Cómo viven su sexualidad las personas con discapacidad: sillas de ruedas, asistencia y militancia

AUNO dialogó con militantes de la sexualidad en la “diversidad funcional”, una perspectiva sobre la discapacidad que supere el capacitismo. Los activistas critican que la sociedad niega las dimensiones de deseo y placer de las personas con diversidad funcional, y así tiende a deshumanizarlos.

“Ni a la izquierda ni a la derecha le importa como cogemos”, sentencia tajante Antonio Centeno, un español residente en la ciudad de Barcelona, activista social a favor de la diversidad funcional. En los últimos años, la deconstrucción de la sexualidad es una de las banderas que levantan los espacios disidentes y aquellos que, por distintos motivos tienen dificultades físicas, cognitivas o intelectuales, tienen algo para decir: también son cuerpos deseantes.

Sería mejor hablar de diversidad funcional, que se refiere a que cada miembro de la sociedad tiene unas determinadas capacidades, que deben ser gestionadas de modo que no se instiguen exclusiones o discriminaciones. “Lo primero es entender esa idea de capacitismo, donde solo hay una forma de hacer las cosas y que todas las demás van a menos. En mi caso, en vez de una persona, quien te ayuda es esta silla de ruedas eléctrica… cuando yo voy por la calle, el movimiento lo hace la silla, pero nadie piensa que la silla me está paseando, porque todo el mundo tiene claro que yo tomo las decisiones sobre esa acción. Entonces tiene sentido pensar que yo estoy paseando con el movimiento de la silla, pero con mis decisiones. El mundo está pensado casi para que sobrevivas… te tolera, ese término hay que eliminar”, explica Centeno a AUNO.

Centeno vive en Barcelona desde 1999 y adquirió su diversidad funcional (tetraplejia) a los 13 años. Es licenciado en Matemáticas por la Universitat de Barcelona y miembro del Foro de Vida Independiente y Divertad (FVID) desde 2004. Se convirtió en uno de los activistas fundadores de la Oficina de Vida Independiente (OVI) y responsable del proyecto de asistencia sexual “Tus manos, mis manos”. En otra faceta, también impulsó proyectos audiovisuales sobre la diversidad funcional: la serie de televisión “Trèvols de 4 fulles” (2018) como co-guionista y actor, la película sobre asistencia sexual “Vivir y otras ficciones” (2016) como actor, el documental sobre sexualidad “Yes, we fuck” (2015) como co-director, y el corto de postporno “Nexos” (2014) como co-guionista y actor.

Para el activista, la sociedad niega las dimensiones de deseo, placer, y de otras vivencias a las personas con diversidad funcional. Por ende, el proceso tiende a “deshumanizar”. Sobre este punto se traza la transversalidad de la discriminación, incluso hasta en sectores más alineados al progresismo.

“La sexualidad es tratada como si fuese un aspecto insignificante. Entonces primero vamos a ocuparnos de que accedan al trabajo, la educación, las pensiones, la accesibilidad, la vivienda… para después condenar a una persona a la frustración. Porque como la sexualidad está normada bajo preceptos heteropatriarcales, nunca podemos encajar ahí”, expresa Centeno. Pero el análisis no se queda allí. A su juicio, la sexualidad debe ser desligada de la idea de reproducción obligatoria, y reconvertir el concepto abre el lugar para todos, todas, todes. Claro, bajo la idea del placer no reproductivo, tener sexo es una forma de “subversión”.

Durante la realización del documental “Yes we fuck”, junto con Rául de la Morena, encontraron otros colectivos que ya llevaban tiempo haciendo política por la corporalidad: todo el movimiento transfeminista, el movimiento gordo, “toda una serie de sexualidades subversivas afines a lo que sentíamos nosotros”, cuenta.

La asistencia para el deseo

Ni en Argentina ni en España hay una regulación sobre la asistencia que requieren las personas con diversidad funcional por parte de terceros, como si sucede en Bélgica, Dinamarca o Suiza. La posibilidad de concretarlo trae consigo una discusión interna incluso dentro del movimiento feminista, en el cual confluyen corrientes que manejan criterios heterogéneos sobre la figura legal del trabajo sexual.

“Hay muchas formas de trabajo sexual y cada una tiene su marco, Es decir, no es lo mismo ir a un servicio de streaptease, de masaje erótico o de prostitución. En un servicio de streaptease, a nadie se le ocurre pedir un coito, porque eso no forma parte del marco. No es por una cuestión moral, sino que simplemente tiene su propio marco”, plantea Centeno. Pero para hacer efectivo ese marco, afirma que no debe verse como una “terapia o casi como un acto solidario”. No hay deseo ni placer, ahí solo hay o enfermedad y tratamiento médico o desgracia y apoyo solidario.

En nuestro país, la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR) ofrece su servicio para parejas donde ambos tienen dificultades físicas severas, para “ayudarlos a movilizar partes de su cuerpo, acercarlos, y si hace falta colocar un preservativo”. Sin embargo, al debate le queda mucho por recorrer en términos de organización política.

Militar la sexualidad

Hernán de Arriba es un militante y activista político de la organización 100% Diversidad y Derechos que apunta a reivindicar las diversidades y defiende el reconocimiento y respeto por la libre orientación sexual e identidad de género. “En primer lugar, no hay que simplificar el amplio espectro que hace a las personas que presentan estas características. Hay un preconcepto de limitación de la pulsión sexual, del descubrimiento de las zonas erógenas. Todos vivimos en sentido de fantasías y deseos”, sostiene. A partir de esa base, construir.

La diversidad funcional está dentro de una agenda general, “que se vino abordando desde 2010 y donde se empezó a cuestionar la limitación de derechos”. Para reimpulsar la apertura de libertades civiles, los propios sujetos víctimas de la represión tienen que “participar y tener voz y voto”, señalan.

“Lo primero que hay que hablar es del acceso a la información de las personas con diversidad funcional a los temas a los cuidados de su cuerpo, y el disfrute de su propio cuerpo. Si la ejerce o no, es su libertad de acción, y es un derecho”, subraya De Arriba. Un derecho que sienta precedente en este sentido es la ley de Salud Mental sancionada en 2010, que erradicó la concepción paternalista de los pacientes.

Para de Arriba, el punto central es trabajar desde la Educación Sexual Integral “porque hay que hacer un cambio estructural y eliminar la situación pasiva”. Sin embargo, remarca que para lograrlo es clave respetar la consigna “nada sobre nosotros sin nosotros”.

Desde su punto de vista, el paradigma estigmatizante sobre la “invalidez” deviene del “modelo médico hegemónico, puramente tratado desde una perspectiva biologicista y con una sola voz”. “Hay mucha gente hablando de este tema y puede existir un buen panorama para ponerlo en agenda. En Argentina tenemos un muy buen desarrollo de ONGs que generaron un capital cultural simbólico, y confió en la tracción que podamos hacer los movimientos sociales para que la sexualidad pase de ser algo que tenga que ser reprimido hacia un algo que deba ser ejercido”, piensa sobre el futuro.

A mí me dijeron que no se podía

Martín Arregui es usuario de silla de ruedas desde los 24 años y desde ese momento se enfocó plenamente en incentivar su autonomía y la del resto de las personas con dificultades motoras. Actualmente está casado y tiene una hija.

“El primer golpe cuando sabés que las consecuencias son para siempre es tremendo, y cuando pensás en qué va a ser de tu vida sexual, aún más. A mí el doctor me limitó la perspectiva de futuro pero fue cuestión de persistir en el deseo”, relata a este medio. En 2002 trajo a la Argentina “Vida Independiente”, un programa que reunía a personas con discapacidad motriz durante una semana para compartir experiencias y consejos prácticos que permitieran aumentar la independencia de los asistentes.

“En rehabilitación no se menciona el tema. Para mantener relaciones sexuales con lesiones medulares hay varios caminos. El más conocido era el de una inyección determinada que permitía la erección. Por suerte después llegó el viagra. Todas estas cosas las fui aprendiendo sobre la marcha”, cuenta Arregui sobre su experiencia individual. Siempre hay un mundo que explorar.

“Me fui conociendo de nuevo porque con las lesiones medulares hay más y menos sensibilidad en distintas partes. Conocí nuevas excitaciones que me hacen sentir bien. Generalmente uno se vuelve más visual y en mi caso descubrí que si hago disfrutar a mi pareja ayuda a que uno mismo esté más erotizado”, detalla. Se mantenía activo en el “juego previo” y se convertía en pasivo en la cama. ¿Todos pueden como yo? es la premisa de su trabajo en la Fundación Alas, un proyecto que lidera hace años.

En febrero presentó su última invención en la Universidad Tecnológica Nacional, unos dispositivos –sillas de rueda y un catre– que permiten una vida sexual “más activa y plena”. Ideó diferentes sistemas de apoyos técnicos para hombres y mujeres con discapacidad motora y/o movilidad reducida que consisten en dos tipos de sillas de ruedas: una que realiza movimientos en vaivén y otra que se mueve hacia arriba y hacia abajo, y un catre. Todos cuentan con elementos de higiene descartable o lavable y son seguros en cuanto a que no hay riesgo de que la persona se caiga.

“Es que hay vivirlo plenamente, jugar con las posiciones: arriba, abajo, con una pierna en el hombro, lo que sea para ampliar la imaginación de personas a las que se las infantiliza constantemente”, indica Arregui. Y agrega: “Fuimos mejorando los dispositivos en base a las experiencias propias y de otras y otros que las utilizaron”.

Los dispositivos de apoyo estarán disponibles en el mercado en poco tiempo y se espera que, basándose en la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, sean contemplados en las coberturas de obras sociales y prepagas.

Una de las virtudes de la militancia de la sexualidad en la diversidad funcional es que resignifica las prácticas sexuales y revela que en sí no son coito-céntricas, sino que hay un recorrido que hace el cuerpo mientras se expone a una relación. Al final del camino, las personas que sufren la represión del sistema coinciden en que patear el tablero nos llevaría hacia una sexualidad mejor para todo el mundo, y no solo para las personas con diversidad funcional.

“Las personas con discapacidad tenemos que lograr un empoderamiento. Muchas veces, la sociedad no está informada y no sabe cómo ayudar, por eso hay que concientizar y explicar”, concluye. Vivir la sexualidad libremente como potencial transformador de todo lo demás.

Fotografías: Gentileza Fundación Alas

La fotografía principal pertenece a la muestra “Mapas de placer”, organizada por el Centro Julia Pastrana Patagonia y el grupo fotográfico Son Miradas Neuquén.

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