Cincuenta años no son nada

Un grupo de ex estudiantes de la Escuela 15 de Banfield festejó los 50 años de su egreso. Con emoción, recorrieron las aulas que los vieron crecer, y descubrieron una placa en su propio homenaje. El encuentro fue para ellos un “sueño hecho realidad”, ya que no habían vuelto a verse todos juntos desde que terminaron la primaria.

Desde la esquina podía percibirse el barullo. Aquella mañana, el paisaje ofrecía una escena poco habitual: un grupo de adultos conversando a los gritos en la puerta de una escuela de Banfield, con la típica locuacidad de los niños en su horario de salida. Poco que envidiar a esta otra escena más bien común porque, entremezcladas, sus voces adquirían una eufórica dulzura infantil. Con la institución que los vio crecer como túnel del tiempo, doce ex estudiantes de la Escuela 15 “Dardo Rocha” festejaron el medio siglo de su egreso.

“Cincuenta años no son nada”, parecía ser la consigna que los acercó a aquella esquina, a la que llegaron con fotos y abrazos para repartir. Y también con sonrisas para plasmar en nuevas instantáneas la alegría de lo que fue un “sueño cumplido”. Así lo definió Hilda Bordón, en declaraciones a AUNO: “Cuando me llamó Ana María Andrés buscándome para reunirnos no lo podía creer y me puse a llorar de la emoción”.

Para Blanca Carreño, una de las organizadoras del festejo, que tuvo lugar en el colegio el 22 de noviembre pasado, volver a ver a quienes fueron sus compañeros de la primaria fue “dar una vuelta, darle importancia a una etapa como la infancia”.

Juan Carlos Munner y Ana María, otros dos promotores del encuentro, tampoco podían ocultar la “emoción” que los invadía al reencontrarse con “una parte de su vida”, gracias al empeño que pusieron en encontrar al resto, búsqueda en la que también participó Lidia Rovito.

Apresurados como si tuvieran conciencia de lo rápido que pasa el tiempo, se metieron sin sentirse intrusos en el establecimiento en el que pasaron “los mejores años de su vida”, según la comparación de Hugo Santoro. El primer lugar que visitaron fue el patio, centro de las más variadas distracciones.

“En aquél tiempo, los juegos los hacíamos nosotros”, recordó Hugo, y enumeró las atracciones emblemáticas de la época: la mancha y las figuritas. Margarita Casalastro se divertía de otra manera, razón por la que prefirió darse una vuelta por la biblioteca que 50 años atrás engendró en ella “el amor por los libros”.

Más tarde, los pasillos se volvieron testigos de graciosas anécdotas. La que generó más expectación fue la de Hugo, quien confesó que estaba enamorado de su maestra de quinto grado, sentimiento que posteriormente “se transformó en odio”. Mónica Heinrich, por su parte, conservaba un recuerdo menos feliz de sus docentes y protestó por los “sopapos” que recibía con frecuencia.

El ingreso al aula que los albergó en su último año de primaria fue el momento más emocionante de la mañana. No hubo quien no evocara dónde y con quién se sentaba. Así fue como decidieron desafiar el paso de los años y ocuparon unos cuantos asientos para volcar teléfonos y alguna que otra dedicatoria en papeles que se titulaban “gracias por venir a recordar nuestros mejores años de la infancia y nuestro paso por la escuela primaria”.

Los ex compañeros que volvieron a verse aquella mañana fueron Ana María Andrés, Lidia Rovito, Blanca Carreño, Mónica Heinrich, Hugo Santoro, Stella Maris Molinari, Margarita Casalastro, Hilda Bordón, Graciela Donofrio, Graciela Bassar y Angelina Frangelli.

Hacia el final de la jornada, los ex estudiantes descubrieron una placa en conmemoración de los 50 años de su egreso. En ronda, rindieron homenaje a los que ya no están y a los que no pudieron asistir, para luego sellar con nuevos abrazos “la alegría de recordar los afectos” y el compromiso de un nuevo encuentro. Nuevo encuentro, mismo fin: inmiscuirse en el túnel del tiempo y reafirmar que 50 años no son nada.

MDY-AFD
AUNO-26-11-08
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