Lomas de Zamora, dic 19 (AUNO) – Los entendidos en deportes aún recuerdan a Martínez como aquel muchacho quilmeño, fanático de River, que se fue con la crisis del 2001 a probar suerte a España.
Lo consideraban uno más del pelotón de boxeadores con posibilidades de destacarse y sin más chances que la de aspirar a un título sudamericano.
El 15 de septiembre último, en Las Vegas, ganó el título mundial de peso mediano del CMB ante Julio Chávez y para coronar un año feliz anoche obtuvo el Olimpia de Oro.
Y eso que la naturaleza no ha dotado a Martínez con ninguno de los atributos indispensables para ocupar por un rato el Olimpo de los grandes campeones de boxeo.
Ya nadie duda y más aún después de aquella epopeya de septiembre que Maravilla es producto de su tesón e indeclinable esfuerzo muy propio de muchos seres humanos.
De los primeros tiempos erráticos en su accidentada llegada a España hasta este presente como nuevo ídolo del deporte argentino hubo una trasformación evidente y fundamental.
Pero ese tesón sembrado habría de dar sus frutos: El encuentro en España con el preparador físico Pablo Sarmiento cambió su vida para siempre. Sarmiento vislumbro en su nuevo pupilo el chispazo de los grandes protagonistas del ring.
De Martínez a Maravilla
Ambos idearon un plan casi imposible: poner a un hombre común en el candelero del boxeo y para hacerlos debió someterse a una dieta rigurosas, los 365 días del año de entrenamiento y concentración constantes; disciplina espartana y entrega absoluta para un objetivo: ser el mejor.
No quiero rosar la discriminación, pero todas y todos sabemos que cualquier otro boxeador se entregaría a la parranda, los excesos, a engordar y a dilapidar su dinero, especialmente con los nuevos amigos que aparecen cuando alguien está la cúspide de algún éxito.
Maravilla, en cambio, sigue siempre, donde sea que sus compromisos lo lleven, la misma rutina: levantarse de madrugada, correr tres horas, hacer muchos, muchísimos abdominales para luego pasar a los ejercicios anaeróbicos y la parte boxística.
Algunos, como no podía ser de otra manera y para alimentar la mitología, lo comparan con Monzón, pero él respeta al ídolo y con total sinceridad declaró que no se halla a la altura del santafesino: “Monzón es el mejor boxeador argentino de todos los tiempos”, había señalado en Las Vegas con absoluta franqueza.
Maravilla logró el de oro por primera después de superar por apenas tres votos al taekwondista Sebastián Crismanich, que en los Juegos Olímpicos Londres 2012 logró la única medalla dorada de la delegación argentina.
AUNO 19-12-12
GP-HRC