«El tango es un vicio sano»

Carlos Estigarribia, premiado bailarín de Llavallol, competirá en el Mundial de Tango. Estuvo a punto de ganar el año pasado. Le gustaría fundar su propia escuela en el municipio para formar a las nuevas generaciones.

Franco Lapalma

Lomas de Zamora, agosto 12 (AUNO).- Hace casi 20 años que baila y diez que compite para ser el mejor del mundo. En 2015 fue tricampeón de la ciudad de Buenos Aires en Tango, Milonga y Vals; en 2016 fue subcampeón del Mundial en la categoría Pista; y en la edición 2017, que comenzará en días, Carlos Estigarribia buscará ser el número uno. Además, otra de sus metas es volver a su Lomas natal a dar clases para formar a las nuevas generaciones en una escuela con su estilo.

El Festival y Mundial de Tango es el mayor evento del género. Comenzó el jueves en la Ciudad y se extenderá hasta el 23 de agosto. El público podrá disfrutar de conciertos, clases, charlas y varias actividades gratuitas. Pero el centro de la atención se la lleva la competencia en la que miles de bailarines de todo el mundo buscarán llegar a la final en el Luna Park.

Uno de ellos es Estigarribia, oriundo de Llavallol. Le queda un título por ganar en el tango, ése que el año pasado se le negó por poco y que alcanzaron Cristian Palomo y Melisa Sacchi, una pareja de Banfield. En esa edición, Carlos bailó con su compañera desde 2013, Laura Sastria. Dana Zampieri, quien obtuvo el tercer lugar entonces, será su pareja en esta ocasión.

“Para mí, que me gusta bailar, poder competir es todo, es algo que me termina de llenar y me ayuda a crecer y a conocer un montón de gente. Representa una manera de seguir creciendo y me da el aporte de hacerme más reconocido”, explicó el artista, en relación al Mundial de Tango y su relevancia. Con el correr de los años, Estigarribia se olvidó del jurado y empezó a bailar para su compañera. “Pasé de preocuparme por el qué me dirán al me importa un huevo si no les gusta como bailo”, contó.

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A pesar de tener una larga trayectoria y títulos importantes, siempre tomó su talento en la pista “como un hobby, nunca como un objetivo”. Así lo graficó: “Al otro día de ganar el campeonato de la Ciudad en 2015, me levanté a las seis de la mañana para ir a trabajar”.

Tiene 35 años y baila desde los 16. Se crió y vivió en Llavallol hasta los 28, cuando se mudó al barrio de Almagro. Allí tiene “todo el mundo del tango cerca” y pudo invertir “el tiempo de viaje en más horas de milonga”. Ahora da clases de baile y exhibiciones, pero hace dos años tenía un trabajo en el aeropuerto como empleado de seguridad y decidió dejarlo cuando le salió un viaje para bailar en Taiwán.

Charly, como le dicen en la milonga, definió al ambiente tanguero como “una secta”: el que ingresa a ese universo no sale más. Además, entiende al tango como “un vicio sano”, que tiene algo que lo va “chupando” y “llenando” como para querer cada vez más.

“La cultura del tango está bárbara. Está bueno que siempre siga evolucionando y lo va a seguir haciendo como toda danza. En 10 años quiero ver lo que será el tango”, describió Carlos, sobre el momento que vive una danza centenaria. “No podemos pretender bailar como hace 20 años y menos como se hacía en la década del ’40. Esto evoluciona, te puede gustar o no.”

Fue a su primera milonga después de cuatro años de clases municipales. En Tía Lola, de Lanús, empezó a recorrer pistas. Luego fue a Mi Club, de Banfield, y a Los Guillonenses, de Luis Guillón, hasta que se animó a cruzar a Capital. Desde Llavallol iba y venía de la Ciudad en una moto 110, que terminó fundida. Por eso le pusieron el apodo de “el milonguero motoquero”.

Es obvio que en el exterior no se vive el tango igual que acá. Charly, que viajó por varias ciudades de otros países, contó que “la gente está desesperada por bailar toda la noche”. Estuvo en Italia, Francia y Alemania, donde las milongas “parecían maratones, nadie descansaba”. Las personas que lo miraban bailar reconocían al instante que se trataba de un argentino.

En relación a los bailarines extranjeros, destacó a los rusos y su técnica y a los colombianos por su “corazón”. Según él, pocos pueden comprender el tango como lo hacen los argentinos, con la conciencia de que hay una letra para interpretar, es decir, bailarla “como la canta el cantor”, con el mismo “sentimiento”.

Más allá del objetivo mundialista, el bailarín tiene otra meta personal muy clara: “Me gustaría utilizar la poca chapa que te da este mundo (del) tango para incorporar gente nueva en Lomas de Zamora. Algo más serio y no tan relajado”. Sin embargo, consideró que “falta más apoyo de la Municipalidad”, porque le dan prioridad a otras danzas.

“Le escribí a la gente de Cultura y no me dio respuesta. Mi idea es tener un espacio en zona sur auspiciado por la Municipalidad, poder dar clases gratuitas. ¿Qué es lo que está faltando? Interés por parte de las autoridades”, remarcó Estigarribia, con una verdadera intención de transmitir su talento a las nuevas generaciones.

AUNO-12-08-2017
FL-MDY

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