“Lo hace porque me quiere”

La violencia de género en los noviazgos entre jóvenes es una problemática que crece cada vez más en la Argentina y se naturaliza en las actitudes de los adolescentes. Un nuevo paradigma del amor donde el control es un beso y la humillación una caricia. Pero, ¿Cómo sucede? ¿Cuál es la raíz del problema? ¿Es la nueva ley contra violencia de género la solución?

Julieta Doti

Lomas de Zamora, julio 2 (AUNO).- Esteban, de 17 años, entra al cuarto de Camila, de 16, con la que ya hace más de un año y medio que está de novio. Le señala el ropero y le ordena que saque toda su ropa de ahí. El joven separa a un lado las musculosas, las polleras, los shorts, las calzas, las bikinis y toda prenda que le parezca provocativa. Las guarda en un bolso y se las lleva. Camila queda ahí: sola con sus pescadores y pantalones largos. Deberá enfrentar el duro verano que le aguarda. Por fortuna, esos serán los últimos meses que sufrirá antes de decidir terminar por completo con la relación.

“Si no me manda mensajes, no me cuida”; “si le gusta que salga con amigas, no le importo”; “si no me cela, no me quiere”; son algunos de los síntomas del nuevo paradigma del amor, según Cristina Bottini, perito psiquiatra del Juzgado de Familia de Avellaneda. Sin embargo, todo lo que nos rodea anuncia que hay un cambio social en el que la mujer ha logrado estar en igualdad de condiciones con el hombre. Todos señalan que la juventud es la fiel heredera de esa sociedad. Se considera que los jóvenes son más vivos, más conscientes de los peligros, de sus derechos. Ellos son los que poseen las nuevas herramientas, ellos son la máquina de ese cambio. Ellos saben detectar la llamada “violencia de género”… o eso se cree.

La violencia de género es la discriminación por una cuestión de género. Puede ser hacia una mujer, una travesti o un gay, pero, en la mayoría de casos detectados, es hacia las mujeres, ya que se las considera como el “sexo débil”. La Casa del Encuentro, una ONG destinada a defender los derechos humanos de las mujeres, niños y adolescentes, realizó un informe acerca de los femicidios ocurridos en la Argentina entre los años 2008-2012 y lo tituló: “Por ella”. Éste reveló que de las 384 victimas que se detectaron en la provincia de Buenos Aires, 10 de ellas fueron jóvenes de entre 13 y 18 años, quienes fueron asesinadas por sus parejas. Un porcentaje equivalente al 2,6%.

La problemática no pasa sólo por el golpe, como muchos creen. Eso representa solo un tipo de violencia: la física. Por ejemplo, en Córdoba, en un informo similar al que se realizó en la Provincia, se detectó que solo el 5% de los casos de violencia de género correspondían a noviazgos adolescentes, pero una encuesta señaló que el 92,5% de los jóvenes reconocieron indicadores de violencia en sus relaciones de pareja.

Estrategia de la violencia

“La violencia se da de una manera tan progresiva que a cualquiera le puede pasar”, explica la psicóloga Marilina Lozano de la Comisaría de la Mujer y la Familia de Avellaneda. Dentro de las parejas adolescentes, además de la violencia física, predomina la violencia psicológica, social y hasta la sexual, que es cuando la mujer es obligada a mantener relaciones intimas sin su consentimiento. Este tipo de violencias hace que muchas veces el maltrato no pueda ser detectado.

El control excesivo es el principal indicio de que algo anda mal. “Muchas jóvenes no registran que hay violencia porque interpretan el dominio del otro como “posesión por amor”. ‘Me controla porque me quiere’, piensan”, indica la doctora Bottini. Esta es una práctica que va cambiando de formatos y de modelo pero que se realiza siempre con la misma base: el control y el poder. Hoy, los jóvenes están muy aferrados a los medios de comunicación, como el teléfono y las redes sociales, y éstas son, justamente, las herramientas mediante las cuales se logra la dominación. Los mensajes de texto, el Whatsapp, el Twitter y el Facebook pueden ser armas letales en las manos equivocadas.

“Mi novio Alejandro no podía estar en mi casa cuando estaba mi papá, así que yo, en todo ese tiempo, tenía que dejar el teléfono en manos libres para que él escuchara todo. Así he pasado varias cenas. Un día yo me quise conectar al MSN a escondidas porque él me había prohibido usarlo. Traté de no hacer ruiditos con la tecla y no se cómo escuchó y me empezó a hacer un escándalo terrible. Ahí mi familia se empezó a dar cuenta que algo pasaba. Mis amigas no, porque yo olvídate que hablaba con ellas”, relata María José (20), quien aún recuerda esa tormentosa relación de pocos meses que vivió con su primer novio, a los 16 años.

El aislamiento, también conocido como violencia social, es una de las principales consecuencias del control y el eje que permite mantener esa relación de dominación por tanto tiempo. El maltratador empieza a alejar a su pareja de sus amigos y familia, hasta llegar a un punto en que la persona está aislada y no puede contar a nadie lo que está viviendo. “Siempre estaba él, nunca podía estar sola con mis amigas. Una semana, él se fue a la costa con su familia y yo justo iba a salir a bailar por el cumpleaños de una chica. El mismo día de la fiesta, él se tomó un micro y cayó de sorpresa para acompañarme. Yo lo tomé como algo bueno: ‘Mirá lo que hizo el flaco por mí’. Fue esa noche cuando me peleé definitivamente con mis amigas por su culpa”, confiesa, indignada, María José.

Todo esto, en conjunto con la humillación psicológica, provoca que baje rotundamente la autoestima de la persona. “Los jóvenes son más propensos a sufrir violencia de género en su relación, ya que están en una etapa en la que descubren su personalidad, en la que copian modelos”, asegura la psicóloga Susana Massa del Consejo de la Mujer de Avellaneda, quien, además, brinda talleres a los adolescentes para prevenir este tipo de violencia. También, agrega que hasta se puede generar una violencia sexual, como en el caso de Camila. “Yo sentía que era su putita a domicilio porque íbamos al telo cuando él quería”, expresa la joven.

Los agresores, en general, suelen tener un perfil definido. Según la psicóloga Lozano, los maltratadores son personas muy inseguras, que tienen la necesidad de ejercer el poder sobre el otro, aunque, en realidad, piensan que lo hacen por su propio bien. También presentan lo que ella llama una “doble fachada”. El victimario puede ser perfectamente el mejor amigo, el mejor compañero, el mejor vecino pero, donde nadie lo ve, es donde descubre su propio yo violento. Esa es la principal razón por la que a gran parte de las mujeres les cuesta tanto contarlo. Ellas tienen miedo de que nadie les crea. Otras veces sienten culpa porque piensan que todo lo que ocurre es por ellas. Sin embargo, es él quien tácticamente pone esa idea en la cabeza de su pareja. “Me voy a suicidar porque sin vos mi vida no tiene sentido”, le solía advertir su novio a María José en cada discusión.

Raíz de la problemática

“Hay un corrimiento de valores pero muchos continúan. Los adolescentes tienen cada vez más libertades pero, sin embargo, el proyecto de Cenicienta no cambia. ‘Es el hombre el que me va a salvar’, ‘es el hombre el que me va a proteger’, ‘es el novio el proyecto’. Eso sigue estando y es cada vez más contradictorio. Las adolescentes buscan al chico, que es el más pendenciero, pero como referente del que es el más fuerte. Son chicas que en su vida familiar no han tenido reconocimiento, ni afecto. Hay un modelo machista en el hombre y también en la mujer porque si la mujer no tuviera un modelo machista en su mente no se metería con este tipo de hombres”, afirma la psiquiatra del Juzgado de Familia de Avellaneda.

Camila no era la excepción. Lavar la ropa, cocinar y limpiar el cuarto eran algunas de las tareas que la joven realizaba casi obligatoriamente todos los días para que su novio no se enojara. “La madre de Esteban decía que así debía ser una buena esposa para su hijo. Un día me comentó que ella no quería una nuera que se la pasara mirando la tele todo el día. Lo decía por mí. Yo me enojé y le contesté ‘ah, como sos vos’. Entonces ahí me pegó una cachetada”.

Campañas vs. TV

La ley nacional 26.485 forma parte de un cambió que todavía no llegó. Una norma sancionada el 11 de marzo de 2009 con el fin de “prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales”. Según esta ley, se deben promover, como un tema de responsabilidad social empresaria, la difusión de campañas publicitarias para prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres informando sobre los derechos, recursos y servicios que el Estado garantiza e instalando la condena social a esta practica. Sin embargo, sus resultados no parecen ser muy satisfactorios. El programa porteño “noviazgos violentos” reveló que, de las mujeres que acudieron, el 34% tenía entre 15 y 17 años, el 43,5%, entre 18 y 20, y solo el 14,5%, más de 20.

“¿Qué le interesa más a un pibe: cinco minutos de un spot o qué su padre se mate de risa mirando a una chica con muy pocas luces, donde otro tipo muy famoso le pregunta cosas para que quede en ridículo y le diga: ‘Vos lo único que sos es un par de siliconas’? Eso tiene más impacto. El día de mañana una chica que deba elegir de qué forma ser exitosa, va estar entre ser una médica que hace 800 horas de guardia en un hospital o una chica con colita parada que dice dos pavadas en la tele y encima gana fortunas. ¿Cuál va a elegir? Ése es el modelo que instauran los medios. Entre eso y mi abuela bajada del barco que era controlada por mi abuelo, no veo la diferencia”, sostiene Bottini.

Todos los entrevistados coinciden en lo mismo: vivimos en una sociedad patriarcal que se repite año tras año, a pesar del cambio social y cultural que parte de la comunidad parece tratar de generar. Según la Comisaría de la Mujer y la Familia de Avellaneda, las mujeres casadas que denuncian a sus parejas argumentan que la violencia comenzó cuando se casaron o cuando tuvieron su primer hijo. Sin embargo, la psicóloga de la institución indica que ése es, en realidad, el punto donde la victima registró que la violencia existía, ya que siempre está desde el origen de la pareja. Esto es avalado por los datos de los centros de asistencia porteños, que muestran que el 80% de las esposas maltratadas que se presentaron sufrieron los primeros abusos durante el noviazgo. “Él me hacía sentir que si yo no estaba más con él no tenía más vida. Nosotros teníamos toda una vida planeada. Pensaba que si no formaba una familia con él, con quién lo iba a hacer. Pensaba que fuera de él no había otro mundo”, es la historia contada por Camila. Algo que parece nuevo, de otra generación pero que, en verdad, tiene otra raíz.

AUNO 02-07-2014
JD-AFG

Dejar una respuesta