¿Cómo surgió la revista NaN?
El proyecto nació como agencia NaN primero, y la idea surgió de las ganas de hacer un medio. Nosotros vivíamos en AUNO, vivíamos hablando de periodismo y pensando notas. A veces no laburamos pero estábamos siempre ahí, era lo que nos unía. Queríamos hacer un medio sobre aquello que tiene que ver con el arte, la música, el teatro y la cultura que están invisibilizados por los medios comerciales. Está claro que en ellos siempre hay un mainstream, una superficie que siempre tiene las mismas caras, que siempre te venden las mismas bandas, obras y artistas.
Nosotros, como consumidores incluso de ese arte y esa cultura barrial, decidimos darle bola y trabajar con eso. Nuestra primera regla era que siempre íbamos a ir por lo nuevo, por lo desconocido de la cultura. Siempre nuestro objetivo fue el mismo: escribir y darle voz a esos artistas que nunca son visibilizados. Nosotros explicamos nuestro proyecto como un proyecto que tiene tres patas: difundir el arte independiente y autogestivo; darles lugar a nuevos periodistas como espacio para poder laburar y practicar; y por ultimo, aportar todo eso a un todo cultural.
¿Como está compuesto el equipo?
NaN no tiene una estructura vertical, nunca tuvo directores, editores y redactores fijos. Nosotros preferimos llamarlo como un colectivo editorial. Hoy somos seis compañeros que nos juntamos y pensamos cada sumario y cada nota que quiere hacer cada uno. También decidimos que nos gustaría qué esté en la revista y qué esté en el sitio. Porque son dos producciones independientes, la revista y la página. Cada uno tiene producciones propias. El sitio web tiene producciones que nunca fueron publicadas en la revista, y tienen la misma extensión que en papel, porque para nosotros la gente si lee.
¿Fue complicado pasar del sitio web a la revista y cuál fue su sostén?
Si, nosotros empezamos en formato virtual, en lo que sería Agencia NaN los primeros tres años. Nos costó mucho, como todo proceso de aprendizaje, pasar toda la producción a la revista. Nuestro espejo, donde siempre nos miramos o donde siempre recurrimos ante una duda o la estructura que siempre tomamos para funcionar, fue la que nos ofrecieron los editores de AUNO. Siempre propusieron un trabajo colectivo, una manera de hacer periodismo que rompía con la lógica habitual. Ya que en general este trabajo es muy individual, todo pesa en uno, en darse la cabeza contra la pared, no consultar al compañero, ir para adelante y con mucha competencia. El aprendizaje en AUNO fue totalmente distinto, siempre fue en equipo. Basado en que el compañero tiene mucho para aportar a lo que uno puede estar pensando, siempre enriqueciendo el laburo propio. La estructura que aprendimos ahí fue horizontal.