Por Analía Cáceres Correa
Son las nueve de la mañana y el clima es frío, bastante frío. Sobre la peatonal 9 de Julio, en el cruce con 29 de Septiembre, se levanta la Expo Inclusiva, la feria que año a año funciona como un punto de encuentro en el cual se exhiben y venden productos realizados por chicos y chicas con distintas discapacidades que van a instituciones de educación especial. Garúa y los organizadores esperan que no llueva, porque eso implicaría la suspensión de ese evento. Pero siguen adelante.
La calle principal de Lanús que siempre tiene una gran circulación ahora se encuentra vacía y húmeda, el único movimiento es de los encargados municipales que montan los gazebos y las estructuras de los puestos. Hasta que lentamente llegan los convocados. Las pilas de sillas blancas que fueron descargadas de grandes camiones y que hace unos minutos estaban vacías, ahora están ocupadas.
Lo primero que ponen los vendedores son los manteles. El mantel base es de color negro, después cada escuela, institución o centro educativo terapéutico (CET) decide si traer uno más colorido. Las cajas se apoyan sobre las mesas y de ellas nacen todo tipo de objetos multicolores y curiosos.
Hay artesanías en madera, serigrafías, pulseras, artículos realizados con papel y pintura, almohadas, adornos, juguetes y delicias como mermeladas o pan casero. Son partícipes de este evento instituciones de educación especial, centros de día y talleres protegidos, además de escuelas y microemprendimientos.
“NUESTRO FIN NO ES LA VENTA SINO VISIBILIZAR”
El murmullo constante está en el aire, el movimiento se adueña de la vereda. Ahora todo se encuentra en orden. Los chicos que vinieron orgullosos a mostrar sus creaciones se ubican en sus lugares y les hacen el aguante las acompañantes terapéuticas.
Mariel tiene el pelo corto y rubio, los cachetes rosados, los ojos marrones y si una persona de 1.68 metros se parara en frente de ella le sacaría casi una cabeza de altura. Mariel mantiene las manos ocupadas buscando tarjetas de presentación de su microemprendimiento y cuenta a AUNO que como es “discapacitada” no la “toman en ningún lado” para trabajar.
Ella se emociona cuando viene a la feria y se escapa de labios un “no pude dormir toda la noche”. La mitad de la mesa que le corresponde está repleta de pinturas, la más notoria tiene un símbolo del yin y el yang.
Al lado de Mariel hay dos mujeres con las que comparte el puesto. La mesa está dividida por una especie de barrera invisible y dentro de un mismo espacio se forman dos mundos diferentes.
Rosa es rubia, tiene flequillo, unos ojos claros como el agua y es mamá de un niño con autismo. Después de contar que su hijo sigue un tratamiento hace varios años, expresa que la familia es un pilar muy importante para acompañar el proceso. Por momentos las palabras de Rosa se funden con la de su compañera Paula, que es morocha, no tiene flequillo y también es mamá de dos nenes con trastorno del espectro autista (TEA). «Nuestro fin no es la venta sino visibilizar” lo que viven a diario, afirma Paula con total seguridad. El stock de ambas madres ofrece mates, cartucheras y prendedores.
El último stand está ubicado justo frente a las puertas del Banco Provincia y esto generó un inconveniente al inicio del armado que no trascendió a mayores. El destino puso a Mauricio Sosa en ese puesto. Es simpático, carismático, tiene una discapacidad motriz y trabaja en el taller protegido “Horacio Soriani”. Además vino acompañado por sus colegas y dice que todos los que colaboran allí tienen alguna discapacidad. “Que nos consideren como trabajadores es importante, nosotros queremos lograr eso”, enfatiza Mauricio.
Muchos transeúntes del centro de Lanús se paran frente a las tiendas para curiosear y bloquean casi por completo la vista de los productos. La feria inclusiva es un imán para el público. Se preguntan precios, se levantan alpargatas que hay en exhibición y se compran galletitas para el mate.
UNA FERIA CON ALEGRÍA
El bullicio va en aumento y el desborde ocurre cuando el sonidista pone cumbia. “Viajaron en colectivo, no lo hacen comúnmente y venían re contentos”, cuenta una de las orientadoras del Centro Integral Psicopedagógico de Recuperación Infanto Juvenil (Ciprij), Josefina Moreno. Para contar esa hazaña tuvo que elevar el tono de su voz, porque la música hizo que la feria se convierta en una fiesta.
Los chicos que fueron a mostrar el fruto de su trabajo están entusiasmados, algunos atienden los puestos y, por supuesto, la mayoría sonríe cada vez que se logra una venta.
Un joven y valiente estudiante que repartía volantes del Centro de Estudios Psicológicos y Pedagógicos (CEPP) se atreve a confesar cuál es la actividad que más le gusta realizar en el taller: «Las cosas en madera”. Las palabras de Marcos son claras y con 17 años recuerda todo el proceso que debe realizar para conseguir una espectacular pieza tallada. A él lo mira desde lejos su profesor de carpintería, Adrián, y le brillan un poco los ojos al ver cómo se desenvuelve.
La pista de baile que se formó en plena vía pública está llena y las organizadoras del evento dejan de lado sus pasos de baile para hablar sobre el proceso de planificación .
La Directora de Discapacidad de la Municipalidad de Lanús, Romina Manolaros, cuenta a AUNO que hay aproximadamente 20 escuelas presentes y que se las contacta telefónicamente o vía mail. Después de algunas palabras más sigue con su constante paso, yendo de aquí para allá, vigilando todo.
Luego aparece Mónica, quién organiza toda la planificación. Ella disfruta de la música mientras realiza un balanceo alegré y constante. Comenta que la feria se empieza a planificar con un mes de antelación y participan diferentes áreas de la Secretaría de Desarrollo, así como también de la Secretaría de Servicios Públicos, la de Movilidad Sustentable y la de Salud, entre otras.
La diversidad expuesta en cada stand es evidente, las artesanías son variadas, cada pieza presentada es especial. El esmero se vuelve tangible en la peatonal 9 de Julio de Lanús. De fondo suena otra melodía pegadiza y ya no hace tanto frío.
ACC-AFD
AUNO-19-27-2022