Recorrer un camino distinto

La dura caída por 4-0 ante Alemania marcó una nueva frustración para el fútbol nacional. Se impone un análisis realista de las potencialidades del jugador argentino y el inicio de un trabajo a largo plazo en la Selección, para que en 2014 el elenco albiceleste vuelva a meterse entre los primeros cuatro.

La categórica derrota sufrida por la selección de Diego Maradona a manos de Alemania, en cuartos de final del Mundial de Sudáfrica, sugiere el recorrido de un camino distinto hacia Brasil 2014, con el propósito de evitar el padecimiento de nuevas frustraciones para el fútbol nacional.

En los últimos 16 años, cada selección argentina que viajó para disputar un Mundial lo hizo con el traje de candidato que los hinchas le depositaron, sea por las calidades técnicas de sus integrantes o por el nivel que exhibían en las ligas europeas en las que actuaban, la sensación de que un título podía ganarse con cierta holgura flotó siempre en aire, en los días previos al inicio de cada competencia ecuménica.

Pero lo cierto es que en EE.UU 1994, Francia 1998, Corea Japón 2002, Alemania 2006 y Sudáfrica 2010, Argentina no pudo ganarle a una potencia de primer orden.

La única victoria de un combinado nacional ante un campeón mundial, en las últimas dos décadas, se produjo en los octavos de final de Italia 1990, ante Brasil. Un recordado 1-0 en el marco de un partido absolutamente desfavorable que Argentina torció con una genialidad de Maradona y una exquisita definición de Claudio Paul Caniggia.

Aquella selección —defensora del título que había obtenido cuatro años atrás en México—, llegó a semifinales y superó a Italia por penales. Luego cayó ante Alemania por 1-0 en la final disputada en Roma. Argentina nunca más volvió a meterse entre los cuatro mejores.

Por la misma vía de los penales, el equipo de Daniel Passarella venció a Inglaterra en los octavos de Francia 1998 tras igualar 2-2, y desde entonces no conoció el éxito ante un rival con jerarquía de potencia.

En los cinco últimos mundiales, Argentina derrotó tres veces a Nigeria, dos a Grecia y México, y en una ocasión a Jamaica, Japón,Croacia, Serbia, Costa de Marfil y Corea del Sur. En cambio, cayó ante Bulgaria, Rumania, Holanda, Inglaterra y Alemania, dos equipos ante los cuales también empató en una oportunidad, al igual que con Suecia.

Este sucinto repaso estadístico obliga a la formulación de algunos interrogantes. ¿Están cifradas en la realidad las expectativas que la comunidad futbolera deposita en la selección cada vez que se inicia un campeonato del mundo? ¿Son los argentinos tan buenos como parece? ¿Se sobrevaloran? Preguntas todas que sugieren un pronto replanteo sobre los objetivos que debe fijarse un plantel albiceleste cuando encara una Copa del Mundo.

Más allá de la reciente eliminación, Argentina posee aún jugadores de calidad como para iniciar el camino de una recuperación que le permita alcanzar algún logro internacional, algo que se le niega desde la obtención de la Copa América de Ecuador, en 1993.

La clave entonces para los próximos cuatro años podría pasar por encarar un trabajo a largo plazo, con un cuerpo técnico que sea consecuente con una idea de juego y una identidad deportiva.

La meta debería ser más módica que la de conquistar el título mundial: meterse otra vez entre los cuatro mejores. Concretar esa aspiración le permitirá al fútbol argentino sacarse presión, crecer, y procurar metas superiores en el futuro. Pero para ello se impone primero un análisis relista y un necesario baño de humildad por parte de la patria futbolera.

AUNO-07-05-10
LDC

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