Lomas de Zamora, 9 de mayo (AUNO).- A la sombra lunar de un árbol que naturalmente crece en el Caribe y que, de algún modo, llegó hasta una sala de ensayo de Remedios de Escalada, Las Fantoms (Lau Velocitud, Soledad Anaya, Estefanía Perri) repasan con AUNO su breve e intenso camino por la escena independiente y comparten experiencias sobre su show del martes 29 en el Festival Animala.
La fecha, una serie de recitales y performances que tuvo lugar en el Teatro Municipal de Lomas, buscó reivindicar la naturaleza artística de la mujer en tiempos en los que la femineidad no está del todo asimilada al mundo de la música y, sobre todo, del rock.
Si bien la humanidad ya no caza mamuts por hambre ni bolea ñandúes por deporte, la ratio-neanderthal aun no se extinguió del todo de la psiquis del hombre y ese mal hábito suele ser una piedra en la bota para el trío de Banfield. “Hay veces que llegamos a un lugar y nos quieren a ayudar armar todo como si no supiéramos o no pudiéramos”, se queja Velocitud.
“¿A vos te gustaría que yo te arme la batería?” La voz de Velocitud se hace áspera (más) y el macho caballeresco que quería ayudarla a poner los platillos (porque es mujer, porque necesita que la asistan siempre, claro) seguramente desistió: “Cuando a Estefanía se le rompe una cuerda hasta le quieren descolgar el bajo. Ella puede solita, loco. A Sole una vez le dijeron ‘vos, a pesar de que sos bajita, tocás, eh’. Vos medís tres centímetros más, chabón, ¿por qué ella no podría tocar?”
Desde que se juntaron, a finales de 2012, Las Fantoms tienen que luchar ya no con miradas peyorativas ancladas en tiempos en los que el rock parecía un homogéneo campo masculino. Su tara tiene más que ver con una mirada de uy-una-banda-de-chicas-¿están-buenas?-¿necesitan-algo? que con juicios previos sobre su música.
Porque si la sombra de una duda se cerniera sobre su sonido, “que tiene algo de gótico, de grunge y de rock setentoso”, va a bastar el primer ataque de guitarra envuelta en fuzz para despejar la X en la ecuación machista. Su primer EP, un álbum homónimo recién editado, es un pelotón de bases que machacan la canción como en un mortero, violentas erupciones eléctricas y arpegios que fluyen esquizoides hacia la noche.
Por eso si el mundo fuera como un disco suyo “sería oscuro pero con una psicodelia en escala de grises”. “Muchas veces los temas se disparan desde sensaciones que provoca la vida, ese deslumbramiento inherente a entender que un organismo está vivo, pero también desde la muerte, desde la agonía”, explica la guitarrista.
“Si tuviéramos que elegir dos temas que representen nuestro sonido serían ‘Automático’ y ‘El Ciervo’”, señalan. Leerlo es fácil, pero un largo silencio dubitativo precede a la elección de dos de las ocho crías que trajeron al mundo a finales de marzo. “Grabamos para echar raíces, para poder salir a tocar sobre la base de algo concreto”, apunta la cantante sobre la placa grabada en el Estudio Quinto, de Adrogué.
Por su parte, Anaya señala que el mundo por el que caminan sus canciones “es más el ambiente de la cueva que el del teatro y por eso fue muy interesante poder plasmar un recital en el Teatro de Lomas, con ese sonido, con ese ambiente, con la gente fresca, sin ninguna secuencia extraña”.
Sin importarles el cambio de ecosistema que significa pasar de tocar sin agua un sábado a las 4 AM a salir a un teatro municipal después de Telenoche, las chicas coinciden en que “fue una experiencia buenísima que salió muy bien y que, además de contar con un sonido muy bueno y un público distinto, permitió difundir un mensaje de manera concreta”.
Ese mensaje era la reivindicación de la mujer como ente artístico, una condición que, más allá de su recital, de los cincuenta discos que repartieron entre la gente y de lo que se pueda escuchar en fantoms.bandcamp.com, se puede entender cuando las encontrás abajo del escenario después de un toque que las deja con las pestañas empapadas, la piel brillante y esa electricidad que se difunde por el aire.
AUNO-09-05-2014
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