“Los boxeadores somos quilomberos”

Silvio Rojas es vendedor ambulante pero dice que aún es boxeador. Cuando lo fue profesionalmente, peleó, entre tantos, contra Julio César Chávez y “Látigo” Coggi, dos míticos campeones mundiales.

Gabriel Santana

Lomas de Zamora, noviembre 6 (AUNO).- “Yo no soy de ningún lado, siempre fui un vagabundo. Volví a Monte Grande porque mis enemigos murieron todos o están en cana”, cuenta Silvio Rojas. Hace más de siete años que dejó de pelear profesionalmente. “Por mi carácter tuve muchos problemas. Los boxeadores somos quilomberos”, admite. Sin embargo, sigue vinculado al deporte y, según dice, seguirá siendo boxeador toda su vida.

Café de por medio con AUNO, Rojas se abrió a recordar su carrera, sus altibajos personales y sus próximas metas. Continúa viviendo en la villa de la que nunca salió “por ignorante”, dice, aunque no renegó en ningún momento del destino que le dio al dinero que ganó. “Me gustó más disfrutar el momento.”

Desde pequeño le gustó el boxeo y encontró en él una forma de ganarse la vida. Hoy se dedica a la venta ambulante y organiza festivales de boxeo. No combatió por títulos mundiales, pero puede darse el lujo de contar que luchó contra algunos de los más grandes de la historia del deporte.

“A mí me falto apoyo; nunca me entrené como correspondía, yo boxeaba para comer. A mí siempre me llamaban a último momento para pelear y me decían ‘en dos días tenés que dar tal peso’. Es un ambiente muy jodido. Al promotor no le importa nada, sólo quieren la plata. Ellos ganan más que vos.”

Contra ‘Latigo’ Coggi “peleé quemado porque me había explotado la manguera de una garrafa. ¿Iba a decir que no podía? Si con eso comía yo y mi familia”, manifestó. Su rutina para dar con el peso consistía en no ingerir alimentos por dos días y entrenar a triple turno, y cuando podía se compraba algún suplemento vitamínico.

“Yo peleaba contra promotor, contra árbitros, contra todos” afirmó el “Mono” Rojas y recordó su primera caída como profesional contra el ex campeón argentino y sudamericano de peso ligero Ricardo “Kojak” Silva: “Me ganó por descalificación, fue una cama para que él levante”.

En 1992 viajó a España, donde estuvo dos meses y se impuso en los tres combates que disputó. Vivió en Madrid y un tiempo en las Islas Canarias. Por entonces ya era padre de tres chicos y se volvió porque extrañaba la Argentina. “Yo había dejado a mi familia y por las tres peleas me habían dado sólo 700 dólares. Por eso cuando volví me enojé con mi promotor, Santos Nicolini. Después entendí que él me quería hacer llegar”.

Luego de su periplo por España dejó el boxeo por ocho meses y comenzó a ganarse la vida como vendedor. “Vendía espirales, vendía en la calle como ahora”, recuerda. Fue por ese entonces cuando llegó uno de los hitos de su carrera, su pelea con el multicampeón mexicano Julio Cesar Chávez.

Le ofrecieron 6 mil dólares por la pelea y aceptó. Fue cuando Rojas logró tomar conciencia del contraste de su vida. Allí conoció los lujos a los que nunca había tenido acceso. “Yo siempre fui pobre y cuando llego al DF vi un operativo enorme de periodistas, me volví loco. Después me llevaron a Guadalajara y me alojaron en un hotel de ‘ochocientas’ habitaciones con acceso a toda clase de joda.” “Mujeres, drogas y alcohol” fueron puestos a su disposición. “Me dieron cerveza con tequila ¿Cómo vas a tomar cerveza con tequila?”, se preguntó con desparpajo.

En la contienda perdió por KO en el tercer round. Sólo había entrenado 20 días, en la noche previa se había emborrachado y durante la pelea acusó no sentir nada. De todas formas el resultado ya estaba arreglado. “Me ofrecieron dos lucas por tirarme. Ocho mil dólares gané. El mismo tipo que me llevó me vendió”, reveló Rojas a AUNO.

A pesar de la derrota, el combate con Chávez fue un antes y un después en su carrera. Después de esa velada las puertas del mundo se le abrieron. Viajó a Australia, Brasil, Francia, Italia y Ecuador. Este último destino también lo marcó. No por hacer caído por puntos ante el local Luis “Morochito” Hernández, sino porque terminó preso.

“Fue en el 2000 y caí por ‘coyote’. Me casé con una piba con papeles truchos para que ella pueda ir a Estados Unidos. Me pagaron 3 mil dólares para que me casara y la plata la perdí toda. Antes de subir al avión me detuvieron los de Narcotráfico. No me encontraron nada, pero la policía de migraciones me sacó la ficha de que iba por la piba. Habré estado 15 días en la cárcel. Me sacaron tres abogados contratados por los que me llevaron y organizaron la movida”.

A pesar del mal momento vivido, Rojas no pierde el humor al recordar sus peripecias. “A veces cuando veo ‘presos en extranjero‘me acuerdo de ese momento”, contó entre risas.

Al recobrar la libertad, se negó a viajar a Estados Unidos y emprendió su regreso a la Argentina. Pagando “una coima” de 100 dólares logró salir por la frontera con Perú sin mostrar documentación. En Lima se encontró una ciudad convulsionada porque esa semana habían salido a la luz los hechos de corrupción que comprometían al ex presidente peruano Alberto Fujimori. Siguió su recorrido hacia Bolivia donde también tuvo que acudir al soborno para pasar sin problemas la frontera. “Tuve que pagarle a un policía 20 dólares y darle un muy buen bolso que traía”. Finalmente llegó a Salvador Mazza en la provincia de la Salta, donde mostró por primera vez su documento.

A lo largo de la charla, en la cual repasó los mejores y peores momentos de su vida, reiteró constantemente su agradecimiento para con el boxeo. “Yo le cambié la vida a toda mi familia. El boxeo ayudó a todos”. Soy como Maradona, pero chico”, bromeó.

OBJETIVOS FUTUROS
Rojas se mostró arrepentido de muchas cosas que hizo, pero está eternamente agradecido al boxeo. “Lo bueno del boxeo es que te saca de la delincuencia. Yo antes del boxeo era una rata que afanaba bicicletas”, confesó a AUNO. A partir de su experiencia es que fijó un nuevo objetivo para su vida: “Tengo ganas de poner un gimnasio para sacar a los pibes de la calle, pero me falta la plata. Necesito apoyo económico de la municipalidad o de algún millonario de la zona”. “El mono” sigue caminando las calles de la villa y cree que con el deporte se podría de cambiar la situación actual. “El boxeo saca a los pibes de la calle. Hoy son una bomba del tiempo y caen en la droga o se hacen transas”, advirtió.

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En el último tiempo la vida de este ex boxeador sufrió un cambio de rumbo. Se acercó a la iglesia pentecostal y modificó sus hábitos. “Los boxeadores somos complicados. Nos buscan pelea y peleamos. Los boxeadores no le tienen miedo a nada. Yo ahora me hago el tonto y no me engancho, soy un tipo grande y quiero vivir tranquilo”. Además, está luchando para dejar el alcohol. “Tuve todo tipo de adicciones. Estuve 202 días sin tomar porque tenía alto el colesterol. Ahora voy a tratar de dejar de tomar por mi mujer”. Reconoció que fue violento con su primera esposa pero destacó que cambió: “Yo aprendí a comportarme. Mirá como terminaron (Carlos) Monzón y (Rodrigo) Barrios, yo no quiero terminar así.”

Rojas no quiere repetir las historias conocidas de muchos boxeadores. Después de un breve repaso por la vida de distintos pugilistas, encontró en la pobreza el denominador común. “salimos de barrios muy jodidos”, remarcó afligido y concluyó que para ser boxeador hay que ser pobre. “Un tipo que tiene plata no se va a hacer pegar. Tu mamá y tu papá no quieren que seas boxeador”, afirmó. Sin embargo, subrayó que hay boxeadores que saben comportarse y llevan su vida tranquilos.

En alguno de los festivales que organizará próximamente le gustaría contar con la presencia de Sergio “Maravilla” Martínez, con quién se enfrentó en dos oportunidades y en ambas cayó derrotado. “La última vez que lo vi me dijo que me iba a llamar, pero no me llamó nunca más. Yo necesitaría la presencia de él para que haya más gente. Plata no, que no se haga problema que plata no le voy a pedir.”

GAS-AFD
AUNO-06-11-17

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