Lomas de Zamora, mayo 21 (AUNO).- “Cuando sea grande quiero ser un dibujo animado”, es uno de esos anhelos que se tejen en las fantasías de la infancia y que puede sintetizar la esencia de una historia como la de La cabeza en las nubes, la apuesta de la compañía catalana “Playground” a una particular forma subirse a las tablas a la que definen como “teatro de objetos”. La obra narra los enredos del mundo adulto desde el punto de vista del niño a través de los elementos que moldean a aquel primer entramado de ilusiones pueriles: los juguetes.
Contar a través de los objetos es la premisa que singulariza a esta obra que, sin diálogos, elige prescindir de la palabra para desandar una sucesión relatos sobre las vivencias y las contradicciones de un ser femenino a partir del momento en que es abandonado por su amante. A través de objetos, música, sombras chinas y proyecciones imágenes visuales, con la simpleza y a la vez la complejidad que representa atrapar a los espectadores desde ese silencio visual y material, Xavier Bobés desafía a los parámetros del teatro de carne y hueso para convertirse en una suerte de titiritero visible.
—¿Por qué poner objetos en el centro de la escena en lugar de actores?
—La idea es un poco como la de un titiritero del siglo XXI que sitúa al actor al servicio de los objetos, como manipulador. Pero no lo esconde, sino que también puede sugerir cosas en el personaje de esa escena. En este caso, (el público) ve a un adulto jugando con juguetes de niño. Eso también crea toda una lectura porque generalmente lo que vemos son niños jugando con juguetes. Pero en esta (obra) un adulto cuenta una historia de adultos con objetos de niños. De esa forma, los objetos toman la relevancia que quizás en la vida cotidiana no sabemos apreciar.
—¿Qué es el teatro de objetos?
—Es un género que implica la expresividad máxima de los objetos en escena como interlocutores con el público, para contar una historia o sugerir una idea. El protagonista principal es el objeto, como ente y ser. No como animación que puede ser una reproducción de lo que es el ser humano. Es el objeto por sí mismo lo que nos significa. La sugerencia es lo máximo de la propuesta.
—¿En qué se destaca en comparación con otros géneros teatrales?
—Es una forma como todas las demás. Para mí es la forma de expresión en la que me siento más cómodo. Lo bueno que tiene el arte, la danza, el teatro es la diversidad. En ese sentido, es fantástico que haya tantas artes como personas y maneras de ver la escena. Lo importante es que cada uno encuentre el sentido a aquello que desea hacer.
—¿De qué manera se establece la relación entre el público y este tipo de espectáculos?
—Depende un poco del lugar y del tipo de personas. La gente se queda mirando para adentro y eso también está bueno. Abre puertas y eso es lo interesante. Quizás incomoda el hecho de que no haya texto ni un hilo conductor claro. Pero poco a poco si el espectador también tiene ganas de entrar en ese juego, puede descubrir muchas cosas de lo que está viendo y de uno mismo. Lo que busco es poder transmitir algo que a mí me ha ocurrido con este montaje, pero a la vez deja interpretaciones abiertas para que cada uno pueda entender lo que quiera o lo que pueda, dependiendo de su experiencia personal.
—¿Qué te motivó a trabajar sin diálogo?
—Quería probar trabajar sin texto porque el texto acota. Es un medio muy rico, pero para mí también es bastante desconocido. De alguna manera, lo bonito de los objetos es darles voz a ellos. La palabra puede estar presente y siempre lo está en la dramaturgia. Pero en escena prescindí de ella.
PLAYGROUND
Iniciada por Bobés en 2003, la propuesta de esta compañía teatral catalana no se desliza únicamente dentro del acotado marco de un escenario. En una fusión de creatividad escénica y exhibición con investigación, formación y reflexión, “Playground” configura un método de trabajo basado en la recuperación de objetos encontrados en mercados de segunda mano o rescatados del abandono de sus antiguos propietarios para dotarlos de un nuevo significado que cobra vida en la extravagancia de los mundos imaginarios. Una lúdica que consiste en desnudar a esos elemento de su esencia original para transfórmalos en objetos dramáticos.
—¿En qué consiste en trabajo que hacen desde la compañía?
—La idea es investigar sobre la expresividad de todo aquello que nos rodea, de lo cotidiano. Cada espectáculo se basa en tipos de objetos. En La cabeza en las nubes, que es el primero que creamos es con juguetes, el universo de los juguetes remite a toda una historia personal, ya se por la infancia, los recuerdos. También a todo aquello que desechamos y a veces recuperamos. Nos viene el recuerdo de lo que somos y lo que éramos. Y el juego de los objetos permite varias lecturas sobre lo que estamos viendo, ya que no utilizamos palabras. Los sentidos se abren a un mundo más de sugerencia y eso es lo que nos interesa. La idea de (trabajar con) los objetos implica investigar de una manera muy persistente.
—En relación a lo que hacen desde tu compañía, ¿cómo definirías al teatro argentino y en particular al teatro independiente?
—Como una bomba. Hay tantos teatros, tantas compañías. Está en un momento de creatividad muy fuerte. Cualquier persona está involucrada en algún tipo de expresión artística. Es un buen momento. La creación en colectivo acá es fantástica. El teatro independiente es el teatro en sí. Después las instituciones lógicamente tienen que cumplir también con esa responsabilidad de hacer público al teatro, en la que también debería englobar al teatro independiente. Dar un apoyo importante para que no vaya menguando esa creatividad, porque ese espíritu y esas ganas de “echar para adelante” duran un tiempo que no es eterno.
DR-AFD
AUNO-21-05-12