad que es desdramatizar que “pobrecito, no va”, “que es una cruz”, ninguna de esas cuestiones. Es decir, asumir que es tu hijo y que lo vas a amar como a cualquier otro también dejándolo ser.

¿Por qué motivo crees que muchas personas discriminan?

Por miedo. La gente tiene miedo a lo desconocido. Por ejemplo, la oveja negra se destaca como cosa mala, y a la persona diferente de la familia la llaman así, como si ser negro fuera malo, distintivo. Discriminan porque es diferente y entonces deja de masificar. Todo igualito te tranquiliza, lo diferente no. Lo tengo en experiencia propia, nací siendo diferente. Mi familia era muy ortodoxa, convencional, católica y yo nací así, metía miedo con mi forma de ser. Desde joven, a los 14 años apoyaba la causa de los homosexuales. Mi mamá pobrecita se murió teniéndoles terror a los discapacitados, no sé porqué y me decía que me iba a `enfermar`. Sin embargo, mi vocación de servicio era como podría ser cualquier otra. Discutía con muchas personas que habían estudiado la carrera de asistente social como una extensión de la beneficencia, es decir, el ´yo te doy`, pero no desde el amor. No se metían en los ranchos, no le iban a dar besos a los chicos que tuvieran la cara llena de mocos. Muchas hacían ostentación de la guita que tenían y eso me enojaba mucho.

Los chicos tienen, seguramente, dentro de los talleres el espacio para charlar con usted y así poder expresar sus inquietudes. ¿Qué necesidades concretas te plantean?

Me dicen de manera constante: “Mi mamá y mi papá no me escuchan. Ellos quieren que haga lo que ellos desean”. Esta no es una institución impersonal, es un lugar familiar. Funciono como una mamá que te abraza, te mima, te cada a pedos, que te da educación y que escucha sus problemas. Por ejemplo, a las chicas discapacitadas mentales les hago hacer un desfile de modas y les digo: “Poné música, sacá la perra que hay en vos, porque con actitud todo es posible”. Además, antes de largar cada función que presentamos siempre les digo unas palabras, apretando el puño: “¡Lo vamos a lograr, carajo!. En definitiva hay que tratar a todos por lo que son, personas.

Más allá de una casa propia para salir de esta sede que tienen en comodato, pero sólo hasta junio ¿Qué es lo que necesita de forma inmediata la asociación?

Se ha roto la fotocopiadora. Los profesores y los chicos en vez de trabajar con libros lo hacen con fotocopias. Necesitaría también una filmadora, instrumentos musicales, un equipo de sonido, y hasta la ropa es bienvenida. Por ahí hay cosas que pasan de moda y yo las necesito para el teatro. Toda ayuda aquí es bienvenida.

¿Qué esperás para el futuro? ¿Cuál es el mayor anhelo que tiene para la asociación que forjó hace ya casi 20 años?

Primero que continúe y segundo, la idea de formar lo suficiente bien a algunas personas para que cuando yo me vaya esto no muera. Más que nunca lo he pensado ahora cuando estuve muy grave, tenía mucho miedo. Pero ya he dejado un semillero grande que está trabajando en otras instituciones y eso me hace feliz. Estos talleres son mi vida.

Cómo contactarse:

Todos en Yunta
Saavedra 138
4953-8255
todosenyunta@yahoo.es

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