Fotorreportaje: Juan Ledesma
Los pastizales y matorrales cubren toda la vera de la laguna. Los pastos y arbustos apenas se mueven con la leve brisa del otoño. La humedad impregna todo el ambiente. La amplia gama de colores verdes y marrones son el marco perfecto para el ecosistema donde viven más de 130 especies de aves, una gran variedad de anfibios, mamíferos e insectos. Y además, la laguna y el bosque albergan mucha historia.
La Laguna de Rocha está ubicada en Monte Grande, localidad del partido de Esteban Echeverría. Es un humedal de alrededor de 1400 hectáreas, que forma parte de la Cuenca Matanza-Riachuelo.
En 1536 se produjo allí la Batalla de Corpus Christi entre el ejército de Diego de Mendoza, hermano de Pedro, y los querandíes, en la que los españoles conocieron la derrota. Décadas más tarde, el humedal también fue sinónimo de resistencia. Cuando ocurrió la Masacre de Ezeiza en 1973, muchos buscaron refugio en los terrenos de la laguna. Además, fue testigo del horror de la última dictadura cívico militar cuando funcionó allí el Ex Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio «La 205», donde hoy opera el Grupo de Prevención Motorizado de la localidad de El Jagüel.
En busca de los espejos de agua
Pasadas las 10 de la mañana y con casi 25 grados de temperatura, Alan Muñoz y Sebastián Gorosito, miembros del colectivo Unidxs por la Laguna de Rocha, acompañaron a Agencia AUNO en una extensa caminata por pastizales, con conversaciones en el bosque hasta el encuentro con los espejos de agua. El sol no estaba enterado que ya era otoño.
“Esta es la despedida de mis zapatillas”, se jactó Gorosito con un aire de melancolía, al ser el único de los cuatro que estaba sin botas cuando comenzamos a sumergirnos en el lugar. “La laguna no está adaptada para que la gente la recorra. No tiene baños ni senderos”, explicó el joven, técnico en Ecología.
Los pastizales eran largos y duros (N. d. R. Uno agradecía tener jeans largos y gruesos). “Acá antes se plantaba soja”, contaban mientras caminábamos por el lugar, y Juan Ledesma, fotógrafo de esta agencia, se detenía unos metros atrás de nosotros para cazar imágenes del lugar. En la laguna hay más de 130 especies de aves que representan casi un 32 por ciento de lo que hay en el país. Y la variedad de flora y de especies de fauna abunda.
“Los lugares como estos están buenos, porque si enseñás biología en las escuelas, no hace falta hablar de la sabana africana, acá ya tenés un montón de cosas”, explicó Gorosito, quien es biólogo y docente.

Durante el confinamiento por la pandemia en todo el mundo, los animales volvieron a tomar los lugares que alguna vez les pertenecieron, y Rocha no fue la excepción. “Algunos animales se dejaron ver en lugares donde antes no los veías. Un zorro se dejó ver por El Jagüel, y por acá la tortuga cuello de serpiente”, contó Muñoz, que tiene una tecnicatura en ecología.
En nuestro recorrido no pudimos ver ningún animal, pero sí muchos hormigueros de casi un metro de alto. El lugar te enseña que tenés que tener mucho cuidado donde pisar. “Las aves son las que más se dejan ver. También hay animales carnívoros, pero suelen estar escondidos, ya que su función es cazar”, explicó el biólogo.
Cerca de la reserva se encuentra el aeropuerto internacional de Ezeiza, por lo que despegan y aterrizan aviones a cada rato. “El ruido de los vuelos ya no afecta a los animales, porque se adaptaron. Saben que cada 20 minutos se escuchará el ruido de un avión”, explicó Gorosito.

Los mitos y las verdades del lugar
Cuando llegamos al pequeño bosque de árboles de tala –donde sembraron eucaliptus, que ganaron su espacio a la fuerza– se podían ver grandes troncos caídos y quemados de manera intencional. En uno de los que seguían de pie se leía la inscripción «Agus» con una enorme X debajo, escrito más que seguro por algún joven enamorado, enojado o con mucho tiempo libre, vaya uno a saber hace cuánto tiempo.
En el lugar se podía escuchar con intensidad los cantos de las aves, aunque no se dejaban ver. En ese pequeño bosque se acercan las personas a tomar mate, charlar y pasar el tiempo. Incluso estaban los restos de una casita, improvisada con ramas. “Acá se filmó un comercial del chicle Beldent. Se le pagaba al guardaparque en dólares para hacer las grabaciones allí. Ahí también se filmaron algunas películas de clase B o C y, no se sabe si una que otra porno, y documentales sobre el lugar, contaron los guías.
Pero más allá de las producciones de las que fue testigo y/o protagonista la Reserva, también tiene su historia trágica atada a la Memoria, la Verdad y la Justicia de este país. En el predio se ubicaron dos Ex Centros Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio durante la última dictadura cívico militar.




En uno de los recorridos que suele organizar el Colectivo Ecológico, una de las personas que vino desde la ciudad de Buenos Aires, a la hora de recorrer la reserva, escuchó los sonidos y reconoció el lugar. «Ella sabía que nunca antes había estado acá con anterioridad; y al caminar por acá, sentía lo mismo que sintió al estar secuestrada”, explicó Muñoz.
Ella y dos mujeres más estuvieron secuestradas en lo que se conoce como «la 205», donde hoy opera el Grupo de Prevención Motorizado de la localidad de El Jagüel. “Incluso en el lugar nació un nieto recuperado y reconocido por Abuelas de Plaza de Mayo”, explicó Muñoz.
Durante la Masacre de Ezeiza, ocurrida el 20 de junio de 1973, cuando Juan Domingo Perón volvió al país después de 18 años de exilio forzado, y en la murieron 13 personas y muchas más resultaron heridas, algunas corrieron hacia la laguna para buscar refugio. “Por todo esto es que la gente habla de cosas paranormales, como gritos y cosas que se ven y después no están”, contó Gorosito.
El barro que nunca llegó a ser tierra
Al llegar a los juncos que nacen de la laguna y la ocultan, Gorosito se quedó atrás al tener zapatillas. Los demás seguimos, hasta donde las botas lo permitieron. Las totoras suelen medir un metro de alto, pero que ahí llegan a dos metros, lo que llevó a que distintas universidades investigarán por qué llegaban a esa altura en el lugar.


Antes la laguna era un solo espejo de agua, pero ahora son cuatro porque cuando las empresas constructoras comenzaron a realizar caminos y edificaciones por el humedal, tomó una nueva forma. «El olor del barro era muy fuerte, como de cloaca”, contaron los guías, porque el agua y el barro están estancados. Es barro que nunca llegó a ser tierra.
De regreso al asfalto
“Hay gente que no cree que todo esto exista acá”, explicó Gorosito, mientras el fotógrafo le sacaba una foto a la madriguera de algún roedor. “La idea es que la mayor cantidad de personas esté tentada en venir y conocer el lugar. Sin esta reserva habría peor calidad de aire. Esto es un pulmón verde gigante”, enfatizó mientras mostraba todo el lugar con sus manos.
Dejar atrás la reserva te hace pensar que ese lugar con su biodiversidad estuvo ahí desde antes que los primeros hombres llegaran a América a través del Estrecho de Bering o por la Autopista de algas hace más de diez mil años. Y más que seguro, en algún momento, será sólo concreto y hierro cuando los dueños de la tierra, como los llamaba David Viñas, así lo decidan sino se toma conciencia de la importancia que tienen estos lugares para todas las especies, incluida la humana.
LA NATURALEZA TIENE DUEÑOS
Alan Muñoz y Sebastián Gorosito, miembros del colectivo Unidxs por la Laguna de Rocha, contaron a AUNO, con mates de por medio, que antes el lugar no era una reserva natural, sino que estaba catalogada como histórica, porque «se llevó a cabo una batalla entre los Querandíes y el ejército español que respondía a Pedro de Mendoza” el 15 de junio de 1536, en lo que fueron derrotados los colonizadores, explicó Muñoz, técnico en Ecología.
Las batallas por esas tierras continúan en la actualidad. “Hubo quilombo con Racing (club) porque querían realizar edificaciones en el lugar”, contó Gorosito sobre la Reserva, que también fue codiciada por Boca Juniors, entre otras empresas. Ambos ambientalistas explicaron que Banco Macro es propietaria de una parte del lugar y también el grupo SOCMA, perteneciente a la familia Macri. “Casi la mitad de la laguna pertenece a empresas privadas”, se indignó Muñoz.
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