Una casa “con jardín lleno de gatos, perros, tortugas y cotorras” del barrio sureño de Banfield recibió al pequeño Julio Cortázar y a su familia en el año 1918, recién llegados de una Europa devastada por la Primera Guerra Mundial.
Ese es el puntapié para que la Licenciada en Letras por la Universidad Nacional de Lomas de Zamora Sylvia Bonfiglio, recorra los primeros años de aquél “francesito que arrastra las erres” con su “timidez natural” y la casona de la calle Rodríguez Peña como telón de fondo.
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A través de su experta guía, la veintena de personas que acompañó el desarrollo del conversatorio “Cortázar… Un vecino de Banfield” en el Museo Pío Collivadino pudo trazar un paralelo entre el barrio recreado en los cuentos “Deshoras” y “Los venenos”, y la propia biografía del reconocido escritor.
“No guardo un recuerdo feliz de mi infancia: demasiada servidumbre, una sensibilidad excesiva, una tristeza frecuente… asma, brazos rotos, primeros amores desesperados”, enumera Cortázar en una carta de 1960, que Bonfiglio leyó a los presentes, a la vez que invitó a encontrar esa extraña nostalgia en los relatos analizados.
Según explicó la licenciada, se trata de historias que actúan como pasajes, como “rituales de crecimiento”, entre la infancia y la adultez, relatos penumbrosos, como las calles del Banfield de antaño, que, en palabras del novelista y poeta: “Servían en medidas iguales tanto para el amor, como para la delincuencia”.
El universo Cortázar late en cada rincón de Banfield e invita a asombrarse y redescubrir las múltiples facetas de una de las grandes plumas de la Argentina, que conservó para siempre en su corazón y en sus letras, un rincón del conurbano.
MC-MEM
7-9-2023