9F: Los feminismos marcharon al Congreso por el Día Internacional de la Mujer Trabajadora

El día comenzó con una huelga “internacional, feminista, productiva y reproductiva” y culminó con una multitudinaria marcha de mujeres y disidencias hacia el Congreso. La urgencia por terminar con los femicidios, la aplicación de la Educación Sexual Integral (ESI), la feminización de la pobreza y el reclamo por la legalización del aborto fueron los principales ejes de la jornada.

“Se cuidan los machistas. América Latina va a ser toda feminista” cantaron bajo la lluvia miles de mujeres y disidencias sobre la avenida Rivadavia e Hipólito Irigoyen durante la movilización feminista por el Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras. Los carteles feministas  y los pañuelos verdes se alzaron una vez más en las inmediaciones de la Plaza de los Dos Congresos para exigir políticas públicas que logren a terminar con la violencia de género.

El día había comenzado con el Paro Internacional Feminista Productivo y Reproductivo, una iniciativa que recorre el mundo desde hace ya cuatro años para denunciar el poco valor que se le da a las mujeres en el ámbito laboral y en las tareas domésticas no remuneradas que, la mayoría de las veces, recaen sobre los hombros femeninos. Si bien no todas pudieron faltar al trabajo, otras adhirieron a la huelga de otra manera.

Horas más tarde, trabajadoras, desocupadas, amas de casa, organizaciones feministas, políticas y sociales, negras, indígenas, abuelas, madres, adolescentes, y niñas marcharon desde Plaza de Mayo hacia el Congreso de la Nación con una larga lista de consignas y demandas.

Las calles se convirtieron en inmensas peatonales donde se ubicaron carpas con actividades y talleres de ESI, aborto, acoso laboral, violencia doméstica, entre otras; varias emprendedoras y comerciantes autogestivas; un grupo de chicas que maquillaba con glitter y pinturas a la gorra; y tanto más. Sin embargo, a pesar de los bailes, los cantos, las luces y los brillos, el clima de esta marcha fue mucho más sombrío que años anteriores.

La urgencia por terminar con los femicidios –suman 69 los casos en lo que va del año– fue uno de los principales ejes de la multitudinaria movilización de mujeres y disidencias. Le siguió la aplicación de ESI, la separación de la Iglesia y el Estado, la feminización de la pobreza y el reclamo por la legalización del aborto. “Vivas, libres y desendeudadas nos queremos”, fue la consigna elegida en las asambleas del Ni Una Menos tras largas y acaloradas discusiones del mes pasado.

“Queremos la separación del Estado y la Iglesia y la efectivización de las leyes de protección integral de mujeres”, afirmó a AUNO la dirigente de la Campaña Nacional contra las Violencias hacia las Mujeres, “Gaviota” (sic). Y es que a casi cinco años de la primera marcha por el Ni Una Menos, los femicidios no disminuyeron. Al contrario: según las cifras del observatorio de violencias de género Ahora que sí nos ven, una mujer fue asesinada cada 23 horas en Argentina. Y añadió: “Casi setenta mujeres asesinadas en lo que va del año se debe a que no tenemos políticas preventivas que logren deconstruir esta política patriarcal».

«Los hogares para mujeres víctimas o sobrevivientes de violencia de género están colapsados, no tenemos acompañamiento terapéutico y somos las organizaciones las que terminamos garantizando lo que el Poder Ejecutivo debería garantizar”, criticó.

No obstante, la amplia gama de feminismos se volcó durante la jornada con diversas manifestaciones y consignas que abogan por los derechos de las mujeres desde diferentes perspectivas.

Sobre 9 de Julio, distintos colectivos realizaban intervenciones artísticas, coreografías y pintadas feministas. Uno de ellos era la Asociación de Travestis, Transexuales, Transgéneros de Argentina (ATTA), que exigía que el Estado garantice la cobertura integral de los tratamientos hormonales para quienes necesiten «adecuar la imagen al género autopercibido» según indica la Ley de Identidad de Género. Asimismo, expresaron a través de megáfonos su preocupación por el peligro de que el primer bachillerato travesti trans de Latinoamérica «Mocha Celis» pierda continuidad por falta de financiamiento.

“Me parece terrible siendo que es uno de los pocos espacios que alberga a identidades trans y travestis, y le pedimos al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que abra diálogos y que empiece a bancar el bachiller, porque desde hace diez años que el Mocha lo está intentado y no le pasan un peso» cuestionó Pable, militante no binarie.

«Es un espacio totalmente autogestivo y van a dejar a muchas personas en la calle sin educación, y para nosotres acceder a esos espacios es muy difícil, por eso su importancia”, remarcó.

Por otra parte también se encolumnaron por las calles porteñas largas filas de las agrupaciones feministas radicales y abolicionistas (como RadAr, FRIA, AMADH y Madres Víctimas de Trata, entre otroas) que reclaman la protección del Estado y derechos sobre las víctimas y sobrevivientes de trata y prostitución, entre otras cuestiones. «Decir que las mujeres tienen derecho a venderse es ocultar que los varones tienen derecho a comprarlas», expresa Julieta Patrenostre, militante del espacio «Encuentros feministas».

Detrás de los términos abolicionistas y regulacionistas se esconden mujeres y colectivos que ven en la prostitución, en la pornografía y/o el alquiler de vientres, un elemento clave para la lucha de los derechos de las mujeres. Y es que hablar de prostitución es hablar del derecho sobre el propio cuerpo, de la moral, de la libertad de las mujeres, de la opresión patriarcal. Ambas vertientes se apropian a la vez de estos términos, para defender la abolición de la prostitución, unas, o su legalización, otras.

Por otra parte está el «Radfem» que es una corriente del feminismo originada a fines de los 60′ en Estados Unidos que penetró hace pocos años en nuestro país. Si bien provoca varias discusiones y choques con los feminismos más liberales y transactivistas, este movimiento cobra cada vez mayor fuerza gracias a la adhesión nuevas militantes. Una de las dirigentes de Encuentros Feministas, Micaela Torres, explicó a este medio que “el feminismo radical busca reivindicar a las mujeres como sujetas políticas y de derecho de la lucha feminista” y sin embargo, remarca que «no significa –como se piensa– que sea transexcluyente«.

«El objetivo del RadFem es arrancar la opresión desde la raíz analizando los roles de género que nos asignan por haber nacido como hembras humanas. No buscamos sólo cambiar las cosas como el feminismo liberal. Nosotras vamos a lo profundo, al origen. No buscamos la igualdad, buscamos la liberación de la mujer en un sistema patriarcal y misógino”, asegura Torres. Sus compañeras profundizaron sobre esta cuestión y aclararon: «A una persona trans la voy a considerar con los pronombres que el, ella, o elle se defina, pero teniendo en cuenta que el género nos oprime a ambos, porque por algo esa persona quiere cambiar” .

Los carteles y banderas que llevan sus compañeras desde el Obelisco hasta Plaza de Mayo proclaman: «El consentimiento no se compra», «No están perdidas, son desparecidas para ser prostituidas», «Sin clientes no hay trata», «Lo que a vos te identifica a mí me oprime», «Vulva la revolución», entre otras.

Otra de las referentes de esta agrupación, Milagros Melaño, indica que para comprender el origen de la opresión femenina es necesario preguntarse «qué es ser mujer». También señala que «no sólo» se es mujer «biológicamente, sino también por las experiencias» que viven las mujeres a partir de su sexo. Su compañera de militancia, Julieta Patrielostre, agrega: «El Radfem busca abolir esas diferencias que nos impone el género y liberar a la mujer de todas las opresiones que el feminismo liberal de hoy en día trata de empoderante».

La movilización se extendió desde las cuatro de la tarde hasta las ocho de la noche, a pesar de algunas lloviznas intermedias que amenazaron con arruinar la jornada de lucha. Algunas mujeres llevaban niñas de la mano o en cochecitos. «No pude conseguir quien me lo cuide, pero igual no me molesta», expresó a AUNO una mamá con su beba en brazos y un pañuelo verde atado en la muñeca. «Si los varones quieren parar, mejor que nos paren que nos paren de matar», gritaron cientos de voces al unísono.

Las paredes de los edificios sobre Rivadavia estaban empapeladas con carteles donde se leían deseos de las militantes para el futuro: «Queremos caminar tranquilas y en libertad», «Ni una menos», «Maternidades deseadas», «No más abuso sexual infantil» y «Seguir protestando por las que no están», entre muchos otros anhelos.

AUNO-10-3-20
MT-SAM

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