Diez intentos frustrados de escribir sobre la dictadura

Se trata de unas posibles observaciones de lo que significó el golpe de Estado de 1976. Un merodeo por sus aspectos básicos. Las presencias de aquellas políticas e idearios impuestas por el terror estatal todavía siguen vigentes. La democracia reconquistada el 10 de diciembre de 1983 todavía tiene esa deuda interna.

H. Raúl Campos

*Lo que sigue son los primeros párrafos de una nota extensa que pensaba escribir sobre el tema a 34 años de aquel golpe. La imposibilidad de seguir, por falta de talento y también de esfuerzo, hizo que fuese descartando posibles cabezas o comienzos. De haber intentado el proyecto en una máquina de escribir, el canasto de papeles no habría dado abasto.

1- La dictadura que dio el golpe de Estado en la Argentina el 24 de marzo de 1976, y que aplicó el terrorismo estatal hasta el 10 de diciembre de 1983, significó la muerte en varios sentidos. Si se cuentan a los desaparecidos, los sobrevivientes, los exiliados, los heridos, los que padecieron y padecen problemas mentales a raíz de castigos, cárceles y torturas, a los apaleados en movilizaciones, los apropiados cuando eran bebés, los puesteros que perdieron sus pequeños campos y sus puñados de ganados, a los desocupados por la quiebra del aparato industrial, a los familiares de todos ellos y por el impacto global negativo de lo entonces aplicado, las víctimas del “Proceso de destrucción naciona“’ alcanzan a millones de argentinos.

2– El golpe de Estado que irrumpió el 24 de marzo de 1976, y que se extendió hasta el 10 de diciembre de 1983, llevó a cabo una represión sistemática y horizontal. Produjo la desaparición de obreros, de comisiones internas de trabajadores de plantas industriales y de centenares de gremios, de personas de todas las religiones y clases sociales: católicos, evangelistas, judíos, musulmanes, etc. Mató a funcionarios y diplomáticos de la misma dictadura, militares, personal de las fuerzas de seguridad, conscriptos, actores, amas de casa, empresarios, dirigentes políticos y sindicales, funcionarios de todos los niveles del Estado del período anterior, estudiantes universitarios y secundarios, adolescentes, curas, laicos obispos, periodistas, escritores y personas de las diversas profesiones: contadores, abogados, bioquímicos, ingenieros, arquitectos, entre otras.

<.b>3– La junta militar que tomó el gobierno en 1976 significó la profundización sistemática de una confesión fundamental de un marino, realizada después del golpe de Estado de 1955. Se trata del contraalmirante Arturo Rial, que, según varios historiadores, al toparse con unos dirigentes sindicales municipales, que esperaban a ser atenidos por el presidente de facto, el general Eduardo Lonardi, les clarificó la meta básica de la subversión constitucional contra el segundo gobierno peronista: “Sepan ustedes que la Revolución Libertadora se hizo para que en este bendito país, el hijo de barrendero muera barrendero”.

b>4– El “proceso” militar que dio el golpe de Estado contra Isabel Martínez en 1976 también mató al barrendero y a su hijo. E impidió entrar a las universidades nacionales a los hijos de los barrenderos que quedaron vivos. La mayoría de los hijos de barrenderos desaparecidos eran jóvenes

5– La dictadura de 1976 llegó para que el hijo del barrendero muera barrendero y para ello produjo una letal disminución salarial del 40 por ciento, redujo el ‘gasto’ público, aumento partidas para seguridad y defensa y disminuyó las de educación y salud; reformó la ley de contratos de trabajo y pulverizó las convenciones colectivas entre trabajadores y patrones; aumentó los impuestos afectando a los sectores populares y de escasos recursos económicos, eliminó retenciones a las exportaciones agropecuarias, redujo aranceles a productos importados y aplicó una drástica reforma financiera. Creció la desocupación, la pobreza y las plantas industriales de los grandes centros urbanos del país se convirtieron en galpones vacíos llenos de roedores. Hacia el final del ‘proceso’, un ser dañino, estatizó la deuda privada, es decir, la deuda contraída por particulares pasó a ser una mochila sostenida por todos los argentinos e incluso por aquellos que jamás vieron un dólar ni en figurita.

6– La política del autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” de 1976-1983, todavía se halla entre nosotros. ¿De qué manera? Por medio de la desindustrialización del país, de los desaparecidos, de las personas que todavía no saben que fueron apropiadas y si lo saben tienen lógicos temores; también a través de la desocupación, leyes, una monumental deuda externa, pobreza, desnutrición y las vías y estaciones ferroviarias abandonadas, cerradas todavía, en todo el país.

7– El programa del proceso dictatorial de 1976 no sólo afectó el cuerpo de los Otros (de aquellos que consideraba ‘enemigos de la nación’ o ‘enemigos de la patria’, porque no se debe dejar de pensar que ellos eran, en términos simbólicos, los ‘dueños de la patria’ o ‘los fundadores de la patria’, aunque, claro, ese aspecto simbólico también tiene un desgraciado correlato con el plano de la economía y la política), sino que destruyó también redes sociales, tejidos de solidaridad. Quebró el espíritu del pueblo. Hizo una sociedad más fascista. Creo que ésta es una de las tantas formas de entender lo ocurrido en la década de los noventa, cuando se llevó a cabo la racionalización y la perfección de aquel modelo.

8– No es lo mismo una imperfecta democracia, como la que tenemos desde 1983, que una dictadura militar. Mucho menos como la que empezó en 1976. Aquellas lacerantes herencias de la dictadura todavía necesitan ser reemplazadas por el bienestar, por la vida, por la solidaridad. Esas herencias están ahí no más: En el Gran Buenos Aires, en Rosario, en las afueras de Córdoba, Mendoza y Mar del Plata, en Tafí Viejo o en Chamical (en 1974, por ese último pueblo pasaban un tren de carga, otro de pasajeros y un servicio ferroviario rápido, además del autotransporte por ómnibus; había tres cines, se realizaba un festival folclórico anual con artistas locales y de primera línea del país, existía plena ocupación, nadie se suicidaba, los centros de distribución de mercaderías para el resto de la provincia, de mercaderías que se manufacturaban en Córdoba, se hallaban allí, y en una base de la Fuerza Aérea se hacían ensayos con cohetería de investigación de la atmósfera. Nada de eso existe en la actualidad).

9– Ciertas ideas básicas de los militares que derrocaron a Isabel Pérón en 1976 (y que se fueron el 10 de diciembre de 1983) nos siguen aguijoneando por medio de aquellos que piden: ‘olvido’; ‘perdón’; “reconciliación”; “no mirar el pasado”. Los argentinos de bien deberíamos imitar a la comunidad judía mundial. Un sector pequeño pero poderoso de la sociedad argentina pide ‘reconciliación’ para con un minúsculo grupo de militares que tomó la casa (de gobierno). Un reducido número de militares de la dictadura que no tiene nada que ver con las actuales Fuerzas Armadas insertas en la democracia. Aquello es como pedirle a la comunidad judía que se reconcilie con los nazis. Algo saludablemente imposible.

10 – La dictadura de 1976-1983 nos sigue atormentando con sus herencias: “No digo adiós, digo hasta luego”, había asegurado José Alfredo Martínez de Hoz, en 1981, cuando abandonó el Ministerio de Economía. Y volvió luego bajo otras formas y personajes. El gobierno de facto llevó el país al 3 de junio de 1943, a 1910. Ellos llegaron para evitar que el hijo del barrendero ingrese a la universidad.

AUNO 24-03-10
HRC-LDC

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