Lomas de Zamora, jul 25 (AUNO) – Este 26 de julio se cumplen 61 años del fallecimiento de Evita. Un cúmulo de homenajes se realizó en el país y seguirán el fin de semana.
La homenajearán incluso aquellos ‘peronistas’ disidentes del Gobierno, que en el 55 hubieran salido a saludar a la Revolución Fusiladora con banderitas blancas.
Sobre Evita, como sabemos, se escribieron centenares de textos: Historia, ensayos políticos, novelas, cuentos y poesías; y se realizaron obras de teatro, cine y óperas. Tanto en la Argentina como afuera.
No pocos escritores argentinos –nacionalistas católicos, conservadores, liberales y aquellos de la pequeña burguesía académica de izquierda; todos antiperonistas- fatigaron su pluma a la hora de intentar minimizar y humillar su figura en particular y la del peronismo en general.
Tampoco son pocos los escritores peronistas que escribieron sus poemas, cuentos y novelas a favor de Evita y del peronismo. En cambio, a periodistas y escritores antiperonistas no les temblaron las manos para escribir, por ejemplo, novelas, y vivir de eso. Obvio: viven del peronismo.
Sin embargo, hay episodios protagonizados por Evita, unos junto a Perón y otros por ella en forma particular, poco conocidos.
“Lo que ella dijo aquella vez en las proximidades de los Andes escandalizó con toda razón a la prensa del liberalismo, impermeable como un paquidermo a ciertas revisiones de la historia nacional”, escribe Fermín Chávez*.
Evita, el 31 de diciembre de 1950, en ocasión de clausurar el Congreso Nacional de Historia del Libertador, en el Teatro Independencia de Mendoza, aseguró: “Mientras en Buenos Aires la oligarquía naciente quería levantar barreras para su empresa genial –refiriéndose a San Martín-, aquí el pueblo le daba sus mulas y sus arreos, sus bienes y sus soldados para la gran aventura de la libertad”.
Después, sin metáforas, Evita siguió: “(…) Sentimos una sola tristeza: no haber estado entonces, no haber estado por ejemplo en 1824 para hacerlo quedar entre nosotros”.
Salvarlo de la oligarquía
Sin desperdicio, Evita continuó: “Lo sentimo porque de haber estado allí nosotros, pueblo humilde y descamisado, hubiésemos hecho con San Martín lo que hicimos con Perón: salvarlo de la oligarquía para convertirlo en líder y conductor de la patria que nacía. Y así, nosotros hubiésemos ahorrado, sin duda, un siglo de traiciones y privilegios, un siglo de oligarquías y entrega (…)”.
Chávez, en tanto, interpreta que el contenido de ese discurso significa el punto máximo de toma de consciencia histórica por parte de Evita y del peronismo en su conjunto.
Además, que el discurso tenía como destinatario inmediato a no pocos miembros del gobierno peronista y sus parlamentarios que provenían de la más rancia tradición liberal, cuyas cabezas estaban todavía embebidas de historia mitrista.
Historia de un libro
De regreso de Mendoza y principios de 1951, estaba dando vueltas un proyecto de libro autobiográfico de Evita, iniciativa que tenía dos años. “Había entrado en conversaciones con el periodista español Manuel Penella de Silva, autor de la primera redacción del texto”, cuenta Chávez.
Ese historiador asegura que la obra había empezado a rodar en la imaginación del escritor valenciano para otra protagonista: Eleanor Roosevelt, pero que el embajador argentino en Suiza, Benito Llambí, lo había convencido de que el personaje era Evita.
Sin embargo, Evita a su libro, que finalmente tituló La razón de mi vida, le iba a poner La pasión de mi vida, que es más musical, ingenioso y contundente que aquel.
El título que eligió no carece de fuerza, pero tiene resonancia iluminista. Es un título más para un libro (autobiográfico o no) de Borges que de Evita.
Ese historiador peronista asegura que fue una amiga paraguaya de Evita que le aconsejó ponerle La razón de mi vida.
*Fermín Chávez, Eva Perón en la historia, Buenos Aires, Editorial Oriente, 1989, pp. 166 a 169.
AUNO 25-07-13
HRC