“Los viejeros”, como les gusta ser llamados, son jóvenes de Longchamps que se reúnen cada sábado en la estación de trenes local para intentar “lograr que los niños vuelvan a ser niños”. Se juntan allí porque varios vaivenes los dejaron sin su lugar de origen, la “casa de la Vieja del Andén”, nombre de la organización desde la que hace 15 años militan y defienden los derechos de los chicos. Pero el proyecto cobró un nuevo impulso.
Más de 30 chicos de entre 3 y 16 años concurren a La Vieja del Anden para jugar, almorzar y divertirse los fines de semana. El resto de los días, los “viajeros” realizan visitas a sus hogares y otras estaciones de trenes para continuar manteniendo los “derechos que naturalmente (los pibes) deberían tener, pero que se ven vulnerados: asistencia educativa, cultural y sanitaria”.
La Vieja del Andén no tiene ayuda del Estado pero, luego de recibir donaciones de entidades europeas, pudo comprar un terreno para llevar a cabo su proyecto de la construcción de un espacio para que chicos pobres de los barrios de la localidad no sólo tengan dónde reunirse los sábados —como lo hacen desde hace años—, sino también durante la semana.
En el terreno ubicado en Sur Mer y Alvear, y con el apoyo de los vecinos de la localidad, comenzaron en 2000 a realizar trabajos que llevan “ocho años sin poder ser terminados por la falta de subvenciones de parte del Municipio”, afirmaron desde la organización.
Como en esta extendida primera etapa de construcción los fondos con los que cuenta la institución “no son suficientes”, están juntando materiales de construcción (ladrillos, aberturas, chapas y sanitarios) que para terminar la obra, comentó Clara, una de las chicas al frente del proyecto.
En diálogo con AUNO, la “viejera” comentó que no sólo necesitan materiales de obra, “sino también todo aquello que puedan donar para los chicos: ropa, alimentos, juguetes”.
Por otra parte, los chicos de La Vieja cuentan con un micro donado por la organización europea Proamba, que usan como casa rodante y que, por “falta de mantenimiento”, está parado frente a la estación, desde donde “alivia la carencia de una verdadera casa donde trabajar”.
Pero el micro tiene el inconveniente de ocasionar gastos: “seguro, patente, gasoil, estacionamiento y mantenimiento”, que hacen que el vehículo se encuentre “muerto” desde hace años, explicó Clara.
PL-LP-AFD
AUNO-12-11-08
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