Un museo al arte de dar cachetadas

Un coleccionista abrió en Adrogué un museo que homenajea al mítico trío de «Los Tres Chiflados». Hay más de 1600 piezas recogidas desde hace menos de una década: autógrafos, un recibo de sueldo en Columbia de Shemp, fotos inéditas, estampillas y hasta sus obituarios hacen el deleite de los visitantes.

Muchas veces, recibir un cachetazo en la nunca, un piquete de ojos o un tincazo en la nariz puede ser entendido como un acto mal intencionado. Pero en el primer museo en Iberoamérica sobre los eternos Tres Chiflados inaugurado en Adrogué, esto es una bienvenida. “El Chifladoseo” (una mezcla de “chiflado” y “museo”) es una invitación al absurdo y a un humor sin igual. Embotellado en una abarrotada oficina, los golpes, el humor y las bofetadas del trío emblema de la comedia física del “slap’n stick” (de golpe y porrazo) vuelven a la vida para ser recordados y compartidos por todos aquellos que quieran sumergirse en su genio chifladezco.

La memoria estalla ante los ojos desde cada pared y vitrina que recorren la historia del trío de culto de los años ’20. Entre risas y recuerdos, Diego Puglisi, un caricaturista argentino y autoproclamado “fanático del trío”, inauguró el segundo museo mundial (el primero esta en Filadelfia, Estados Unidos) y el único en Latinoamérica destinado a la extensa trayectoria y al ingenio insuperable de Los Tres Chiflados.

Desde que las puertas se abren, la magia salta a la vista y a los oídos. Con un simple clic al control del sonido, los mismísimos cómicos dan la bienvenida a través del audio de una de sus películas, mientras que Puglisi asegura que son ellos “en persona” quienes reciben: “Los Tres Chiflados te dan la bienvenida”, dijo a la cronista de AUNO.

La compra de una corbata con los rostros de Mou, Larry y Curly fue un viaje sin regreso a una pasión “chiflada”. Desde 1994, Puglisi reúne y colecciona merchandising del trío de distintas épocas, de todos y cada uno de los que aportaron la semilla al show: los autógrafos de los protagonista, directores y actores secundarios (incluyendo un talón para el cobro de sueldo en Columbia de Shemp Howard), fotos inéditas de detrás de escena y de sus vidas privadas, estampillas de todas partes del mundo, sus obituarios y hasta juguetes originales de los ’50, entre otras curiosidades de ese universo que suma más de 1600 objetos en exhibición.

Incluso, el museo presenta la oportunidad de pararse al lado de la estatua a escala real de Shemp Howard, que hace que uno se sienta alto dado una baja estatura real que la televisión no dejaba conocer. “Le mande una foto de la figura a sus nietas para que pudieran ver en vida a su abuelo. Les pareció fabuloso”, contó Puglisi sobre esa pieza que encargó especialmente en honor a su ídolo.

Y como este museo —ubicado en 30 de Septiembre 1152, 1º piso, al 12.100 de Hipólito Yrigoyen— es pura pasión, accesible a través de un bono contribución de 5 pesos para obras benéficas, Puglisi no pone horarios al paseo por el recuerdo: se concierta una cita con el anfitrión y listo: prepárate para reír y recordar, pero cuidado con los piquetes de ojos y las zancadillas inesperadas.

MEL-AFD
AUNO-16-04-10

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