La lucha fue nuestra, de todos los estudiantes de Lomas

Mónica Hatar militaba en la Juventud Universitaria Peronista en 1974 cuando ingresó a la Universidad de Lomas de Zamora para estudiar Licenciatura en Medios de Comunicación , hoy Periodismo. Sobreviviente de aquella época de horror, guarda en sus ojos la fuerza de aquellos días. La palabra «lucha» tiene en su boca una dimensión diferente, y el término «compañero», la fuerza del compromiso asumido.

Por Miriam Lerose

Nunca decayó, ni en las peores circunstancias. En los tres años y medio que estuvo presa, Mónica sabía que tenía que seguir luchando, era la vida o la muerte. Desde chica quería ser periodista, pero lo que más la movilizaba eran las situaciones sociales del país. Siempre le preocupó la política, vivía en una familia politizada. Su padre, que murió cuando ella tenía once años, fue el fundador del Sindicato de Operadores Cinematográficos. Tenía ocho hermanos, radicales y peronistas, y las discusiones que se originaban en su casa eran eternas.
Ni bien entró en la facultad decidió militar en el Centro de Estudiantes, se fue derecho a la Juventud Universitaria Peronista. En esa época la Universidad funcionaba de noche: “En el edificio del Colegio Normal de Banfield había mucha gente grande que estudiaba y trabajaba, necesitaban ayuda y el Centro de Estudiantes se la daba”.
El rector era Julio Raffo, que fue elegido por los tres estamentos, “como marca la ley univesitaria”, aclara Mónica, y recuerda que “una vez Raffo no reunió a todos y nos dijo: “#732;ustedes para ser referentes tienen que ser los mejores”#8482;”.

Ella también trabajaba y estudiaba, no sabe cómo hacia para dividir su tiempo pero recuerda que sus compañeros la ayudaban, ellos creían en su trabajo, en esos días “la política no era mala palabra, todos valoraban los que hacíamos. El mismo Rector nos apoyaba, teníamos un delegado por comisión y Julio Raffo nos llamaba y nos consultaba. Nos reuníamos en el rectorado y nos preguntaba cómo iba la facultad. Eso era democracia”, remarca Mónica, entre mate y mate.
La reivindicación principal que tenían los militantes, era tener una sede propia para la Universidad, pero siempre faltaba una firma, “ya teníamos el proyecto de Ciudad Universitaria, lo habíamos divulgado por las fuerzas vivas de Lomas, hasta teníamos la maqueta, pero siempre faltaba una firma de un tal Rivas “#8220;cuenta-. Nosotros nunca logramos conseguir el lugar, pero esa lucha nos costó sangre , movilización, persecución. Cuando estaba presa leí en el diario que Videla había cedido las tierras de la Universidad de la Plata a Lomas; pero la lucha fue nuestra, de todos los estudiantes de esa época”.
Cuando asume como ministro de Educación Oscar Ivanissevich, en 1974, comienzan a intervenir la Universidades por orden de importancia, desde la UBA hasta llegar a la de Lomas. “Eso nos dio tiempo para organizarnos “#8220;recuerda-. Cuando llegó la intervención, al mando de Vita , cayó el rectorado que funcionaba sobre la concesionaria de automotores Pedro Rullo, pero nosotros continuábamos con las clases, nos habíamos dividido en comisiones. Sabíamos que la intervención era absolutamente ilegal, porque no había ningún basamento legal para intervenirnos”, dice Mónica..
El movimiento estudiantil estaba organizado, y ni el interventor los podía parar. Habían preparado una conferencia de prensa donde asistirían Alfredo Bravo y otras figuras importantes de la política nacional. Ese día cerraron las puertas de la Universidad y decidieron llevar a los alumnos a la Municipalidad del distrito, pero la cantidad de policías que invadió el lugar impidió que se realizara el evento. Luego de este incidente la facultad se reabrió, pero los alumnos de cada área fueron separados en distintos establecimientos.
“Divide y triunfarás”, sentencia Mónica.
Pero ellos siguieron en la lucha hasta que el 21 de agosto de 1975 el interventor mandó detener a todos los integrantes del Centro de Estudiantes, y “a otros que no tenían nada que ver incluidos los docentes y ayudantes de cátedra”. “Fue una rodada enorme que duró toda la noche. A mí me vinieron a buscar en tres Falcon con gente de civil, tenían un testigo falso ya que todavía había una fachada de democracia y para allanarte necesitaban una orden, que nunca ví”, recuerda y agrega “Yo estaba en mi casa con mi hermana. Me sacaron y me llevaron a dar vueltas, querían saber donde estaba la casa del presidente del Centro de Estudiantes, Julio Molina. En esa época él era mi pareja y yo sabía donde vivía pero me callé la boca. El trabajo de inteligencia que habían realizado era muy bueno, sabían todo de nuestra vida, todo”.
Después de dos días de interrogatorio, Mónica fue trasladada a la cárcel de Olmos donde estuvo un año y medio. Luego del golpe de estado la llevaron a Devoto. En esos años luchaba por sobrevivir. “Nunca me arrepentí de pelear por lo que creí justo, si vos te atrevías a pensar “#732;¿Porqué me metí en esto?”#8482;, te quebrabas. Yo creo que fue un recurso de sobrevivencia, aferrarme a mi ideología para poder seguir adelante, porque si te quebrás te hacés pelota, cuanto más te joden más los odiás. Nunca me arrepentí de nada y si volviera a nacer lo volvería a hacer”, afirma Mónica y su voz enérgica dice que no miente.
Una sola vez se quebró y fue cuando algunas compañeras de celda con más experiencia que ella le dijeron que no se haga ilusiones, que no estaban presas, que eran rehenes y que aunque le sacaran la causa y demuestren su inocencia no iba a salir.
El motivo de su prisión era por tener “material subversivo”, se trataba de volantes de la Universidad. Estaba a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN). “Cuando me di cuenta de que no había ningún recurso legal para que yo pudiera salir, por más que mi familia se moviera y peleara, tuve una depresión que me duró dos días hasta que me dije que tenía que seguir luchando, donde y como sea. Ellos no iban a conseguir quebrarme”, recuerda Mónica.
“Nunca supe por qué salí, cuál fue la puerta que se abrió de todas las que tocaron mis hermanos, confiesa pero cuando volví a mi casa estuve mucho tiempo sin salir, tenía más miedo de que me mataran afuera de la cárcel que adentro, sabía que mucha gente había muerto y vivía con miedo hasta que Alfonsín fue presidente: creo que ahí recién respiré”.
Hoy Mónica tiene secuelas de aquellos días, dice que no se acuerda del apellido de la gente, ese resabio le quedó de aquella época en donde era mejor no saber. Trabaja de preceptora en el Instituto Modelo Lomas, y se pregunta tímidamente si puede volver a estudiar Periodismo en la Facultad, como si tuviera el acceso prohibido por alguna causa.

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