Un trovador en el barrio

Tiene 50 años. Trabaja para una empresa de artículos de limpieza. Pero no bien sale del trabajo, toma su guitarra y compone canciones que cuentan los personajes cotidianos de los barrios. Lleva sus sones a escuelas, centros culturales y sindicatos, acompañado de tres músicos que también ponen el hombro por amor al arte.

Jorge Di Benedetto es un hombre común, de 50 años recién cumplidos, casado, con dos hijas adolescentes, cuyo trabajo formal es la venta de productos de limpieza y cosmética para el automóvil: con su camioneta Fiorino visita todos los lavaderos de la zona sur ofreciendo su mercadería, acompañado con una cartilla de precios. Sin embargo, en cuanto la tarde culmina, este vecino de Quilmes arroja el buzo de la empresa en que trabaja y se vuelve trovador.

Fiel seguidor de Joan Manuel Serrat, Silvio Rodríguez y Víctor Jara, lleva sus canciones a barrios, escuelas, centros culturales y sindicatos, acompañado de tres músicos que también ponen el hombro por amor al arte. Dice que no pudo convertirse en músico profesional porque no le dio el tiempo ni la plata y porque “no sabe venderse”. De todas formas, aspira a grabar un disco junto a su banda sin nombre, para dejar testimonio de su trova barrial, con nostalgias de Cuba y de aquella dorada década de 1970.

¿Cómo nació su amor por la música?
— A los 7 años un tío nos regaló a mí y a mis primos una guitarra criolla a cada uno, pero yo fui el que más se emocionó con el instrumento y ahí empezó mi vocación por la música. Mi mamá vio ese empeño que yo ponía e inmediatamente decidió mandarme a estudiar con un profesor cerca de casa, en Avellaneda. Luego, cuando me mudé a Lomas de Zamora, seguí estudiando con una profesora particular que vivía enfrente del Parque Municipal. De todas formas, lo que más me gustaba era cantar. Mientras estudiaba en forma particular, tocaba con amigos en escuelas, parroquias, en los barrios, sin cobrar un peso.
¿Qué género musical lo atrapó primero?
— El folclore, siempre. En mi adolescencia empecé a llevar discos de Mercedes Sosa o los Chalchaleros a casa, donde se escuchaban Palito Ortega, Sandro o los Iracundos. Era una locura. Después, ya adulto, comenzó mi interés por los trovadores de la época, como Joan Manuel Serrat, Víctor Heredia, Silvio Rodríguez y Víctor Jara. Ellos eran genios para mí, modelos a seguir. En cuanto a la literatura, me interesé mucho por Mario Benedetti y Pablo Neruda. Esa fue la época que más me influenció, sobre todo la trova cubana, que marcó la música que hago.
¿Se define como un trovador?
— Sí, siento que mi gran influencia es la segunda ola de trova cubana, cuyo máximo exponente es Silvio Rodríguez. Intento llevar esto a los barrios, hacer canciones del día a día de la gente.
¿Esta vida suburbana es el tema principal de sus canciones?
— Si. Nací en Avellaneda, donde viví hasta los 7 años, pero me crié en Lomas, en la zona del Parque Municipal, y ahora vivo en Quilmes. Mi infancia siempre transcurrió en barrios de clase media baja. Cuando era chico vivía con mis padres, hermanos, tías y primos en una casa grande, de tipo “chorizo”. Recuerdo los juegos en la calle, los picados en la vereda, las abuelas tomando mate en la puerta: esas son las imágenes que quedaron grabadas y eso intento expresar en mis temas.
¿Retrató a alguna vez a algún personaje de su barrio?
— Tengo una canción sobre un botellero, al que vi una noche de un 31 de enero. Mientras lo observaba detenidamente, escuché gente criticar a ese hombre que andaba solo por las calles, recogiendo lo que podía de la basura. No entendía cómo podían cuestionar su forma de vida. Por eso hice una canción con él. Son letras escritas en forma contundente, con pocas metáforas, donde intento describir lo que veo en la calle. Tengo otro tema que se llama “Yo vengo de un barrio urbano”, que retrata lo que fue mi Avellaneda de la infancia, con sus personajes y sus comercios de aquellos años. Por ejemplo, en esa canción nombro al peluquero que me cortaba el pelo de chico, quien en realidad era un músico de gran talento que nunca había podido vivir de ello. De eso me enteré mucho tiempo después.
¿Estudió música profesionalmente?
— Recién pude hacerlo de grande. Cuando vino la debacle de 2000 decidí meterme en el Bellas Artes de Quilmes, para escaparme de todo eso. Allí comencé estudios que no pude terminar, porque la carrera duraba diez años, y no llegué con el tiempo. Además tenía, y tengo, que mantener una familia. De todas formas, los cursos que hice me sirvieron para perfeccionar la técnica en la voz, que es algo que todavía quiero mejorar.
¿Se puede vivir de la música?
— No, pero se tiene que vivir con la música. Si yo no hiciera música, no viviría. Muchas veces cuando llego a casa aviso que me voy a ensayar, porque tengo que sacarme todas las cosas que veo día a día, canalizarlas. El trabajo que hago con mi camioneta es necesario para el sustento económico, nada más. A pesar de que a veces tocamos en bares o espacios culturales y que quizás logramos cobrar algo de dinero, nos alcanza apenas para cubrir algunos gastos de la banda, pero nada más. Pero yo creo que no podría vivir sin hacer música.
¿Cómo combina su trabajo formal con la música?
— Soy cuentapropista, manejo mis propios horarios. A veces acorto las jornadas para volver temprano y poder ensayar. Quizás los sábados visito uno o dos clientes, y vuelvo después del mediodía para sacar algún tema o juntarme para practicar alguna canción con la banda.
¿Cuándo se formó esa banda?
— Somos un grupo de gente del sur de todas las edades, que aún no tiene nombre y que se formó en 2002. Está conformado por Lalo Bianchi, que tiene 72 años y toca la flauta y el saxo; a cargo del bajo está Jorge Ojeda, un hombre de 40 que además da clases de ese instrumento en Quilmas; y Sebastián Maceiras es un chico con mucho talento, al que conocí estudiando música, que se dedica especialmente a la percusión latina. Todos tienen otras ocupaciones, para poder subsistir, pero están metidos de lleno en el grupo.
Tiene un proyecto, una banda y una trayectoria. ¿Cree que en el futuro podrá dedicarse por completo a la música y vivir de eso?
— No sé venderme a mí mismo, no me sale. Me gusta mucho cantar y escribir, pero nunca intenté buscar contactos o lugares para tocar. Si me llaman, voy, no tengo ningún problema. Tampoco sé cómo sentarme a buscar una canción. Si viene la inspiración, la sigo, pero no puedo forzarla.
¿Cuáles son sus proyectos para el futuro?
— Seguir tocando, donde sea y me llamen. También quisiera armar un disco con las canciones que escribí, pero para eso la banda tiene que ensayar y pulir los temas mucho más. Además, un disco es necesario; muchas veces nos ofrecen trabajos y nos piden un demo, es casi como una carta de presentación. Por otro lado, ahora es mucho más fácil que antes armar uno, aunque sea casero. Dicen que un hombre debe plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. Bueno, yo preferiría hacer un disco. Pero por sobre todo, quisiera volver a los lugares donde viví, y llevar allí mi música a escuelas, centros culturales, bares, donde sea. Quisiera volver a mis barrios.

  • Producción de la materia Gráfico 2.

RG-LS-AFD
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