La libertad en el propio cuerpo

En la cárcel de Ezeiza treinta reclusas asisten a los talleres de danza, yoga y expresión corporal a cargo de una coreógrafa que desarrolla un programa de la Universidad de Buenos Aires

Por Andrés Valenzuela

(AUNO-TERCER SECTOR*) Dentro de los muros de la cárcel para mujeres de Ezeiza un pequeño grupo de reclusas se mueve siguiendo los movimientos de otra mujer. No se trata de ejercicios a cargo de alguna oficial del servicio penitenciario. Tampoco de algún anticuado sistema de control carcelario. Es un taller de danza en el que participan algunas de las internas del presidiario como parte del Proyecto de Extensión Universitaria de la UBA.
Esta a actividad se viene desarrollando en el penal desde febrero del 2003 y da la oportunidad de explorar sus facetas creativas a una treintena de mujeres de entre 18 y 60 años que por diferentes causas se encuentran recluidas en la cárcel. Así, estudian danza moderna, yoga y realizan ejercicios físicos de improvisación.
Andrea Servera es docente del taller y dice que este trabajo da a sus alumnas “un espacio para encontrarse consigo mismas” dentro de un lugar “rígido”. Mientras recorre su trabajo, esta mujer, coreógrafa y bailarina, se va entusiasmando: “Es una experiencia rica y valiosa” señala, mientras hace hincapié en el rol social que cumplen el arte y la educación.
“Esta es una oportunidad que de otro modo las mujeres que están cumpliendo su condena no tendrían apunta Servera. A muchas nunca se les había ocurrido la posibilidad de disfrutar su cuerpo de esta manera”.
El grupo es inestable, ya que las reclusas que se presentan a la clase pueden cambiar semana a semana. “Es muy difícil generar un lenguaje común entre las mujeres”, explica Andrea. La causa es que pocas veces dos clases se hacen con el mismo grupo: de las 30 mujeres inscriptas en el taller, sólo unas 15 se presentan cada martes. “Todo depende de la propia dinámica carcelaria, los movimientos internos, a veces unas pueden y otras no”.
Pero eso no impide generar proyectos, como el de realizar una filmación hacia fines del verano. La idea de la docente es grabar un video en colaboración con las reclusas y un grupo de bailarinas profesionales en el marco de una jornada de improvisación dentro de la misma cárcel.
Uno de los obstáculos que deberán enfrentar para concretarlo es la conocida burocracia. A los varios permisos que deben obtenerse para ingresar los equipos al penal y para filmar a sus alumnas debe sumarse las dificultades propias de llevar adelante un taller en el medio carcelario.
“Alentador”. Así describe Servera el trabajo que realiza con un subsidio del organismo gubernamental porteño Prodanza (dedicado al fomento de la danza independiente en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires) y del New York Foundation for the Arts (una entidad norteamericana para el desarrollo de las artes). Sus años como docente en el Centro Cultural Rojas y su trabajo profesional le abrieron las puertas para desarrollar la tarea de enseñar danza contemporánea, yoga e improvisación en un presidio.

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Cómo comunicarse:
Profesora Andrea Servera: Teléfono, 1541464687.
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