A 36 años de la muerte de “Pepe” Biondi, un vecino de Banfield

Aprendió en Remedios de Escalada el oficio de hacer reír a los golpes que le daba un acróbata de circo. Fue exitoso en toda Latinoamérica. En Argentina, su programa tuvo 66 puntos de rating, el mayor de la historia. Sin embargo, murió olvidado en octubre de 1975. Enterrado en el Cementerio de Lanús, un retrato en la estación de Banfield lo recuerda luciendo una sonrisa.

Lomas de Zamora, octubre (AUNO).- El martes pasado se cumplieron 36 años de la última humorada del actor José “Pepe” Biondi: “Si es verdad que hay otra vida y me veo en un mausoleo, me vuelvo a morir”, ironizó una vez el capocómico, tras pedirle a su hija que lo enterrara en el Cementerio de Lanús, en un lugar sencillo, cerca de los padres, y no en el panteón de la Asociación de Actores. Divirtiendo a los demás, vivió su vida y su muerte el hombre de los mil personajes.

Galleta, Bohemio, Canario, el “Pepe” con múltiples personalidades y dueño de un humor sano, simple y fácil de entender para cualquier espectador falleció a los 66 años, aquejado por dolores que comenzaron desde muy chico y, algunos de ellos, a causa de sus acrobacias.

Nació el 4 de septiembre de 1909 en el barrio porteño de Barracas, tercero de ocho hijos del matrimonio napolitano de José Biondi y Ángela Cavalieri. Años más tarde arribaría a Remedios de Escalada, debido al trabajo de su padre. Desde entonces, estaría unido para siempre con el sur del Conurbano.

En las cercanías de sy vivienda se instaló el “Circo Anselmi”, integrado por el negro de origen brasileño Juan “Chocolate” Bonamorte que, tras ver al niño Biondi pararse en sobre sus manos, obtuvo la autorización de los padres para incorporar al pequeño de 6 años como aprendiz de acróbata.

Así daba sus primeros pasos en el entretenimiento y lograba ganarse la vida, ya que su madre le aseguró que cualquier cosa a la que se dedicara en el circo estaría muy por encima de los trabajos a los que podría acceder si se quedaba en su casa.

El “Circo Anselmi” se despidió de Remedios de Escalada y la familia no vio al menor de los Biondi hasta cinco años después. “No vayan a creer que me fugué, creo que fui un buen hijo. Pero éramos tantos en la familia, que mi madre accedió a que me llevara el payaso para enseñarme el oficio. Pensó que por lo menos así comería todos los días”, relataría años después.

Además de separarse de su familia, la vida circense marcó de manera profunda al actor. “Aprendí el oficio a fuerza de golpes y amarguras. ‘Chocolate’ no fue un buen hombre para mí. A los aspirantes a acróbata se les pega mucho para que pierdan el miedo, y él no era precisamente paciente ni tierno. Cada pirueta aprendida me costó una cachetada. Esas mismas que ahora sigo recibiendo frente a las cámaras y con las cuales el público tanto se ríe. Pero aquéllas dolían de verdad.”

Las “enseñanzas” del brasileño dejaban en el pequeño aprendiz frecuentes hemorragias urinarias que, a su vez, le provocaban desmayos, padecimientos que comprometerían su salud más adelante.

A través de ese sufrimiento, el actor valoró la niñez. “Nadie que no la haya vivido se imagina lo que es la soledad de un niño. Por eso me alegra la inocencia infantil, porque sé lo que cuesta mantenerla. Ellos son los únicos que me devuelven la alegría de vivir, que he ido perdiendo poco a poco en el camino”, lamentaba.

El punto final del sufrimiento llegó, como no podía ser de otra manera, tras una paliza salvaje que incluyó trompadas en la cara y patadas en las costillas. Tras esa experiencia, el muchacho recibió una propuesta para trabajar como clown en el circo “Politeama”, junto al legendario payaso Napoleón Seth.

Sin embargo, Biondi se percató de que su talento radicaba en las acrobacias, por lo que insistió en incorporar una rutina al espectáculo. Ante el rechazo del payaso, el dúo se separó.

Luego de meses de inactividad y fracasos en presentaciones junto con el acróbata Meter, el cómico Caplán le entregó algunos chistes exitosamente testeados en el teatro Maipo. Biondi adoptó las rutinas humorísticas y les dio un tono sexual, de cabaret. Pero a pesar del éxito, el joven seguía prefiriendo el circo.

En una de sus presentaciones, “Pepe” conoció a quien sería más tarde su compañero durante 23 años: el ruso Bernardo Zalman Ver Dvorkin, más conocido como Dick. Con sus parodias sobre las populares luchas de catch divirtieron a los marineros que llegaban al puerto de Buenos Aires.

Durante una gira por Chile, el cómico sufrió una lesión en su columna vertebral que le impidió realizar acrobacias, por lo que el dúo debió reemplazar las volteretas por estruendosas cachetadas y chistes, espectáculo que les abrió las puertas de todos los clubes nocturnos de América Latina y de España.

En 1952, México tuvo el honor de hacer debutar al actor en televisión. El éxito fue más para Biondi que para su partenaire, por lo que, una vez más, un dúo terminó. Convocado por la televisión cubana, Biondi debió reemplazar al ruso Dick a través de la incorporación de más chicas al elenco y la ampliación del papel de antagonistas: gordas, suegras y sinvergüenzas fueron sus rivales.

La noche del debut en la isla caribeña debió posponerse. “Pepe” Biondi nunca llegó al canal. Las familias cubanas debieron entretenerse con dibujos animados. Pero no se trataba de un acobardamiento, sino que había sido secuestrado por miembros del Movimiento 26 de Julio. Caída la dictadura de Fulgencio Batista, los revolucionarios se presentaron en cámara junto al actor. Luego, en mayo del 60, artistas cubanos le realizaron una despedida en el Teatro Nacional a quien los había hecho descostillar de la risa durante más de seis años.

A la vuelta de su periplo caribeño, la televisión argentina le abrió las puertas al ya aclamado actor cómico. Sin embargo, la cosa no estaba fácil. Debía competir con el “Felipe”, de Luis Sandrini; el flequillo de Carlitos Balá; los Telecómicos de Aldo Camarotta; el “Capitán Piluso”, de Alberto Olmedo; el show de José “Pepitito” Marrone; Anteojito y Antifaz; “La Familia Falcón”, encabezada por Pedro Quartucci; entre otros.

Pero si de algo sabía Biondi, era de humor y de adversidades. Personajes como “Pepe” Galleta; Procopio Ceropio; “Pepe” Estropajo y “Pepe” Luí, llevaron al programa Viendo a Biondi a alcanzar récords inigualables en la historia de la televisión argentina.

Capaz de provocar carcajadas con un simple arqueo de cejas y un revoleo de ojos, mantuvo el liderazgo entre las ofertas cómicas durante cinco años consecutivos, época en la que llegó a alcanzar 66 puntos de rating, cifra que hasta hoy sigue sin ser superada, ni igualada.

El éxito, sin embargo, tuvo sus consecuencias. Una salud vapuleada desde chico, rutinas exigentes, hambre y noches sin dormir fueron un combo poco agradable. “Los cómicos salen casi todos de vacaciones: yo salgo de operaciones. En vez de gastarme la plata en mujeres, prefiero gastármela en doctores”, bromeaba.

En agosto del 65 sufrió el primero de sus dos infartos. Pero el problema circulatoria databa de 1955: dolores en las piernas al caminar, dificultades para moverse rápido. Un año después del primer gran susto cardíaco, su pronóstico revestía tal gravedad que corrió el riesgo de que le amputaran ambas piernas. Uno de los tratamientos para clamar el dolor consistía en la aplicación de inyecciones directamente en la columna, que lo dejaban incapacitado por 48 horas.

Sumado esto a las críticas cada vez más exigentes, la salud de Biondi se deterioraba poco a poco. Luego de dejar la televisión, mientras dormía hacía ademanes de sus rutinas cómicas, gesticulaba como en su programa, soñaba con su trabajo. Las horas inmovilizado le provocaron trastornos obsesivos.

A fines de 1973 realizó en Teleonce su último trabajo: Biondirama. La ausencia en la pantalla, las numerosas enfermedades y el recuerdo de un pasado glorioso sumieron a “Pepe” en los momentos más tristes de su vida. Comenzó a sufrir insomnio y pesadillas. Un médico logró que no se lavara las manos más de nueve veces por día, que no usara sobretodo dentro del departamento con la estufa prendida.

En cierta ocasión fue consultado acerca de su obsesión con el lavado de manos, a lo que Biondi contestó: “Usted no lo comprende, pero yo pasé muchos años entre cucarachas”.

Portador de una capacidad inigualable de divertir con mínimos movimientos corporales y tras una vida de sacrificios, acrobacias y risas, falleció el 4 de octubre de 1975, el día de San Francisco de Asís, su santo predilecto. Antes de morir le pidió a su hija que no lo enterrara en el panteón de Chacarita perteneciente a la Asociación de Actores, sino en la tumba más humilde del Cementerio de Lanús, cerca de sus padres: “Si es verdad que hay otra vida y me veo en un mausoleo, me vuelvo a morir”.

Un retrato en la estación de Banfield lo recuerda permanentemente y es observado por los miles de pasajeros que viajan en tren, muchos de ellos con gesto adusto en sus rostros. Pero el de “Pepe”, no. El de él siempre tiene la misma sonrisa.

PT-AFD
AUNO-10-2011

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