Masacre de Budge: memoria del abogado de los pobres que llevó a los asesinos a la cárcel

Toto Zimerman fue un referente de la lucha por los Derechos Humanos y contra la represión institucional. Representó a las familias de los tres jóvenes asesinados por la Policía el 8 de mayo de 1987 y acuñó una expresión que quedó para la posteridad: el “gatillo fácil”. Esta nota es un sentido recuerdo de uno de sus colaboradores.

Sergio “Cherco” Smietniansky *

Lomas de Zamora, mayo 3 (AUNO).- Este 8 de Mayo se cumplen 30 años de la Masacre de Ingeniero Budge y un amplio arco de organizaciones barriales, sociales, sindicales, políticas y de Derechos Humanos están organizando los actos conmemorativos, que incluirán una gran movilización por el barrio el sábado 13. En ese contexto, el recuerdo de Toto Zimerman florece como un homenaje imprescindible.

Si bien Toto tenía una larga militancia anterior a ese 8 de Mayo de 1987 —destacado militante del Partido Comunista, miembro de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre y cofundador, junto a Alfredo Bravo y muchos otros, de la CTERA—, sin lugar a dudas cuando junto a Ciro Annicchiarico asumió la representación de los familiares de las víctimas de la masacre, se produjo un antes y un después en su vida política.

La masacre de Ingeniero Budge no fue el primer caso de gatillo fácil; pero fue el primero en el que todo un barrio se organizó para pelear contra esa política represiva. 1

De allí surgió la expresión “gatillo fácil”. Rodolfo Walsh había escrito sobre la Policía: “… es una jauría de hombres degenerados, un hampa de uniforme, una delincuencia organizada que actúa en nombre de la ley; la secta del gatillo alegre es también la logia de los dedos en la lata”. Toto tomó ese concepto y lo reformuló como “gatillo fácil”, una expresión que con los años se instaló y se convirtió en un “argentinismo” para identificar un asesinato cometido por personal de las fuerzas de seguridad del Estado.

Toto empezó a plantear que el asesinato en manos de la Policía de esos tres pibes pobres que estaban tomando cerveza en una esquina cualquiera de un conurbano profundo y a la vez lindante con la gran Capital,* también era una violación a los derechos humanos.* En ese entonces muy pocos lo entendieron ya que no se tenía muy en claro el rol que el sistema les adjudicaba a los “excluidos”. Con el paso de los años y muy especialmente luego del estallido de 2001, muchos comprendieron que Toto se había adelantado “en política” unos cuantos años.

El abogado, en un acto en Guaminí y Figueredo, la esquina de la masacre.
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Hoy, cuando hablamos de los “excluidos” todos sabemos de lo que hablamos, pero en esos tiempos no era así. El “por algo será” y “en algo andarán” de los milicos se trasladaba a estas nuevas víctimas. Efectivamente, por algo era; la inmensa mayoría de las víctimas de gatillo fácil eran pobres en general y jóvenes en particular. Toto insistía en que no eran “excesos” ni “locos sueltos”, sino la consecuencia de una política de Estado: la de utilizar la represión como parte del sostén del sistema capitalista.

Esa claridad de conceptos lo llevó a transformar la lucha en organización popular. Si en alguna barriada lo necesitaban, no había horario ni distancia que impidiera su presencia militante, pero tenía muy en claro que esta no era una lucha que podía llevar adelante un abogado de manera particular. Por eso Toto vio la necesidad de crear un movimiento antirrepresivo, y se abocó a su construcción hasta los últimos días de su vida.

A más de uno puede resultarle curioso, pero en el período post dictatorial el germen de la organización antirrepresiva no provenía de los organismos de Derechos Humanos, ni de los partidos de izquierda tradicionales, sino del movimiento punk en su tendencia anarquista militante.2

Ya en el año ´92 Toto fue uno de los fundadores de Correpi (Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional), en la que militó hasta 2006, cuando a raíz de diferencias político/ideológicas y metodológicas, decidió alejarse con un grupo de compañeros y compañeras para fundar la Correpi Sur, que posteriormente pasó a denominarse CADeP (Coordinadora Antirrepresiva por los Derechos del Pueblo). Entendió que había que apostar a la pluralidad dentro del campo popular, para llevar adelante la tarea común de confrontar la represión estatal con unidad, organización y lucha.

Nada lo detuvo en su andar. Sus tres by pass, la edad, la cárcel, las amenazas permanentes y la quema de su auto a modo de advertencia, no fueron suficientes para alejarlo del camino.

Era un tipo profundamente odiado por la Policía, y a no dudarlo: eso lo reconfortaba.

Siempre nos decía: “Los Derechos Humanos son los derechos que tiene el pueblo a hacer la revolución”.

Todos sabían de su filiación partidaria, ya que además de ser miembro de su Comité Céntral, fue el primer diputado comunista de la historia de la provincia de Buenos Aires. Accedió por el voto popular integrando la lista de Izquierda Unida Y cumplió mandato durante el período 2001-2005.

Sin embargo tuvo tanta grandeza que nunca pretendió utilizar el movimiento antirrepresivo como mascarón de proa de las políticas de su partido. Entendía que la riqueza del movimiento estaba dada en la capacidad de organizarse en cada barrio para enfrentar la represión policial e institucional, fomentando la unidad de la pluralidad de actores que estén dispuestos a dar la lucha, porque de esa manera se construía poder popular. Sin dudas un militante ejemplar, de esos de los que hoy nos hacen tanta falta.

En sus últimos tiempos, había tenido una destacada labor dentro de la Multisectorial Chau Pozo. Con esa organización, en 2006 se logró el cierre del ex campo de concentración y exterminio de personas, conocido como el Pozo de Banfield, acuñando la histórica consigna “Ni baúl de los recuerdos, ni lavada de cara del Gobierno, si con lucha lo cerramos que quede en manos de los que luchan”.

En ese contexto elaboró y suscribió junto a la compañera Adriana Calvo el proyecto mas serío que se haya formulado en relación destino que se le debía dar a ese ex centro de exterminio.

Entre muchos otros conceptos, era muy claro al sostener que lugares como el Pozo de Banfield no debían quedar bajo la administración exclusiva del oficialismo de turno, ya que se corría el riesgo que los avatares de la política lleven a que se tergiverse el sentido histórico y actual que se le pueda dar a dicho sitio.

Supongo que muchos de los que le hicieron el vacío a su proyecto en aquel tiempo, hoy, en silencio, le deben estar dando la razón, aunque ya sea un poco tarde.

También fue abogado de la Unión de Carreros de Lomas de Zamora. Logró que en 2006 se derogara la ordenanza municipal vigente desde la época dictatorial, que prohibía la circulación con vehículos de tracción a sangre.3

Sin dudas su muerte fue una gran pérdida para el campo popular, para el movimiento antirrepresivo y de Derechos Humanos, y para su partido. Quizás, el mejor homenaje se lo hicieron el día de su velorio los familiares de víctimas de “gatillo fácil” y esas decenas de carreros que con sus caballos se acercaron desde el Cuartel Noveno para despedir a “su” abogado. El abogado de los pobres.

Ese día, don Antonio Olivera –padre de uno de los chicos asesinados en la Masacre de Budge- nos dijo que Toto se había ido como un vencedor. Y era cierto nomás, el viejo no se permitió morirse sin antes encarcelar a los policías responsables de la masacre. Siempre confió plenamente en el largo brazo de la justicia popular, por eso encabezó personalmente la campaña por la búsqueda de esos tres asesinos.

Será difícil olvidar las lágrimas de Toto el día que cayó Balmaceda (Juan Ramón, el policía que estuvo al frente de la masacre. Estaba felíz: les había asegurado a los familiares que algún día verían a los policías tras las rejas,y no se equivocó. Sentía que había cumplido, que tanta lucha no había sido en vano.

En lo personal, nunca podré olvidar la última vez que nos vimos. El estaba internado ya muy mal de salud y entre compañeras, compañeros y familiares nos turnabamos para cuidarlo. Corría marzo de 2007. Era de noche y en un momento Toto me tomó la mano y me dijo: “Me gustaría volver a ir al barrio, estar con los familiares, caminar casa por casa, organizar un gran quilombo… pero no, no voy a poder estar para los 20 años de Budge”. Falleció al día siguiente.

Pero en eso Toto se equivocó. Ese 8 de Mayo, cuando se cumplieron los 20 años de la Masacre de Budge, él volvió a estar en el barrio, se abrazó con los familiares, caminó casa por casa, organizó un gran quilombo y fue llevado nuevamente en andas por la memoria de un pueblo, que lo mantiene en su lucha, mas vivo que nunca.

Se comenta por las calles de Budge, que en este 30 aniversario eso se volverá a repetir.

Notas de autor:

1-Sobre la Masacre de Ingeniero Budge se recomienda la película documental _Budge pregunta y seguirá preguntando _(1988) de Cosentino Tulio y el libro Al Suelo Señores… La Matanza de Ingeniero Budge (1987) de Jorge Luis Ubertalli, Editorial Puntosur Editores.

2-Sobre los origenes del movimiento antirrepresivo durante el período post dictatorial previo al surgimiento de Correpi, y sus vínculos con las corrientes punks vinculadas al anarquismo militante se puede encontrar testimonios y documentación en la película documental Desacato a la Autoridad (2014), de Tomás Makaji y Patricia Pietrafesa. Lamentablemente sobre los origenes e historia de la Correpi a la que perteneció León Toto Zimerman no existe ninguna bibliografía seria que se pueda recomendar.

3-Sobre la lucha de la Unión de Carreros de Lomas de Zamora se sugiere ver el corto documental _La Marcha de los Carreros _(2006) de Martín Sabio.

*Abogado. Militante de Derechos Humanos y contra la violencia institucional.

AUNO 03-05-17
SCHS/LEO

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