Por Ana Laura Escurra*
El 23 de noviembre de 1974, cuando volvían de un paseo en familia, Laura Franchi fue detenida en Quilmes por la Policía Bonaerense junto a su hija de 4 años, María Laura Stirnemann, su cuñado Juan José Stirnemann, una amiga y su hijo de 3 años.
Esa detención duró 7 años, en los que fue trasladada al Pozo de Banfield, al penal de Olmos y al de Devoto, donde recuperó su libertad en abril de 1982 y se exilió a Francia. El encierro en la cocina de la Comisaría dejó en la niña secuelas psicológicas que duraron hasta su adultez.
Durante su infancia le costaba comunicarse porque todo lo que vivió durante esas 48 horas de cautiverio quedó en algún lugar de su mente, bloqueado por su inconsciente para sobrevivir. Exiliada en Francia junto a su madre y hermana, durante su adolescencia María Laura tuvo una relación en la que sufrió violencia de género. Su novio como “prueba de amor” le pidió jugar a la ruleta rusa y al ponerse el arma en la cabeza los recuerdos de su cautiverio volvieron. Recordó cómo un policía le apuntaba con un arma en la frente mientras otros dos golpeaban a su tío para que hable.
Cuando tuvo a su primera hija no soportaba oírla llorar porque le recordaba los llantos de los detenidos que eran torturados. Todo ese dolor lo reconvirtió en lucha cuando volvió a la Argentina en 1994 y logró identificar el cuerpo de su padre desaparecido, Mario Alfredo Stirnemann, junto al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).
En su regreso a Francia, creó una sede de la agrupación H.I.J.O.S (Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio) para continuar con su lucha por los derechos humanos y ayudar a otros hijos de desaparecidos a recuperar su identidad.
¿Cómo se origina la sede en París?, ¿cómo empezás a participar de la agrupación?
– En 1994 volví a la Argentina porque quería buscar mi orientación profesional y también investigar lo que había pasado con mi papá desaparecido. Hice una investigación que duró cuatro meses con la que ubicamos sus restos, que estaban enterrados en el cementerio de Lomas de Zamora y los llevamos a Olavarría. En ese proceso de la búsqueda fui a un abogado y le dije que quería hacerle un juicio al Estado porque, según los datos antropológicos mi papá había sido asesinado. Él me comentó que en Argentina no se podía hacer juicio porque había leyes de impunidad, así que le pedí que guardara todos los papeles. Me quedé mal por eso y mientras volvía a Francia en 1995 se creaba H.I.J.O.S en Argentina. Desde acá seguía lo que estaba sucediendo. Con mi hermana habíamos hecho un testimonio para un libro de Juan Gelman donde se recopilaron varios testimonios de hijos de desaparecidos. El nuestro fue el primero. Cuando los chicos de H.I.J.O.S los leyeron nos pidieron que armemos una sede de la agrupación en Francia en 1996. Entonces empezamos a militar para que el gobierno francés, que por ese entonces tenía una relación económica muy importante con el gobierno argentino, pudiera interferir en las leyes de impunidad que había en ese momento. El objetivo era alarmar a la política pública internacional para que se hiciera eco sobre lo que sucedía en Argentina. Así comenzamos. Trabajábamos más que nada en el ámbito de la opinión pública.
¿Qué conexiones tiene la sede de París con las distintas sedes de la agrupación en Argentina?
-Siempre trabajamos de manera independiente con respecto a otras regionales. Pero en los puntos básicos estamos de acuerdo. En un momento dado no compartíamos ciertas cosas, como su cercanía con lo institucional, por nuestra decisión de no trabajar con ningún gobierno. Pero la Argentina tiene su realidad y acá hay otra. Creo
que la agrupación hoy es una potencia simbólica, pero no sé si sigue siendo una fuerza movilizadora como lo fue en los ‘90.
En 2014, Estela Carlotto vino a París y nos pidió si nos podíamos ocupar de la Campaña por la Identidad, porque acá nuestra palabra tiene más peso. Hicimos un video con los jugadores argentinos del Paris Saint Germain. Nunca trabajamos con la Embajada, ni recibimos dinero de subvenciones porque queríamos ser independientes y tener nuestra forma de decir las cosas. En esa ocasión nos invitaron a que trabajemos juntos, pero cuando asumió el macrismo dejamos de hacerlo. Porque desde ese gobierno había un relato negacionista, un desfinanciamiento económico de los centros de memoria y no queríamos legitimar la campaña dentro de ese espacio. En ese contexto, formamos parte de la Asamblea de Ciudadanos Argentinos en Francia e hicimos denuncias sobre la embestida del gobierno de Macri contra los derechos humanos, los presos políticos y los derechos de los trabajadores. En la actualidad seguimos manteniendo la estructura, porque acá no existe otra agrupación que sea un vector de comunicación con respecto a esos temas.
¿Cómo se viven desde el exterior los juicios sobre derechos humanos que se realizan en Argentina?
-Luchamos mucho para que esos juicios se hicieran. Estuvimos muy desilusionadas con el juicio de mi padre porque la causa se dilató un montón, los imputados fallecieron y el juicio nunca se hizo. Nosotras habíamos presentado todas las pruebas y nos pusieron muchas trabas. Teníamos un testimonio de que él había estado en el
centro clandestino de detención “El Banco”, ubicado en Puente 12, y nos dijeron que no contaba como prueba porque no era visual. El testigo sabía que él había estado ahí pero no lo había visto. Al final apareció un testimonio visual, teníamos el cuerpo, los testigos, nuestros testimonios y todos los elementos jurídicos necesarios para que el
juicio se realice y que los genocidas tengan la máxima condena. Hubo también cuestiones políticas porque estaba metida la Triple A y tampoco había una voluntad de juzgar a ese sector muy rápidamente. El juicio era lo único que podíamos obtener con respecto a la reparación a ese nivel de Justicia y nunca la tuvimos. Siempre seguimos los juicios cuando estamos implicados en la historia.
¿Cómo fue tu experiencia en la participación como testigo en el Juicio a las Brigadas junto a tu madre y hermana?
-Ese testimonio era algo muy elaborado porque habíamos tenido contactos con otras víctimas y escuchado varios casos. A mí me arrestaron cuando era chica junto con mi madre, sufrí torturas y por todo esto quedé traumatizada y perdí la memoria. No tenía recuerdos de eso, solo flashes. Mi mamá estuvo presa 7 años y cuando salió nos recuperó en Francia. Fue otro tema porque tuvimos que reestructurar la relación, todo fue muy intenso. Le preguntábamos cosas. Por ejemplo, eso de que yo había estado detenida nunca me lo había querido decir. Cuando volví a Argentina y realicé la búsqueda sobre el cuerpo de mi papá me enteré parte de la historia, no tenía todos los
elementos. Fueron muchas etapas en este proceso hasta llegar a ese testimonio. En el caso del juicio por mi papá, ella había dejado en Amnistía Internacional antes de exiliarse una declaración de lo que había sufrido en su detención. En 2012 tuve que juntar todos esos papeles y leí todo. Por eso en el Juicio a las Brigadas ya conocía los detalles. El relato es siempre traumático porque está la carga emocional. Pero fue mucho más liviano, porque ya conocía los detalles de su testimonio.
En la actualidad existe un discurso negacionista por parte de algunos partidos de derecha en Argentina ¿qué opinás sobre esto?
– Cuando vino el presidente Alberto Fernández a Francia en febrero del 2020, nos reunimos y le hicimos la proposición de elaborar en Argentina una ley anti negacionista como la que existe en Francia. Porque pensamos que cualquiera puede ir a un lugar público, generar un discurso de odio y no ser juzgado. Él dijo que le parecía bien la propuesta, le mandamos una copia de la ley francesa pero no nos contestó. Desde la semana pasada, la sede de H.I.J.O.S de Buenos Aires está haciendo un simposio internacional para trabajar el tema del negacionismo. Es un intercambio de experiencias para explicar cómo se aplicó esa ley en Francia y que tendría que modificarse para aplicarse en Argentina.
Durante los juicios a las Brigadas se pudo ver a muchos de los genocidas en prisión domiciliaria. En relación a esto, ¿cómo ves la política de Derechos Humanos que se lleva a cabo en Argentina?
-Las prisiones domiciliarias no son un buen símbolo para el país, porque queda una especie de impunidad flotando. De todas formas no hay justicia porque ellos vivieron toda su vida en libertad. Ahora los juzgan, los ponen presos y son unos viejos que se van a morir en dos años. Esa justicia que llega tarde no es justicia. Lo que debería ordenarse es que una vez que hubo un juicio que fue juzgado por la ley, una persona pública no pueda negarlo. Porque negando lo que pasó pone en cuestionamiento el trabajo de los organismos de Derechos Humanos y re-victimiza. Entonces uno tiene que estar siempre con su prueba a cuesta para restablecer la verdad y eso es violento.
Y no me refiero solo para mi familia, nosotras nos quedamos sin país, sin padre y sin justicia. También lo es para los demás. Desde H.I.J.O.S trabajamos pensando qué va a pasar en el país con nuestro relato cuando empecemos a morir. No puede venir una persona a decir que esto no ocurrió, porque no se progresa en los derechos humanos
y el valor de la vida. Por eso estamos trabajando en la ley anti negacionista, para que un hombre público no pueda negar lo establecido por la ley y por la historia. También luchamos para que se abran los archivos. Si se quiere establecer una verdad histórica eso debe ser algo impostergable. De esa forma vamos a saber dónde están los nietos y dónde están los cuerpos de nuestros familiares. Es nuestro derecho. Es lo mínimo que se puede hacer para restablecer la verdad.
*Entrevista realizada en el marco de la cátedra Taller de Periodismo Gráfico.