Luego de la crisis visibilizada en 2001, las falencias socio-económicas y la falta de contención integral de un sistema educativo que escatima la participación del niño fueron algunos de los disparadores de un modelo educativo que avanzó paralelamente al sistema formal de educación. Incontables son las organizaciones de vecinos, centros culturales y agrupaciones sociales que intentan salvaguardar la educación de los chicos, además de satisfacer sus necesidades básicas. Algunas propuestas pedagógicas surgieron como complementos a la enseñanza que dicta la escuela tradicional. Otras tratan de subvertirla.
Los números de la educación contrastan con los de la macroeconomía argentina: la presidenta Cristina Fernández de Kirchner precisó que 5 millones de personas menores de 40 años no terminaron el nivel primario y secundario, aunque según la encuestadora Equis el 55,2 por ciento de los argentinos no egresó del segundo nivel y el índice de deserción en la provincia creció un 130 por ciento entre 2000 y 2006; y la Universidad Católica (UCA) reveló que el 50 por ciento de los chicos de entre 13 y 17 años que vive en villas del conurbano no va a la escuela, un 23 por ciento más que en 2006.
Ante este panorama, en muchos casos fueron los mismos docentes quienes decidieron tomar cartas en el asunto. Al estar al frente de clases en las que los niños se dormían porque trabajaban por la noche o no podían atender la enseñanza porque tenían hambre, muchos maestros se agruparon con el objetivo de dar una vuelta de página al método académico.
A partir de problemas como éstos, la asociación “Brazos Abiertos”, en Lomas de Zamora, propone el juego como “una forma variable para que los chicos se interesen no sólo por la lectoescritura sino también por la necesidad de adquirir un pensamiento reflexivo sobre la realidad que los rodea”, según definió su responsable, Eva Llul. (ver Educar con el barrio para transformar la realidad )
Almirante Brown también es ámbito para esta clase de tareas: la asociación “Aprender a Ser Grandes” continúa con “esporádicas actividades de ayuda mutua”. En esta organización “se rescatan los saberes que cada uno tiene, sin imponer nada porque el aprendizaje es mutuo. No creemos en la idea de que alguien tiene el saber y lo transmite, sino que hay un aporte constante entre maestro y alumno”, definió a AUNO la coordinadora, Mónica Sánchez.
“Brazos Abiertos” y “Aprender a ser grandes” son parte del Foro Social Educativo Paulo Freire, que fundamenta sus tareas en la denominada “alfabetización comunitaria”, diseñada por ese pedagogo brasileño. Del espacio participan 200 alfabetizadores de todo el país —en su gran mayoría concentrados en el Conurbano— que trabajan en clubes, asociaciones vecinales, comunitarias, de derechos humanos y académicas.
Si bien el foro es apartidario, los alfabetizadores conciben la tarea de educar como una praxis política, “pues la educación liberadora es una forma de hacer política”, definió su coordinador nacional, Eduardo Marello, al tiempo que añadió: “Adherimos a la eco pedagogía, entendida como aquella que da sentido a las cosas a partir de la vida cotidiana; está ligada al proyecto utópico de cambiar las relaciones humanas, sociales y ambientales que tenemos hoy”.
Desde mediados del siglo XX, Freire sostuvo la necesidad de crear una “pedagogía del oprimido”, cuya primera fase se cumpliría cuando el actor social reconociera su situación social, para luego alcanzar la segunda etapa de liberación con una participación concreta y asumida en la sociedad desde la labor intelectual y práctica.
Con un eje político similar, la fundación “Che Pibe” trabaja en Fiorito, un barrio donde los obstáculos sociales y económicos resultan moneda corriente en la labor de los educadores populares, pero son justamente esas dificultades sobre las cuales buscan construir.
El Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) Javier Barrionuevo, de Esteban Echeverría, convoca a la “concientización y la formación” de los chicos porque ellos “no son máquinas que aprenden a pensar una vez que los adultos les damos la información, sino que son parte de la construcción de algo nuevo”, según reflexionó Mariano Denardi, profesor de química. (ver La educación para construir desde lo destruido )
En el mismo distrito, otro grupo de maestros motivados por la misma situación de “no educación” generó en 2002 el centro cultural y biblioteca popular “Pan HQZ”, que buscaba acercar a los pibes del barrio los libros y juegos como una manera de brindarles un lugar protagónico en la sociedad.
Las organizaciones trabajan a pesar de que muchas veces no tienen reconocimiento estatal, tal como sucede con “Pan HQZ”, a quien la Municipalidad aún no ha respondido a un pedido de profesores para incrementar la oferta de talleres educativos.
Además de las organizaciones sociales, hay espacios abiertos en resquicios del sistema formal. Algunos de ellos vinculan la educación con la capacitación laboral recuperando parte de la metodología de las escuelas técnicas, que fueron parte de un modelo de país que apostaba a la producción y que en la década de 1990 habían sido condenadas al olvido, hasta la última reforma en la ley de educación impulsada por el gobierno de Néstor Kirchner. (ver La enseñanza de oficios, otra manera de educar )
También están los que apuntan a que los trabajadores mejoren su posición dentro del mercado de trabajo a partir de la incorporación de contenidos relacionados con sus quehaceres. (ver Un espacio diferente en el sindicato )
Con incontables variantes teóricas y prácticas, la existencia de todas las propuestas da cuenta de la disconformidad de un sector de la población respecto del sistema público de enseñanza. Y también de una inequitativa distribución del conocimiento, que refleja en la educación argentina el mismo esquema de disparidad entre las variables macroeconómicas y la realidad.
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AUNO-02-03-08
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