Duro golpe para una cooperativa de La Matanza

En Nochebuena, fue destruido por un incendio un galpón de “Reciclando Sueños”, una organización civil que recupera material para revender de desechos domiciliarios. Desde la entidad sospechan que fue intencional. “El perjuicio es total”, expresó uno de los voluntarios que trabaja en la cooperativa.

El chico arma un castillo con naipes, con tesón. Otro, un chistoso, patea la mesa sobre la que se erige la estructura hecha de barajas, que pierde sustento. Los pisos superiores caen, pero la base sigue en pie… y el niño sigue construyendo. La escena, arquetípica de la infancia, bien puede ser la metáfora de lo que vive hoy cada miembro de la cooperativa “Reciclando Sueños” de La Matanza, que se dedica a recuperar material para revender de desechos domiciliarios. Es que acondicionaron un galpón como centro de acopio, pero en Navidad ese espacio fue incendiado ellos sospechan que intencionalmente y perdieron lo que tenían allí almacenado.

El centro se encuentra a dos cuadras de las avenidas Crovara y Cristianía, en el límite de las localidades de Isidro Casanova y Laferrere. Hasta allí tuvieron que ir, entre la medianoche del 24 y las 5 de la madrugada del 25 de diciembre, siete dotaciones de bomberos: un incendio redujo a cenizas la totalidad de los materiales que los miembros de la cooperativa habían juntado antes de las Fiestas.

“El perjuicio es total. Todo lo que había almacenado en el galpón, salvo la infraestructura edilicia, se perdió, incluyendo un auto Dodge 1500 que estaba guardado ahí por las Fiestas en reemplazo de una camioneta de trabajo que por suerte se salvó”, describió la situación Mauro Oliver, uno de los voluntarios que colabora con los recuperadores urbanos todas las semanas.

En los 130 metros cuadrados de ese galpón la cooperativa tiene otro en Isidro Casanova se realizaban parte de las tareas de acopio y separación de los materiales que llegan del servicio de recolección diferenciada de los residuos domésticos de la localidad matancera de Aldo Bonzi.

Además, durante los días posteriores tampoco pudieron abocarse a realizar su recorrido habitual porque todos trabajaron en la limpieza del espacio de almacenamiento y de la selección de lo que servía y lo que no. Esto último sobrepasó la capacidad del volquete que contrataron para retirar la chatarra.

La ganancia que surge de la venta de esos residuos es la que permite a los trabajadores percibir sus 140 pesos por semana en concepto de jornal. La función de cada recuperador es realizar un recorrido fijo al menos dos veces por semana, con un carro especial “que se desplaza por la vereda, con ruedas que no rompen las baldosas y dividen el peso para no lesionar el físico del recuperador”, según explicó Marcelo Loto, otro de los integrante de la cooperativa.

Este método que reduce a la mitad la emisión de residuos se logra a partir del trabajo coordinado de todas las partes involucradas: los vecinos que separan sus residuos antes de sacarlos a la calle; la casi veintena de trabajadores, con sus familias, involucrados en el proyecto, que retiran las bolsas y los preparan para su reventa; y el municipio que colabora en la extensión de la red de recolección.

Consultado por AUNO-Tercer Sector, Oliver explicó por qué sospechan que las llamas no se iniciaron por generación espontánea: “Aunque la pirotecnia sigue siendo un peligro sin control en estos entornos precarizados, los vecinos relatan que ya ocurrieron hechos similares en la zona. Incluso comentan que en otro galpón de acopio falleció un sereno durante otro incendio. Por eso la sospecha siempre está latente”, argumentó.

“Este es el tercer siniestro que sufre la cooperativa en 2007. El primero fue un robo, en abril. Entonces se llevaron una computadora con toda la información sistematizada del servicio de recolección de Aldo Bonzi y varias herramientas. El segundo fue otro incendio, en mayo. Ambos en el otro galpón de la calle Anatole France al 5000 -del Barrio San Alberto, en Isidro Casanova-“, relató el vocero.

Al menos tres denuncias se labraron por el incidente. La primera la realizaron los vecinos de los alrededores del taller ‘siniestrado’, que tienen “miedo de que se repita”, contó Oliver; la segunda fueron una serie de actas de rutina a cargo de dos inspectores municipales; la última fue la de Loto, en una comisaría local.

Hoy la tarea es doble para estos trabajadores urbanos, ya que no sólo buscan y encuentran, porque saben por la experiencia que les dio los años cómo hacerlo trozos de cartones y vidrios, botellas vacías moldeadas en PET (Polietileno Tereftalato, el polímero más utilizado en la fabricación de envases), piezas de bronce, cobre, plomo y aluminio, trapos y demás objetos para otros ‘desechables’, para ellos ‘recuperables’. Pero también buscan una explicación.

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